Gabriel Mercado marcó un gol de pura chiripa: Argentina batía a Francia 2 a 1, empezaba el segundo tiempo. Se consumó el lógico desenlace… tal vez pudo ocurrir el batacazo. El fútbol habilita a imaginar “la historia que no fue”, la ucronía: pase a cuartos de final, al podio, campeones…

Hay sorpresas, de vez en cuando: Argentina eliminó a Brasil en el Mundial de Italia sufriendo un baile, con tiros en los postes y salvadas milagrosas. De ordinario, ay, la lógica prevalece: basta revisar las listas de campeones mundiales, regionales o locales. De cualquier modo, partidos son partidos: una fantasía compensatoria o un regalo divino no se le niegan a nadie.

La economía política reserva menos espacio a los milagros. Los apodados “cisnes negros” no son fenómenos imprevisibles sino errores de predicción. Fallas del observador, carente de saber o mentiroso rentado o alguna variante ecléctica. La nota de tapa del suplemento Cash del domingo pasado recopilando los pronósticos de los consultores más afamados para 2018 deja desnudos a dichos profetas interesados. Desnudos, como el rey del cuento, para quienes quieran verlos.

El modelo económico macrista nació inviable. La incerteza se resumía a saber cuándo estallaría y hasta dónde llegaría la onda expansiva. Se hizo trizas antes de lo calculado aun por la mayoría de sus críticos. La magnitud de los daños se ignora, estamos en tránsito. Hacia abajo, por cierto.

El presidente Mauricio Macri consiguió ciertos objetivos: los más accesibles y reservados a una minoría. El infierno quedó para “los otros”, un largo 90 por ciento de la población, con peculiar énfasis en los más humildes, los trabajadores, las industrias, los jóvenes, las mujeres, los viejos. Una suerte de elite al revés. Argentinos de a pie: están nominados…

Valerse de la recesión como instrumento para reducir la inflación consumó un ejercicio de sadismo ineficaz. Las previsiones oficiales para el año próximo deliran de optimistas: el quimérico 27,5 por ciento funcionará como umbral sobre el que escalarán los aumentos de tarifas anunciados como regalo de fin de año. La estratósfera espera a los precios al consumidor. 

Los dos dígitos son el estadio inminente del índice de desempleo. La trayectoria de todos los indicadores se registró con rigor en este diario, no era menester genialidad sino apego a los hechos y estudio. 

Ahorramos más prospectiva, deprime. Basta acotar que es un hecho que el 2019 será un año infausto, tanto o más que el actual.

En materia política, algo puede cambiar porque el voto popular genera escenarios novedosos. Sin arrancar de cero sino del quinto subsuelo: cualquiera que llegue a la Casa Rosada soportará un legado tremendo. Infinitamente peor que el recibido por Macri, un heredero afortunado, desde su cuna hasta la transición gubernamental…     

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Escenarios y proyecciones: Imposible basarse en encuestas de intención de voto cuando se ignora qué fuerzas competirán y quiénes serán los candidatos. No lo saben ni las personas encuestadas ni los protagonistas. Los sondeos algo gravitan no por su confiabilidad sino porque muchos decisores creen en ellos y reacomodan sus conductas… hasta un punto. 

Mejor leer las tendencias sociales, los giros de opinión pública en trazos gruesos. Y repasar los datos precisos de las elecciones anteriores, en especial las tres últimas. Ir más allá incursiona en las operaciones políticas o en la timba pura y dura.

Aceptemos el lugar común: hay tres “bloques” de votantes. La moda los denomina “tercios” vocablo impropio porque los tercios, caramba, son iguales entre sí. Poco sabemos del exacto volumen del terceto. Que si hilamos fino se transforma en cuarteto desparejo porque la izquierda con representación parlamentaria existe, cuenta con un voto de fierro que no se moverá con facilidad. Volvamos a la terna dominante. 

