En el dibujo, la imagen que eligió hacer pública por ahora -no le permiten sacarse fotos- tiene el pelo largo, con ondas, rubio, la cara redonda, los rasgos suaves y dulces, la sonrisa calma. Tanto el pelo largo como la calma, y probablemente la expresión dulce, eran, cuando el dibujo se hizo, a principios de 2014, un deseo: en la cárcel militar de varones en la que está alojada la obligaban a llevar el pelo rapado como un soldado, tuvo que dar una batalla legal y someterse a una huelga de hambre para que le permitan realizar su transición de género y no la dejan vivir en paz. Ni tratar de morirse en paz: el año pasado intentó suicidarse dos veces y la reacción de sus carceleros, el Ejército de Estados Unidos de América, lo que es decir el gobierno, quiso castigarla con un período de confinamiento solitario y una prolongación de su condena, una enormidad de 35 años, siete veces más que cualquier otra condena anterior por el mismo hecho. Ya la habían tenido diez meses sola y desnuda en una celda cuando la detuvieron, en 2010. Tortura: así definieron Amnistía International y la ONU, entre otras organizaciones, el trato que le han dado los últimos casi 7 años, tiene apenas 29, a Chelsea Manning, ex analista de inteligencia del ejército de Estados Unidos. En uno de sus últimos actos de gobierno, Barack Obama le conmutó la pena. Sale el 17 de mayo. 

Tal vez estos últimos días sí haya logrado una sonrisa calma. Y va a poder ser todo lo dulce que le salga en unos meses, a partir de que quede libre, acontecimiento que probablemente sea una fiesta popular: es la presa más famosa de su país. Y es una presa política: pasó todos estos últimos años en una cárcel militar porque fue la persona que filtró a WikiLeaks 470.000 registros de las guerras de Irak y Afganistán, 250.000 cables del Departamento de Estado y otros documentos que complicaron bastante a la diplomacia de su país. Y que le echaron leña al fuego que inició la primavera árabe: gracias a estos documentos, los tunecinos tuvieron la certeza de la corrupción infinita del dictador Ben Alí, el pueblo de Libia supo de las cálidas reuniones de Kadhafi con el senador conservador Mc Cain y muchas otras cosas; una larga serie que se supone que ni el pueblo estadounidense ni el resto del mundo debemos saber. Por ejemplo, torturas a los presos de Abu Ghraib. Por ejemplo, un video militar -”Collateral Murder”, está en Youtube- tomado desde un helicóptero donde se ve cómo los pilotos ametrallan con frialdad a unas personas, algunas armadas, eso cierto, pero que caminaban tranquilas por Bagdag, incluido un nene, incluidos dos periodistas de Reuters con las cámaras bien a la vista en lo que el ejército estadounidense calificó como un… sí, enfrentamiento, ¿les suena? 

Hubo un gran movimiento de voluntarios que la sostuvo durante estos años. Una campaña de Amnistía para su liberación. Una marcha del orgullo en Nueva York en su homenaje. Julian Assange, el fundador de WikiLeaks, ofreció aceptar su extradición a los Estados Unidos, y abandonar el exilio en la embajada de Ecuador en Londres, si la liberaban. Y WikiLeaks festejó la conmutación de su pena con un: “VICTORIA” en Twitter. El vocero del flamante presidente dijo que ese señor, Trump, estaba “perturbado” por la decisión de su antecesor, Obama. El experto de la ONU en Derechos Humanos, Alfred de Zayas, exhortó a los Gobiernos del mundo a reconocer la valía de gente como Chelsea. El senador conservador McCain declaró que su liberación es alentar el espionaje, la traición y la vulneración de esa categoría tan cara al país del norte, “la seguridad nacional”. Otra republicana twitteó con transfobia explícita que a Edward Snowden le convenía sacarse la camisa y ponerse un vestidito si quería lograr el perdón presidencial. El de Obama, claro. Aunque bien podría ser el de Trump: el hackeo que aparentemente la inteligencia rusa habría hecho de los emails de muchos miembros del Partido Demócrata, y que reveló WikiLeaks, le vino muy bien para ganar las elecciones.

La tratan de heroína. Y también de traidor: es que a los conservadores no les gusta la difusión de secretos de Estado. Y todavía menos la existencia trans y lgtb en general: uno de los primeros actos de gobierno de Trump fue sacar de la página web de la Casa Blanca la sección que se refería a las cuestiones queer. Y las ecologistas, que los conservadores lo único que quieren conservar, y acrecentar y concentrar, es el poder quietito donde está, en sus manos.

¿Cómo fue que una chica trans convencida de que todos tenemos derecho a estar informados terminó en el ejército? Claramente no era el lugar ideal para ella, pero necesitaba un trabajo estable para poder pagar las cuentas y para seguir estudiando, como le pasa a muchos de los que se alistan en Estados Unidos. Y en el resto del mundo. Chelsea, antes Bradley, tuvo una vida bastante complicada. Fue un chico gay, nerd y de ateísmo declarado en una ciudad muy conservadora de la conservadora Oklahoma, un lugar con “más bancos de iglesia que gente”, así la describió. Cuando sus padres se divorciaron, volvieron al pueblo natal de su madre en Gales, donde siguió siendo el gay, el ateo y el nerd y encima el extranjero. En algún momento volvió a Estados Unidos a vivir con su padre, un militar retirado, que lo echó de la casa por puto. Y fue todo eso, evidentemente ya estaba acostumbrada a sobrevivir en medios muy hostiles -lo relata entre otros Margaret Talbot en una nota del New Yorker- y drag queen y opositora a la guerra de Irak, cuando estuvo destinada en Bagdag, rodeada de militares, una horda de tiradores hiper masculinos, felices, ignorantes y campesinos, según los definió (“a bunch of hyper-masculine trigger happy ignorant rednecks”). Así, rodeada de machotes, bajita, con aspecto de frágil, una cadenita colgada en el cuello que decía “humanista” y una varita mágica de cotillón en su escritorio militar, logró que el Estado de su país temblara un rato cuando nos mostró la ferocidad, los abusos, la tortura, el asesinato de civiles a mansalva en los campos de batalla. Y decidió que era justo que el mundo supiera lo que los poderosos hacen. Buena y larga vida en libertad a nuestra heroína Chelsea Manning.