Destiérreme a mi infancia, señor Moral, donde estaban en vigencia los valores que usted reclama pero que no cumple. Pero que en ese pasado no esté su bisabuelo, o su padre, destilando el mismo odio que usted, sea a Perón, a los negros, a los pobres. Destiérreme, nomás, que entonces yo era feliz jugando a la pelota con mis amigos negros, pobres.

Depórteme, señor Sacerdote, al país de los putos, donde se baila y se canta y se habla sin importar los hábitos del que baila al lado. Depórteme a mí y a todos mis amigos y primos putos, y a mis primas y amigas lesbianas también. Mándenos a ese lugar donde no nos fijamos en las plumas de nadie; nos basta que sean buena gente.

Mándeme a Bolivia, señor Gendarme, depórteme a mi pueblito tan lindo y tan mío. Y hágame un último favor. Mándeme a esa época en que todavía no habían llegado los conquistadores que saquearon, mataron y hambrearon. O antes de que llegara la Oil Company Inc.que prometió progreso, lo encontraron para ellos y se fueron dejando tierra muerta.

Mándeme a Africa, señor Bwana, de dónde nunca quise salir. Pero me corrió la pobreza que comenzó ‑qué curioso‑ cuando descubrieron una mina de diamantes. A otros los corrieron las enfermedades. O los subían a un barco para venderlos como esclavos, luego de matarles la familia y de quemar la aldea.

Y usted, Señor Lindo, destiérreme al mundo de los feos, donde nadie se mira con mala cara porque mala cara tenemos todos. Depórteme adonde no te machacan con la belleza anoréxica y las mujeres no tienen que bailar en el caño para ser atractivas ni los hombres vestirse como pavos reales con la ropa que, casualmente, usted fabrica y vende.

Depórteme a Panamá, señor Banquero, que deseo bañarme en sus playas de oro y en sus bóvedas llenas de dinero afanado a los trabajadores del mundo. Déjeme sentir lo que es bañarse en dinero, como el viejo Pato de Disney, para saber lo que ya sé: que no quiero ser parte de esa miseria humana.

Deportame al agujero donde se cayó Alicia, señor Verídico, donde los conejos hablan con una sintaxis tan perfecta que dejan en evidencia a los hombres de palabras vanas y frases huecas.

Depórtame por hippie, por tener muchos hijos, por ser pobre, por no lamentar serlo, por ser solidario, por defender a los otros, por no reírme de los que no tuvieron suerte, por no desearle mal a nadie.

Depórteme por jubilado, Señor Ahorrador, por haber laburado como un gil para enriquecerlo a usted, por no llegar a darme cuenta de que en el camino me saquearían vos, tus parientes, amigos y socios. Y de paso, deporte a su abuelo, que es viejo y ya dejó de producir.

Depórteme, señor Estadístico, al piccolo paese de mis ancestros, allá, en las montañas de Piamonte. Así podré comenzar la historia de nuevo. Subir al barco y venir a hacer la América, ahora sabiendo que usted y sus amigos están esperando para robarme.

Destiérreme, señor Broker, porque no pude pagar la luz y el gas de la casa que mi padre levantó con sus manos. Derríbela y haga un country, pero no le garantizo que de noche no lo visiten los fantasmas de los que fuimos felices allí.

Destiérreme de la tierra que trabajó mi abuelo, señor Terrateniente. Era un pañuelito de tierra, como decía él, y hace rato que se lo quedó el banco. Ahí crece cualquier cosa, porque está regada con su sudor. Yo seré feliz porque la felicidad va conmigo. Usted dejará caer sobre la tierra su odio y en breve será tierra arrasada por su angurria.

Deportame, Chabón, mándame al país de los pendejos, de los imberbes, donde nos reímos de tus trajes, de tus limusinas, de tus guardaespaldas. Depórteme al país de los Lengualargas, señor Censor. Allí donde se usa hablar claro, decir verdades crudas y peladas. Mándeme al mundo de los desconformes, de los revolucionarios, de los transgresores, de los irreverentes, de los rompehuevos.

 

Devuélvame a Francia, a Inglaterra, a Alemania, señor Aduanero, por haber sido un soñador y haber creído que lo que ya no existía en Europa estaba acá: vitalidad, ganas, deseo, creatividad, innovación. Depórteme por boludo. Porque olvidé que acá estaba todo eso, pero que también estaba usted y los suyos.

Destiérreme al mundo de los pecadores, señor Censor, donde la carne es alegría y el pecado pura vida, donde habita lo que usted odia: la pasión, los besos, los orgasmos, la risa.

Destiérreme a la patria del otro, señor Funcionario, allá donde viven los que son iguales a uno aunque sean más negros, más cabezones, más chuecos, a rayas, a lunares. Depórteme al mundo de los músicos vagos y de los bailarines raritos, de los pintores de dedos manchados y de los actores esquizofrénicos, para que nos riamos de tu cara de vinagre, de tu ropa de marca y de tu auto de vidrios polarizados donde escondés tu vergüenza.

Y una vez que haya deportado a la mitad y desterrado a la otra, véndale sus mierdas a su imagen reflejada en el espejo. Transmítale su odio a su imagen repetida en el espejo. Culpe por sus delitos a su imagen reflejada en el espejo.

Háblele a la plaza vacía.

 

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