  • El macrismo irredento, que comprende a gentes de clase media que prefieren no llegar a fin de mes antes que soportar el retorno del populismo. También a los contados privilegiados del modelo. o a pobladores de zonas, regiones o ciudades (pequeñas en especial) en la que las fluctuaciones del nivel de vida resultan menos extremas que en la media nacional.
  • El kirchnerismo cuya resiliencia atravesó campañas de desprestigio, secesiones minoritarias, el precio de los errores cometidos al gobernar y la dureza del llano. En el grosso modo de este análisis, conserva el caudal de diciembre de 2015. Una proeza que debe agradecer al macrismo la impotencia para sumar adhesiones populares sumada a la de suscitar rechazos en todo el 2018. 
  • La tendencia de los últimos meses es inequívoca: el macrismo es mancha venenosa para gobernadores o dirigentes políticos de otro palo, sindicalistas o emergentes de los movimientos sociales. El kirchnerismo imanta sectores antes ambiguos o refractarios. Eventualmente, lima rechazos absolutos.
  • El “resto del mundo” o del electorado (con la mentada salvedad de la izquierda) cuyo sector clave es el peronismo hoy en día no kirchnerista. La prensa dominante lo embellece llamándolo federal o hasta racional, una reminiscencia gorila de la díada civilización y barbarie. La polarización angosta la supuesta ancha avenida del medio. Las profecías mediáticas llegan al clímax cuando se exploran el potencial electoral de sus figuras. El senador Miguel Pichetto, dicen ahora, cavila sobre apearse de la carrera por la presidencia. Simétricamente, este cronista anuncia que no participará del campeonato mundial de físico culturismo. Renunciar a lo inalcanzable: he ahí un sacrificio light. El presidente del bloque de senadores es un pianta votos comprobado: varios de sus cofrades de ruta insinúan estar a su altura. El gobernador Juan Manuel Urtubey, de capa caída en su Salta natal, es ejemplo de manual. 

En el malón de justicialistas blancos y poco potentes a nivel nacional solo se distingue Sergio Massa quien acumula una gran elección parlamentaria en 2013, una muy buena presidencial en 2015 (sobrellevando la polarización) y una discretita hace un año. Con algún caudal propio en Buenos Aires resalta dentro de la carestía de candidatos “probados”. Por si hace falta; de datos hablamos no de la opinión de este cronista. 

El modo en que se congregue o fragmente el peronismo es clave para el futuro. La ilusión macrista bascula entre dos o tres boletas nacionales perucas en octubre…según el interlocutor, el entusiasmo o la ingesta de alcohol.

La unidad peronista plena pinta como imposible. La conformación de un polo hegemónico que absorba alrededor del 40 por ciento de los votos no es una quimeraaunque sí un objetivo muy difícil, una meta a construir.

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El peso del carisma: La ex presidenta Cristina Fernández de Kirchner fomenta la relectura del gran Max Weber quien estudió mejor que nadie a los liderazgos carismáticos. 

Concita favor y fervor en sectores populares, en particular entre los jóvenes y los humildes. Base envidiable compuesta por dos conjuntos cuyo número de integrantes aumenta merced a la demografía y a las consecuencias del modelo M. 

Transferir el liderazgo siempre fue un problemón, que se traslada a los votos. Si Cristina diera un paso al costado quizás el kirchnerismo eludiría equivocaciones cometidas en 2015: la tardía salida al ruedo al ex gobernador Daniel Scioli, la desidia para apoyarlo a fondo. 

Un “renunciamiento” de CFK, empero, tropezaría con las complicaciones propias de la herencia. El carisma no se presta ni se regala, no hay garantías de cuánto conservaría quien contara con su bendición. Quien más retiene, aseguran consultores de pelajes surtidos, es el diputado Axel Kicillof. 

 El peso específico de Cristina, convenza o no, atasca la posibilidad de otro candidato propio. Una primaria (PASO) inclusiva, se especula, valdría para sumar diversidades. Dos bretes empiojan ese camino: la bronca o la diferenciación de peronistas muy antagónicos. Y su cuasi certeza de que perderían en las PASO ante CFK, lo que robustece los resquemores. 

Cristina elige racionalmente un discurso inclusivo, frentista, transigente con las diferencias, embellecido por la posibilidad de ganar. La sensatez de la jugada, su congruencia con las demandas de “la gente” en la calle deben remar contra corriente: mucho tiempo de enfrentamientos, sectarismo, falta de diálogo.

El slogan de coyuntura mantiene vigencia: sin Cristina (o el kirchnerismo) no hay frente opositor viable. Con ellos solos no basta. Traducir la disyuntiva a la acción… menudo reto que no resolveremos en el facilismo del procesador de textos.

Retornemos a las fuentes, al compañero Weber.

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La legitimidad ganada: El carisma es una de las formas de la legitimidad, una de las razones por las cuales alguien es obedecido y seguido. A diferencia de la tradición o la ley, preestablecidas, el carisma a menudo nace con el desempeño de su titular. Bajado a tierra gaucha: la legitimidad de Cristina reconocida por un tercio del electorado nacional es consecuencia de su desempeño, de lo que hizo, dejó de hacer, edificó o enfrentó siendo presidenta. En esos hechos radican, en paralelo, las razones de los rechazos.

