Parece que esta vez, la ceremonia del Oscar será coser y cantar. O cantar y bailar. Al menos para La La Land, la comedia musical dirigida por Damien Chazelle que ayer se alzó con la friolera de catorce candidaturas, alcanzando un record que hasta ahora solamente ostentaban La malvada (1950) y Titanic (1997). Nada mal para un director como Chazelle, que tiene apenas 32 años y dos largos previos a sus espaldas, entre ellos el celebrado Whiplash. Si se tiene en cuenta que su nueva película ya se alzó con siete Globos de Oro y ahora compite por el Oscar en la mayoría de los rubros, desde los más importantes –mejor película, director, actor, actriz, guión original– hasta los estrictamente técnicos, todo indicaría que la noche del 26 de febrero será toda all singin’ all dancin’ para La La Land.

La película de Chazelle, que se estrena mañana en Argentina, les sacó varios cuerpos de ventaja a sus competidoras más inmediatas, pero cuidado: es una excepción a la regla que una comedia musical obtenga el premio mayor a la mejor película. Entre los escasos ejemplos habría que remontarse a Chicago (2002) para encontrar el más reciente. Pero el romántico “neo-musical” protagonizado por Ryan Gosling y Emma Stone tiene a su favor la fuerte tendencia a la auto-celebración de los miembros de la Academia de Hollywood: como El artista y Birdman, por nombrar ganadoras cercanas, La La Land está ambientada en el mundo del espectáculo, más precisamente en la ciudad de Los Angeles, donde un oscuro pianista de jazz y una aspirante a actriz intentan abrirse camino en el mundo del show-business, un tema que toca de cerca a todos y cada uno de los votantes. 

En el pelotón que le sigue a la favorita se amontonan el ambicioso relato de ciencia-ficción La llegada y la tapada Luz de luna, ambas con ocho candidaturas, a las que hay que agregar tres dramas en toda la línea, que lograron sumar seis nominaciones cada una: Hasta el último hombre, dirigida por Mel Gibson, con su primera candidatura desde Corazón valiente (1996); Un camino a casa, de Garth Davis, y Manchester junto al mar, de Kenneth Lonergan, con Casey Affleck y Michelle Williams. 

Entre todas ellas, habrá que prestarle especial atención a Luz de luna, porque es el mascarón de proa de la revancha afroamericana. Después del escándalo de unos #oscarsowhite, la corrección política de la Academia de Hollywood le abre este año un camino a los #oscarsoblack, con Luz de luna al frente. Personal y sensible, el segundo largometraje de Barry Jenkins (que compitió en noviembre pasado en el Festival de Mar del Plata y llega a la cartelera porteña en un par de jueves), rompe con los estereotipos del macho afroamericano violento en el cine de Hollywood, con su historia de un adolescente negro gay creciendo como puede en una barriada pobre de Miami. Entre sus ocho candidaturas, entre ellos a la mejor película, Luz de luna aspira a los Oscar al mejor director, guión adaptado y actor y actriz secundaria, todos ellos para artistas negros. 

Denzel Washington y Viola Davis en Fences.

En esa línea hay que ubicar también a Fences, dirigida y protagonizada por Denzel Washington (que competirá por esos rubros), a quien acompaña Viola Davis, candidata a la mejor actriz secundaria. Es significativa también la nominación a Ruth Negga, candidata a mejor actriz protagónica por Loving, donde interpreta a la primer mujer negra sureña en casarse con un hombre blanco. Y negras son también las chicas de Talentos ocultos, un impensado trío de científicas que en pleno apogeo del sexismo y la segregación racial (corre el año 1961) contribuyen de manera significativa al programa espacial de la Nasa. Como no podría ser de otra manera, esta película –como Loving– también está basada en un caso real, lo que siempre le agrega puntos en el contador del Oscar. En total, 17 afroamericanos fueron nominados en las distintas categorías tras los #oscarsowhite del año último.

Los rubros dedicados a mejor actor y actriz depararon algunas sorpresas. ¿Es posible, por ejemplo, que La llegada haya sumado ocho nominaciones y entre ellas no esté su protagonista absoluta, Amy Adams? Por lo visto, Adams no goza de demasiada simpatía entre sus colegas, teniendo en cuenta de que en esta ronda cada rubro es votado por las asociaciones específicas, en este caso los socios y socias de la Academia registrados en el Actor’s Guild. 

Para no salir de ese casillero: muchos analistas de Hollywood le ponen fichas a Natalie Portman por su protagónico en Jackie, como la viuda de John Fitzgerald Kennedy, mientras que consideran que la vigésima candidatura (sí, ¡veinte!) de Meryl Streep por Florence es, por sobre todas las cosas, un gesto político, en particular después de su encendido discurso contra Donald Trump en la reciente ceremonia de los Golden Globes, que dio la vuelta al mundo. El patito feo en ese conjunto es Isabelle Huppert, que compite por la extraordinaria Elle, pero lo hace en francés. ¿Estarán dispuestos los académicos de Hollywood a premiar a una extranjera que necesita subtítulos? Ojo que la Huppert ya sorprendió a todos al ganar el Globo de Oro, pero los votantes, aunque se parecen en sus gustos y perfiles, no son los mismos.

Pasando a los varones: aunque muy merecida, la candidatura de Viggo Mortensen por Capitán Fantástico no estaba en los planes de nadie. Y resulta llamativo que Tom Hanks, un número puesto en cualquier ceremonia del Oscar, no figure entre los cinco nominados por su protagónico en Sully. ¿Un tiro por elevación para su director, Clint Eastwood, que fue una de las pocas figuras de Hollywood en respaldar la candidatura de Trump? Quizás, considerando que su película fue casi enteramente relegada, a excepción de un rubro técnico menor.

Otro gran olvidado fue Martin Scorsese: su flamante película, Silence, también tiene, como la de Eastwood, apenas una única candidatura por un rubro técnico. Algo está cambiando en Hollywood, los viejos nombres ceden el paso a los nuevos, pero no deja de ser vino joven en odre añejo: todos siguen cantando y bailando al mismo ritmo de siempre.

Luz de luna, de Barry Jenkins, tiene ocho nominaciones.