El tipo de cambio real tocó un pico de 1,92 pesos el 14 de septiembre pasado. Se trata de una competitividad cambiaria que fue el doble respecto de la que había a fin de 2015 y de la registrada en la última parte de la convertibilidad. El dólar parecía no tener techo en medio de la corrida. Pero la Argentina es un país sin grises. Pasaron menos de cuatro meses y la paridad ya retrocedió a 1,54 pesos. El dólar comenzó a apreciarse a un ritmo de casi el 5 por ciento mensual. Los procesos de devaluación real persistente no parecen tener espacio para sostenerse. En el equipo económico no dan señales de querer cambiar esta tendencia en un año electoral.

El Banco Central le había adelantado al mercado que iba a trabajar con bandas cambiarias para evitar la apreciación real de la moneda. La promesa duro poco. El Fondo Monetario Internacional terminó vetando la idea de realizar intervenciones y limitó gran parte del margen del Central para sostener la paridad real. El organismo, en la teoría, puede vender hasta 50 millones de dólares diarios para contener la caída del tipo de cambio. Pero en la práctica no puede ofrecer ni esos montos. Entre jueves y viernes compró sólo 60 de los 100 millones disponibles. ¿Por qué no compró más? La entidad no cuenta con los recursos suficientes para hacer más compras de reservas si pretende mantener las licitaciones a lo largo de todo el mes. 

La autoridad monetaria difundió un comunicado en el que detalló que sólo emitirá pesos para comprar divisas hasta un monto que no supere el 2 por ciento de la base monetaria. El dato no es menor porque adelanta que el Central comprará todavía menos divisas respecto de lo que se pensaba. El 2 por ciento de la base monetaria suma 26 mil millones de pesos (una cifra equivalente a 710 millones de dólares). Esto implica dos cosas. El Central compra durante 14 días reservas a un ritmo de 50 millones de dólares o compra 25 millones diarios a lo largo de todo un mes. Pero no puede sostener un ritmo de 50 millones de dólares diarios durante cuatro semanas como marcaba la intuición hasta los últimos días

Las cifras de intervención son insignificantes en un mercado donde se maneja un volumen diario de al menos 500 millones de dólares. No representan ni el 5 por ciento del flujo. No es el único problema. La cantidad de divisas genuinas que el Central acumula en las reservas también resultan escasas. En el caso teórico que se compren divisas todos los días del mes se sumarán algo más de 700 millones de dólares a las reservas. La cifra no alcanza ni para pagar los intereses mensuales de las Leliq (que equivalen a 1000 millones de dólares).

El Central está jugando con fuego. El rumbo del dólar está en las manos del mercado. Fue lo mismo que ocurrió hasta abril de 2018 y que luego terminó provocando una corrida imposible de contener. Los inversores especularon con las altas tasas de interés hasta que no quisieron arriesgar más y desataron la crisis cambiaria. El Central podría intentar ahora contener la apreciación con una baja más fuerte de la tasa de interés. Pero no lo hace porque se siente cómoda con la relativa estabilidad de la divisa. La apreciación en los últimos cuatro meses fue notable. Mantener el mismo ritmo de apreciación implicaría llegar a octubre con un tipo de cambio real  idéntico al que había en la última elección presidencial. Resulta difícil que ocurra pero la intención del equipo económico no parece apuntar en otra dirección