La Estación Experimental de Cultivos Tropicales INTA Yuto (Jujuy) concentra sus esfuerzos en diversas líneas de investigación, entre las que se destacan la fruticultura tropical, la citricultura, la horticultura, la silvicultura y la protección vegetal; y además cuenta con 3 laboratorios que se especializan en fitopatología, zoología agrícola y jugos cítricos, que brindan servicios y asistencia técnica. Aquí, en medio de un escenario dominado por yungas y una exacerbada vegetación, investiga Flavio Speranza, quien, en la actualidad, se desempeña como uno de los principales referentes de paleoclimatología que tiene el país. Ahora bien, antes que nada, un interrogante para comenzar a desmenuzar el asunto: ¿de qué se ocupa la disciplina? “Remite al estudio de las condiciones climáticas que sucedieron más allá de los registros con los que se cuenta hoy en día calculados con instrumentos tecnológicos. El principal objetivo es producir un conocimiento de las temperaturas y las precipitaciones que acontecieron en el pasado, de las que no se tiene referencia alguna”, plantea.

Desde aquí, se tienen en cuenta diversos insumos. Por un lado, se contempla el examen de los anillos que componen los troncos de árboles  que aportan información climática muy valiosa, acerca de un pasado que puede remontarse hasta alcanzar siglos y milenios. Y, por otra parte, se evalúan los depósitos de sedimentos que arrastran los ríos y se ubican en lagunas. Desde esta perspectiva, el especialista apunta: “Nuestros estudios sobre sedimentos lacustres se remontan a 540 años, mientras que los referidos a quebracho colorado nos permitieron medir las condiciones climáticas de hace 320”. 

Además del examen de los árboles milenarios y los sedimentos lacustres, la paleoclimatología se apoya en la fuerza probatoria de los glaciares que permite reconstruir las condiciones climáticas que tuvieron lugar centenas de milenios hacia atrás. La Antártida y Groenlandia, por razones obvias, funcionan como dos inmensos laboratorios que podrían arrojar información importante al respecto. Detrás de ello, se encuentra el Proyecto Europeo de Muestreo de Hielo en Antártida (EPICA por su acrónimo en inglés), encabezado en conjunto por la Comisión Europea y la Fundación Europea de la Ciencia. 

Trazar la historia del clima es crucial en la medida en que permite comprender, de una manera más ajustada, las condiciones del presente. “Si en la actualidad observamos que está lloviendo más respecto a años anteriores, es necesario afirmar si este fenómeno forma parte de un ciclo más grande o si bien, simplemente, corresponde a una variabilidad momentánea”, apunta. El análisis histórico permite ensanchar el ángulo del observador y realizar diagnósticos que culminan por alcanzar un nivel superior de complejidad. “Con el examen de los últimos 5 años, se hace imposible realizar pronósticos futuros. Por ello, al ampliar el rango de análisis se logran realizar estudios más precisos que se vuelcan en la generación de modelos de largo y mediano alcance que permiten predecir no solo qué temperatura habrá mañana ni la semana que viene, sino en el 2050 y el 2100”, explica.

Flavio Speranza estudió ingeniería forestal en la Universidad Nacional de Santiago del Estero, pero cuando apenas rozaba los 10 años participó en un proyecto de forestación de arbolado urbano en La Falda (Córdoba), que operó como un verdadero punto de inflexión. Allí, le enseñaron a plantar árboles y a realizar tareas vinculadas al cultivo y a la protección del ambiente. “Pienso que ello generó un primer acercamiento a la temática porque la verdad es que quedé muy entusiasmado. Con el tiempo, advertí que mi formación debía estar orientada en ese sentido, centrarme en los bosques nativos. Así que me mudé a Santiago del Estero, realicé la carrera, y luego me vine para el norte”, comenta.

Tras recibirse, obtuvo una beca financiada por una institución bancaria de España y se fue a Europa a especializarse en ecología terrestre y gestión de la biodiversidad. Realizó una maestría en la Universidad Autónoma de Barcelona, y presentó un proyecto vinculado al cambio climático y su impacto en un grupo de bosques situados en la región chaqueña. 

Speranza, entonces, es un investigador que nació en Córdoba, estudió en Santiago del Estero, se especializó en Europa y trabaja en Jujuy. En efecto, cabe la pregunta:¿por qué detuvo su nomadismo en estas latitudes norteñas? “El principal objetivo de la localización de nuestros estudios es que, primero, no hay demasiados análisis en la zona que sean capaces de verificar este tipo de condiciones. Solo se contaba con algunos en Bolivia y otros en San Salvador. De modo que la escogimos porque se trata de una zona muy vulnerable, tanto social como ambientalmente”, señala.