Dos precandidatos disímiles se animaron a mostrarse como potenciales aliados-sucesores de Cristina: los diputados Agustín Rossi y Felipe Solá. El primero –que supeditó su presencia a la voluntad de CFK– es emblema de militancia y coherencia. “Felipe” conllevaría un grado de diferenciación que podría sumar. Hace pocos meses el ex Jefe de Gabinete Alberto Fernández insinuaba como candidato de unidad deseable al “eslabón perdido” entre el kirchnerismo y el peronismo “otro”. “Felipe”, mejorando lo presente, encarnaba ese rol. Ahora Fernández, como tantos dirigentes, recalcula y carbura que Cristina tiene que encabezar la boleta, obviando mediaciones.

La necesidad de un frente común contra el macrismo adiciona el encanto de lo imprescindible: ni la economía ni la paz social ni la viabilidad de una sociedad de vocación igualitaria soportarían cuatro años más de la derecha.

La necesidad versus las severas complicaciones prácticas reponen un dilema sustantivo de la política que fuerza a extremar la destreza, la capacidad para sumar, la transigencia con el famoso “otro” (“otre” a esta altura).

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La resistencia que no cesa: La vocación contestaria del pueblo argentino se expresó, hasta ahora, mejor en la acción directa que en la acción política opositora. Que nadie rebaje esto a lágrima o reproche: descripción pura, sin comparación de modos de actuar diferentes.

Las organizaciones sociales, el movimiento obrero, colectivos “inventados” contra el avasallamiento de derechos adquiridos desbordaron calles y plazas, armaron feriazos, verdurazos y “azos” por doquier. Por número y por creatividad la capacidad de movilización de los argentinos raya muy arriba en la experiencia comparada.

Se frenaron o mitigaron barbaridades del macrismo, la pacífica revuelta ciudadana aportó a la gobernabilidad, dialécticamente. La degradación del sistema democrático, una decadencia que batió todas las marcas, sería aún más atroz si no hubiera interferido el freno de la sociedad civil.

Las mujeres protagonizaron el año, coparon la escena, entre el 8M, “ni una menos”, la fabulosa lucha por la ley de interrupción voluntaria del embarazo. Desnudaron al patriarcado, rompieron cadenas que parecían eternas, interpelaron a toda la sociedad. La voz de las víctimas ganó espacio y credibilidad, produjo reformas impensadas y todavía incompletas. El movimiento no tiene techo ni lo aceptaría. Son el único sujeto revolucionario emergente en estos años odiosos. Un conjunto vivaz, plural y transversal… único. Las precursoras que predicaron y lucharon toda la vida, las politizadas, las que nunca habían salido a la calle… todas cambiaron la historia, enriquecieron la agenda, trastocaron las costumbres, pugnaron contra las violencias admitidas o negadas, hicieron visible lo oculto… van por más. 

Las jóvenes que comenzaron a participar, la experiencia lo enseña, renovarán la saga de tantas militancias: quien entra al espacio público no vuelve jamás al individualismo de la vida privada.

La resistencia colectiva, las muchedumbres protestando cifraron el año que termina. De cajón: serán claves en el próximo. 

El Gobierno carece de recursos para ofrecer a los reclamos sociales porque las arcas del Estado están al servicio del pago de la deuda. La violencia pasa a constituirse en la única herramienta de Macri para enfrentar a la protesta. Para eso reformalos códigos penales y promueve la mano dura las fuerzas de seguridad. Amenaza atravesar límites jamás franqueados desde 1983: derramar sangre de argentinos de modo planificado, sin ir más lejos. Solo el movimiento popular puede poner coto a la brutalidad oficial que puede desmadrarse si prevé una derrota. La derecha nunca accedió al poder mediante elecciones libres, tal el galardón de Cambiemos. Simétricamente jamás lo cedió de buenos modos, no es nítido que esté dispuesta a hacerlo de buen grado.

 Las luchas continúan, la dirigencia política opositora afronta el desafío de encontrarle la vuelta la coyuntura o defraudar a los argentinos. 

Página/12 y quienes nos acompañan, inspiran y dan fuerzas saben de qué lado están, Brindemos por eso y por la espinosa oportunidad que se abre. Salud.

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