El espectador ya no es lo que era. Según se desprende de la Encuesta Nacional de Consumos Culturales 2017 realizada por el Sistema de Información Cultural de la Argentina, el 55 por ciento de los jóvenes de entre 12 y 17 años fue por lo menos una vez a una sala durante el año. Para la franja entre 18 y 29 la cifra es del 47,8, y luego baja progresivamente a medida que aumenta la edad, hasta llegar a que apenas el 9,6 por ciento de los encuestados mayores de 65 años fue al cine. El gran desafío de los exhibidores es doble: evitar el goteo hacia nuevas formas de consumo en los adultos sin perder la capacidad de enamorar a la franja etaria más joven. Una franja caracterizada por la búsqueda y el consumo de lo nuevo: nuevos artistas, desde ya, pero también nuevas experiencias. 

Siguiendo esta última línea surgieron, entre otras, las salas Monster en caso de Village o las XD de Cinemark, que ofrecen pantallas más grandes y equipamiento técnico superior a las tradicionales. Para Martín Alvarez Morales, Gerente general de Cinemark Hoyts Argentina, con esto se busca “acercar al cine el confort que cada uno tiene en su casa”. El ejecutivo afirma: “Todo el tiempo estamos buscando formatos que no sean replicables en otro ámbito. Tratamos que sea insuperable, que la sumatoria de elementos y la tecnología haga que la experiencia de venir a una sala sea única e irrepetible”. Guillermo Mansilla, de BAMA Cine, dice que “los hechos y cifras demuestran que hoy el público, sobre todo el más joven, entiende al cine como una experiencia espectacular, con todos los condimentos que se le puedan ir agregando”. Y sabe que esto depara “más que un desafío” para las salas de cine arte o independientes: “Quizás el Estado o las instituciones relacionadas con el cine deberían pensar qué rol y compromiso tienen con la exhibición en estos tiempos donde hay un importante cambio de paradigma, si les interesa que Buenos Aires siga teniendo una oferta cinematográfica a la altura de sus habitantes, como históricamente la tuvo”, dice.

La pregunta, entonces, es si quedará lugar para la exhibición “tradicional” o el cine seguirá volcándose hacia la experiencia más sensorial de ver una película. “Creo que va a ver gente para todo. Pero me parece que los adolescentes están buscando cosas nuevas y eso hace que tengamos que aggionarnos constantemente”, dicen desde Cinemark Hoyts. Desde la vereda autoral, Zumbo, de Zeta Films, cree esa exhibición puede subsistir, pero el problema es “la inexistencia de salas de cine arte técnicamente avanzadas, confortables y en espacios atractivos para el público, como por ejemplo los cines Curson en Londres, la Cinemateca de México o algunas cadenas de cines de Francia”. “Esto hace que nuestros films compitan mano a mano con los tanques en los shoppings o estén exhibidos en cines poco atractivos, con mala proyección y sonido, de los que el público se está alejando. Ésta es otra de las causas principales de la baja de público en cine arte de acuerdo a las tendencias de consumo actuales, que ahuyenta especialmente a los espectadores de la franja que va entre los 15 y los 50 años”.

García, por su parte, advierte que con “el paso dado hacia la realidad virtual, la sala de cine no puede ir mucho más lejos en su sensorialidad sin convertirse en otra cosa, o perder su esencia comunitaria”. Para el dueño de Cine Tren, la experiencia, sobre todo en el cine arte o independiente, debe volcarse a lo “humano y social”. “Sin menospreciar el valor de una oferta tecnológica y un mínimo standard de confort, creo que una oferta gastronómica atractiva, espacios de encuentro, debate y formación, una librería y todo lo que convierta a la salida del cine en un evento social único, serían nuevas y valiosas dimensiones para el placer que sigue brindando una pantalla 2D bien programada”, concluye.