Además, se trata de una región que fue examinada con minucia e incluida en la Tercera Comunicación Nacional sobre Cambio Climático, documento compartido en la última Cumbre Climática (París,  2015), que registró los compromisos de los representantes de –casi– todas las naciones. Allí, el noroeste del país fue descrito como un punto geográfico que podría tener serios incrementos de temperatura en las próximas décadas. El escrito compartía un estudio (liderado, entre otras, por la investigadora Carolina Vera) que evaluaba las señales de variación de cambio climático desde 1960 hasta el 2010, a partir de la combinación de datos existentes y utilizaba modelos que permitían observar las proyecciones de clima. Desde aquí, se incluían mediciones de acuerdo a proyecciones sobre las emisiones de gases a futuro, y se examinaba cuánto aumentaría la temperatura y cómo se robustecería el proceso de calentamiento global. Como resultado, obtuvieron que, a fines del siglo XXI, el noroeste emergería como un área con un incremento de temperatura que oscilaría entre los 3 y los 4 grados, mediado por frecuentes olas de calor y lluvias intensas.

En el noroeste, las personas viven en condiciones extremas, con escasez de recursos, en un medioambiente golpeado por desmontes y extracciones de todo tipo. Además, los suelos no son sustentables para la agricultura extensiva, entonces, el esfuerzo de los pobladores se duplica. Frente a ello, ¿qué soluciones propone la ciencia? “Toda la masa de datos e información que recabamos es utilizada como insumo para que los productores puedan potenciar sus actividades. Además, sirve en relación al ordenamiento territorial, es decir, para clasificar qué zonas podrán ser productivas y cuáles deberán ser destinadas a la conservación. También, en cuestiones referidas al manejo de cuencas, a la erosión de suelos”. 

Los análisis de Speranza se sitúan en la Cuenca del Bermejo, un eje clave en el sistema hídrico que abarca más de 123 mil Kilómetros cuadrados y es compartida con Bolivia. Al respecto plantea que “en épocas pasadas hemos tenido un nivel de precipitaciones mucho más bajo. Posteriormente, entre el 1800 y el 1900, se ha registrado una mayor variabilidad con intercalo de períodos muy lluviosos y muy secos. Y, por último, durante el siglo XX y lo que va del XXI, se denota una leve tendencia de aumento en las precipitaciones”.

El calentamiento global es uno de los tantos modos en que se expresa el cambio climático. Desde aquí, no caben dudas: los seres humanos son los responsables de encender la hornalla que calienta más y más el ambiente, una olla que se presta a hervir en un futuro cada vez más cercano. Sin embargo, y ante una realidad avasallante, las voluntades de cooperación nunca son suficientes. En esta línea, el especialista desenvaina un concepto mágico, corriente a los oídos de cualquier biólogo con mente evolucionista. La “adaptación” implica aceptar que “los seres humanos no contamos con la capacidad para modificar drásticamente la realidad de calentamiento global. Si bien es cierto que aportaríamos con la reducción de nuestras emisiones de gases de efecto invernadero, el panorama no es muy alentador. Lo que sí podemos hacer es adaptarnos; en la región chaqueña, nos volcamos hacia el manejo de bosques con ganadería integrada. Un pastoreo bajo cobertura boscosa”, comenta.

De este modo, la paleoclimatología se ubica como un campo de estudio muy útil desde el cual analizar la historia del clima. Habilita un ejercicio reflexivo en la medida en que estira su lupa hacia el pasado, un pretérito que cuanto más remoto más ilumina. Un enfoque que quita del centro del universo a la Tierra, y del corazón de ésta al ser humano. Una matriz ideológica que vuela de un plumazo todas sus aspiraciones individualistas para recordarle que su existencia es demasiado insignificante como para decidir a tan largo plazo sobre aquellas realidades futuras y muy futuras. Porque, para ser justos, ningún mortal pensó en cómo serían las condiciones de vida en el 3500 o en el 4000. La humanidad no ha desarrollado la cultura solidaria, pues, no le bastó con arruinar un mundo que ya busca otro, con posibilidades vírgenes, para poder colonizar. Empezar de cero para volver a contagiarlo todo de ambiciones, individualismos y competencias. Imperialismo, el ser humano, hoy, es imperialista. 

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