Pankhurst al Tate

Recuerda la historia a la británica Sylvia Pankhurst como archiconocida sufragista, socialista, antiimperialista, antimilitarista, acérrima defensora de los derechos de las trabajadoras, hija de la lanzada Emmeline (fundadora, sobra decir, de la Women’s Social and Political Union). Menos recuerda, empero, que Sylvia fue también artista, mostrando tanta habilidad en la Manchester School of Art que antaño ganó una beca para el Royal College of Art, en Londres, donde continuó su entrenamiento formal. Y aunque en 1912 abandonó la pintura para concentrarse en su activismo, siguió aunando sus pasiones de diversos modos: diseñando, por caso, la paleta de colores de la WSPU, sus pancartas y logotipo, a la par que ponía mente y cuerpo a la protesta social. Pues, días atrás, a fines de 2018, año en que se celebró el centenario del sufragio femenino en Gran Bretaña, el Tate Britain decidió reconocer el talento de la damisela en el campo visual, adquiriendo cuatro pinturas tempranas de Pankhurst, con la promesa de colgarlas en sus prestigiosas y prístinas paredes a partir del 2020, como parte de su colección permanente. Se trata de acuarelas que rara vez han sido exhibidas, donde la joven artista retrató a laburantas de las fábricas de algodón de Glasgow y de las alfarerías de Staffordshire, creadas durante su gira de varios meses por distintos centros industriales de Gran Bretaña en 1907, donde tomó nota de las pésimas condiciones de trabajo y los bajísimos sueldos  para damiselas. “En un momento en el que las diferencias salariales y los derechos laborales de las mujeres siguen teniendo una actualidad urgente, estas imágenes nos recuerdan el papel que puede desempeñar el arte para inspirar el cambio social”, ofreció Ann Gallagher, directora de la colección de arte británico del Tate, sobre la flamante novedad. Una tardía reivindicación, pero reivindicación al fin.

 

 

Sue vuelve al ruedo: más huesos, más tuits

Nuevo look y nueva sala para Sue: el Tyrannosaurus Rex más grande y mejor preservado del globo, que además de ser un tesoro nacional en Estados Unidos, es –a decir de voces en tema– el dinosaurio más popular de Internet. Famoso no solo por ser el más caro jamás comprado en una subasta (ocho millones, en 1997) o el más completo jamás hallado. Oh, no: lo que ha encumbrado al conservado depredador de doce metros de altura es su hilarante presencia en Twitter (tiene a razón de 50 mil seguidores). Evidentemente, estar muerto hace 67 millones de años no le ha arrebatado ni una pisca de humor al T. Rex que –por no saber los científicos si se trata de macho o hembra– pide ser tratado como no-binario: ni ella ni él, Sue frecuentemente se despacha en la red del pajarito con data sobre su especie, breves epístolas amorosas al actor Jeff Goldblum, mensajes de apoyo a equipos deportivos de Chicago. Lógica la acentuada devoción del histórico fósil, bautizado en nombre de la arqueóloga y paleontóloga Sue Hendrickson, que lo encontró en Dakota del Sur: después de todo, Sue “vive” desde hace 2 décadas en el Field Museum de la susodicha ciudad de Illinois, donde estuvo fuera de exhibición los pasados meses, para hacer su anhelada reaparición los pasados días. Con nuevo look y nueva sala, conforme se ha dicho: luce ahora más huesos, los de la gastralia, recientemente encastrados en el vientre de su esqueleto; y lo han emplazado en una monona suite privada, lejos de otros animalitos, amén de destacar su gran tamaño y darle total estelaridad a su historia individual: cómo cazaba, cómo se desarrolló, la velocidad máxima que alcanzó, cómo iba al baño; cosas importantes, en fin. “Ok, ya estoy de regreso, y todo lo demás palidece en comparación a semejante notición”, tuiteó con ínfulas Sue los pasados días, y lueguito: “Estoy tan orgulloso del duro trabajo que han hecho los humanos para darle al público el mejor regalo festivo de todos: a mí, en exposición”.