El trono que dejó vacante María Elena Walsh no será ocupado pero la caja de resonancia que construyó su música llega al universo Canticuénticos. Un grupo sin poses, sin vestuarios estridentes ni brillos, sin posturas sexualizadas ni toda esa puesta en escena que supone la construcción de la femineidad y la masculinidad. Eso no quiere decir que los Canticuénticos, con Ruth Hillar al frente pero sin front line porque si hay algo que caracteriza al escenario de sus shows es la verticalidad, no tenga poesía, composiciones elegantes, un sonido de raíces latinoamericanas y sobre todo, muchas preguntas. ¿Por qué, por qué? es el cuarto disco de una banda que concibe el recorrido musical que ofrece para reproducir del mismo modo en que se piensa una presentación en vivo. Hay un relato construido desde el comienzo e incluso una apuesta a que el público asocie con otras canciones y temáticas de la banda. 

Es evidente que a Canticuénticos le importan los tiempos que corren, porque se pregunta desde el principio “¿Por qué, por qué cada persona es diferente? / ¿Por qué algunos chicos trabajan? ¿Por qué si el trabajo es cosa de grandes?” pero además ofrece una canción simple y hermosa sobre lenguaje inclusivo, donde explica amorosamente lo que tantxs preguntan con violencia: “Si vamos a vivir juntes, juntes hay que jugar” dice después de cuestionar aquello de que lo rosa es de nenas y lo celeste de varones. Profundiza en ese recorrido y les dice a les chiques “No se tienen que guardar. Los secretos hacen mal” y una piensa inmediatamente en los abusos, en todo aquello que se calla y que daña, y luego se recuerda para siempre. Pero las canciones operan por niveles y el rumbo del disco es tan profundo como festivo: hay una chacarera jeringosa, una murga dedicada al monstruo de la laguna (el hit de la banda) y mucho folcklore, pero sobre todo un juego con el lenguaje que se nota muy pensado, como cuando dice, en “Vuelo bajito”, “Hay vuelos de poco hilo pero de tanta verdad” o en “Y la siesta terminó”: “Adentro hay serenata ronquido y ventilador, ¿por qué hay que aburrirse tanto para hacer la digestión?” reivindicando el tiempo libre, la autonomía, el rato de juego como cuando pedían a los gritos que les den más tiempo para el ocio cuando llaman a lxs niñxs a comer en el disco anterior “Algo que decirte”. 

Canticuénticos fue declarado de Interés Cultural por el Senado de la Nación por su “trayectoria y valioso aporte al cancionero infantil nacional y latinoamericano” y también son Embajadores Culturales de la ciudad de Santa Fe, pero no precisamente por ser políticamente correctos: su música interpela, cuestiona y machaca sobre los temas que se suponen tabú para los productos destinados a la infancia. “Queremos mostrarles a los chicos cuánta riqueza hay en nuestros ritmos folklóricos, porque nos dan identidad, porque hablan como nosotros hablamos, nos divierten y nos emocionan al modo nuestro. Y son un tesoro que queremos poner al alcance de los más chicos, para que lo conozcan y lo lleven toda la vida con ellos” dicen en banda. Sus canciones se cantan, bailan y escuchan en miles de escuelas y jardines de Argentina y Latinoamérica, y sus videos acumulan más de 120 millones de vistas en YouTube y se apoyan en “Canticuénticos en papel”, una colección de libros que cuentan cantando y cantan contando con ilustraciones de Estrellita Caracol, que promueven la apuesta por lo artesanal y lo autóctono. 

Sin personalismos, el grupo está formado por Ruth Hillar (voz, flauta y acordeón), Daniela Ranallo (voz), Laura Ibáñez (voz), Gonzalo Carmelé (bajo y coros), Daniel Bianchi (guitarra, charango y coros), Nahuel Ramayo (batería, percusión y coros) y Sebastián Cúneo (producción, iluminación, fotografía y video).