Nunca antes la “guerra” llegó hasta tan lejos. Ni cuando eligió el lema “limpia, fija y da esplendor”, que envidiaría cualquier publicista contemporáneo que necesita vender un nuevo producto de limpieza en el mercado. Desde hace más de dos meses que la próxima elección de la máxima autoridad de la Real Academia Española (RAE) –que se realizará este jueves– es como un campo de batalla. El principal problema es la delicada situación económica que atraviesa la institución. Pero en el horizonte hay un asunto complejo, que divide las aguas políticas e ideológicas: quien suceda a Darío Villanueva, el actual director de la RAE, deberá encargarse de presentar el informe sobre el lenguaje inclusivo para la Constitución de España, un pedido que hizo la vicepresidenta Carmen Calvo, para adecuar el texto de la Carta Magna española a un lenguaje que incorpore a las mujeres. Calvo planteó entonces, en julio pasado, que “es importante avanzar en la igualdad porque el lenguaje es un elemento fundamental para que el cerebro deje de funcionar solo con estereotipos patriarcales”. Se sabe que en el informe, que siguió un texto previo de Ignacio Bosque, Sexismo lingüístico y visibilidad de las mujeres, se advierte que “si se aplicaran las directrices propuestas en las guías de lenguaje no sexista en sus términos más estrictos, no se podría hablar”.

Quien creyó que la “e” –suerte de súper vocal inclusiva que podría compensar el daño causado a tantas minorías– podría erosionar los restos del patriarcado en la lengua tendrá que esperar. Por ahora no está avalado escribir “todes” o “les chiques”, aunque muchos ya lo escriban y lo digan cuando hablan. La lengua va siempre un paso más adelante, es más flexible y fluida que quienes tienen la compleja responsabilidad de establecer o revisar normas. Pero el próximo director o la próxima directora –la filóloga Inés Fernández Ordónez, una de las ocho mujeres que integra la RAE, sobre un total de 46 académicos, ha intentado invocar la pertinencia de que sea una mujer que suceda a Villanueva, aunque parece que no cuenta con muchos apoyos, ni entre las académicas– deberá afrontar un presupuesto ajustado a su mínima expresión. Todo empezó con la crisis de 2008, excusa perfecta para recortar la asignación pública, que entonces era de 3,5 millones de euros y que en 2018 fue de 1,6 millón, menos de un 20 por ciento de los 7 millones de euros que necesita la Real Academia Española para su funcionamiento y para sostener a los 85 trabajadores que emplea la institución.

La “guerra” empezó el pasado 4 de octubre, cuando Villanueva anunció su decisión de no presentarse a la reelección que le permiten los estatutos de la RAE. Entonces le pidieron que adelantara la fecha de la elección –prevista para este jueves 13– para no paralizar la institución con dos meses de “campaña”, convenios económicos sin cerrar y para evitar tensiones. Pero todo se desmadró porque quedó en evidencia que el actual director de la RAE impulsaba la candidatura de Juan Luis Cebrián, integrante de la Academia desde 1997, por la necesidad de un sucesor “con un perfil más experto en gestión”. Que el ex consejero delegado de Prisa, cuya gestión tanto tuvo que ver con el desmembramiento del grupo, pueda suceder a Villanueva, generó un fuerte rechazo entre muchos académicos. “Ni por su conocimiento, ni por su gestión, ni por lo que representa su persona es el adecuado. Sería el hundimiento”, dijo un importante miembro de la institución al periodista Jesús García Calero del ABC de España. “Aunque haya sido un buen académico, tiene mucha soberbia y hace mucho que nadie se atreve a decirle las verdades. Además, es un hombre con buenos contactos y muchos recursos, pero con numerosos enemigos, que pasarían a serlo de la RAE”, explicó otro miembro de la Academia para matizar los inconvenientes que desencadenaría elegir a Cebrián.

El favorito, el nombre que sonó con más fuerza como posible director, es Santiago Muñoz Machado, Premio Nacional de Historia 2018. “La Academia siempre es un reto, pero tiene un valor inconmensurable y ella en sí misma es un activo monumental. Es muy fácil ponerla en valor tanto en el mercado de la política pública (en el de los Gobiernos) como en el mercado económico (de las sociedad mercantiles)”, señalaba el académico.

Muñoz Machado, quien ya a principios de noviembre reconocía que sonaba su nombre “como el de otros compañeros” para ocupar el cargo de director de la RAE, matizaba no obstante que ningún académico presenta candidatura y que habrá que esperar a la votación.