El año comenzó para Francisco sin voceros. O por lo menos con ausencia de quienes desde el 11 de julio de 2016 venían ocupando ese cargo, formalmente reconocido como director y vicedirectora de la Sala de Prensa de la Santa Sede. Greg Burke, estadounidense, y Paloma García Ovejero, española, presentaron su dimisión a Bergoglio el 31 de diciembre del año que culminó e inmediatamente abandonaron sus cargos y lo comunicaron escuetamente por Twiter: “Paloma y yo hemos renunciado”, afirmaron y solo agregaron que “en este tiempo de transición en las comunicaciones del Vaticano, pensamos que es lo mejor que el Santo Padre esté completamente libre para conformar un nuevo equipo”.

Por parte del Papa no hubo comentarios, sino simplemente la aceptación de la renuncia y el nombramiento, de manera interina, del periodista italiano Alessandro Gisotti (44 años, laico, casado) y docente de la Pontificia Universidad del Laterano, con casi dos décadas de experiencia en Radio Vaticana y responsable en la actualidad de manejar la redes sociales digitales del llamado Dicasterio (ministerio) para la Comunicación de la Santa Sede. El titular de ese Dicasterio, el también periodista italiano Paolo Ruffini, de quien depende la Sala de Prensa, se limitó a decir que “he tomado conocimiento de la decisión de Greg Burke y Paloma García Ovejero y de la aceptación de parte del Papa Francisco a sus dimisiones”.

El hecho de las renuncias –no totalmente inesperado pero imprevisto por la fecha y la manera como se dio– da lugar a diferentes lecturas. En primer lugar porque la llegada de Burke y García Ovejero había sido una decisión personal de Bergoglio y en su momento fue interpretada como una determinación político institucional en el sentido de “internacionalizar” la curia cargada de italianos y de apertura al mundo profesional. El anterior vocero, que lo fue también de Benedicto XVI, fue el sacerdote jesuita italiano Federico Lombardi. En la curia vaticana se viven momentos de tensiones políticas debido a las reformas que viene introduciendo el papa Bergoglio, resistidas en general por los italianos y el ala más conservadora de la Iglesia que consideran que están siendo desplazados de puestos de poder que controlaban en pontificados anteriores. Pero al margen de las intrigas políticas, en el campo de la comunicación hay también un esfuerzo de Francisco por modernizar el sistema de comunicación del Vaticano para adaptarlo a las exigencias actuales.   

Antes de asumir su puesto como director de la Sala de Prensa del Vaticano donde ya ocupaba el cargo de asesor desde 2016 durante el pontificado de Benedicto XVI, el estadounidense Burke (59), hombre del Opus Dei, trabajó para Fox News. La española Ovejero (43), lo hizo para la cadena radial COPE que depende de los obispos católicos españoles. Joaquín Navarro Vals, otro periodista español, también del Opus Dei, se había desempeñado entre 1984 y 2006 como vocero en ese caso del papa Juan Pablo II, pero entonces la estructura de la comunicación vaticana era distinta y el Opus tenía mucha mayor influencia en la curia y en la estrategia de comunicación de la Santa Sede.

En junio de 2015, Francisco decidió crear el Dicasterio para las Comunicaciones y encargó la conducción de esta estructura ministerial al sacerdote italiano Darío Viganó, poniendo bajo su responsabilidad al periódico oficial de la Santa Sede, L´Ossevatore Romano, el Centro Televisivo Vaticano (ahora denominado Vatican Media), la Editora Vaticana, Radio Vaticana, la Sala de Prensa de la Santa Sede, el Servicio Fotográfico, la Tipografía vaticana, el Servicio Internet Vaticano (Vatican News) y el órgano asesor denominado Pontificio Consejo para las Comunicaciones Sociales. Se estima que allí trabajan unas 600 personas, entre ellos aproximadamente 200 periodistas provenientes de 30 países. En la Sala de Prensa, que según afirman los profesionales que allí concurren mejoró ostensiblemente sus servicios durante los últimos años, trabaja una veintena de periodistas. 

En julio de 2017 el papa Francisco había dado un paso importante en la “desclericalización” de la curia romana designando al periodista italiano Paolo Ruffini, un hombre casado, al frente de un dicasterio, un lugar antes reservado solo a los obispos y cardenales y, apenas en ocasiones, a algún sacerdote. Ruffini llegó a ese lugar luego de la renuncia de su antecesor Darío Viganó, afectado tras la filtración de una carta de Benedicto XVI divulgada parcialmente. El 18 de diciembre último el Papa designó a otro periodista italiano, Andrea Tornielli, antes director del Vatican Insider, como Director de la Editora Vaticana, ubicándolo según los conocedores del tema como virtual segundo de Ruffini. 

El Papa ha convocado para febrero próximo a una reunión extraordinaria de los obispos presidentes de la conferencias episcopales de todo el mundo con la finalidad de analizar estrategias frente al tema de los delitos sexuales en la Iglesia, y esa será una ocasión para volver a poner a prueba todo el funcionamiento de la comunicación vaticana.  

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