“¿Y si pudiéramos sacar provecho de la inteligencia inherente de la naturaleza para crear a partir de sistemas vivientes...?”, se interroga Natsai Audrey Chieza, que recientemente ha fundado el laboratorio de biodiseño Faber Futures. Su laburo es (literal) prueba viva de que, en efecto, bien podría ser posible: después de todo, tiene la mujer inusual socio creativo en su hacer: la bacteria Streptomyces Coelicolor que, bajo las condiciones adecuadas, produce un compuesto pigmentado que Chieza utiliza para teñir telas en tonos rosados, púrpuras, azulados… En sucintas palabras, y citando al sitio brit Wired, “utiliza esta mujer –nacida en Zimbabwe, con residencia en Inglaterra– bacterias vivas para teñir ropa sin agua y sin productos químicos”. “En sentido amplio, es la propia definición del tinte natural”, asegura la damisela, que a menudo ofrece celebradas conferencias sobre cómo la industria fashion puede reducir la contaminación. Subraya además que, a su entender, “la biología es la tecnología más avanzada”: es capaz de auto-replicarse, escala con requisitos mínimos de energía, puede desplegar moléculas exactamente donde necesitan ser implementadas. “Eso es algo que los humanos han estado tratando de lograr durante mucho tiempo a través de la ingeniería”, agrega quien trabaja con otros investigadores y compañías para que aprovechen el poder de los organismos vivos para desarrollar sus propios materiales sustentables. El objetivo, más claro que agua impoluta: que se alejen de materiales derivados del petróleo, los combustibles fósiles, reduzcan los residuos… En charla con la mentada publicación inglesa, aclara, eso sí, que ve su trabajo de tintura como una colaboración: cuando el Streptomyces Coelicolor tiñe la tela, nunca sabe con qué se puede salir. “Es un tire y afloje, pero, en términos generales, diría que quien termina controlando el diseño es el microbio, a cargo”, se sincera la mujer.