El pasado mes, la restauradora de arte neoyorquina Emily Macdonald-Korth realizaba tareas forenses de rutina, amén de confirmar –a pedido de un cliente– que una pintura de Jean-Michel Basquiat fuese, en efecto, de 1981. Análisis de pigmentos por aquí, fotografías técnicas por allá, arribó el momento de detectar barnices o posibles reparaciones de la obra, prendiendo entonces la doña su linternita de luces ultravioletas. De ningún modo esperaba la damisela Macdonald-Korth toparse con lo que fortuitamente encontró: examinación UV mediante, halló la especialista que se escondía en la pieza una serie de dibujos realizados por el finado artista con tinta invisible, imperceptibles bajo luz natural. “Empecé a observar la pintura y vi flechas. Nunca había visto nada parecido. Básicamente Basquiat creó una porción secreta en la pintura”, cuenta la mujer sobre el encantador eureka. “No enteramente inesperado”, a decir de voces especializadas, prontas a recordar que ya en 2012 la casa de subastas Sotheby’s de Londres había señalado que la pintura Orange Sports Figure, también de 1981, estaba firmada por Basquiat con tinta invisible. “De cualquier modo, ésta es la primera vez que alguien descubre un dibujo completo con este procedimiento”, aporta la web Konbini, reportando además que ha llamado raudamente la restauradora Emily a que dueños de obras del artista se hagan de lámparas UV y las arrimen a sus propias pinturas del legendario varón, convencida de que darán con dibujos o mensajes escondidos en sus lienzos. “Es tan emocionante ver algo literalmente invisible que el artista puso a propósito, con absoluta intencionalidad”, se entusiasma la neoyorquina, y aunque dice que no está claro si Basquiat pretendía que los dibujos invisibles sirvieran como una guía subyacente para la pintura o si los consideraba un elemento de la obra terminada, algo es certero: “hay una historia allí, un secreto a develar”.