En junio de 1959, invitado por el Alberto Benegas Lynch, por entonces presidente del Centro de Difusión de la Economía Libre, el reconocido economista de la Escuela Austríaca, Ludwig von Mises, se encargó de dictar seis conferencias en la Universidad de Buenos Aires destinadas a estudiantes, empresarios y políticos. Esta escuela se caracteriza por sus profundas y extremas convicciones liberales. En aquella oportunidad, von Mises resaltó la solvencia de una economía libre. Asimismo, señaló los vicios derivados del intervencionismo estatal. En su tercera conferencia, von Mises afirmó que “la principal tarea del gobierno es proteger el aceitado funcionamiento de la economía de mercado”. 

Bajo aquella egida queda axiomáticamente fijado el camino: la libertad empresarial conduce al crecimiento económico. Hasta se podría argumentar que para crecer sólo alcanzaría con una política que asegure un “buen clima de negocios” que propicie una “lluvia de inversiones”. Por esa misma razón intentar atreverse a romper el paradigma liberal regulando sectores, actividades o precios, constituye una desviación que culminará inevitablemente en desabastecimiento, mercado negro, caída de producción. 

¿Qué acontecía hacia 1959 más allá de la ilustre visita? Derrocado Perón, el período 1955–1958 estuvo signado por un intento de desmontar la “pesada herencia” del aparato intervencionista vía restauración de los cánones liberales. En junio de 1959 asume como ministro de Economía Álvaro Alsogaray introduciendo políticas de neto corte liberal. Ferviente admirador de von Mises y firme detractor del Estado de Bienestar dimitió a su cargo en 1961 dejando un saldo negativo en términos económicos. 

Para la visión de Alsogaray y de los austríacos Perón fue la piedra en el camino pues “reglamentó” la actividad económica. En resumen, para Alsogaray el corolario 1946–1955 no podía ser menos que catastrófico: descenso estrepitoso del nivel de actividad, racionamiento de alimentos, escasez de mercancías, caída de las exportaciones, escaladas inflacionistas, corrupción monumental, fuertes reclamos sociales y sacudones políticos. Incluso aseveró que al momento de escribirse la historia de la “involución” del desarrollo argentino sin duda ubicaría al intervencionismo peronista como una de sus fuentes.

Evidentemente el liberalismo a ultranza plantea un correlato sociopolítico identificando la libertad de mercado con la libertad civil. Al establecer esta analogía de hierro a una economía libre le corresponde una sociedad soberana en términos políticos. Esta equiparación clausuraba toda iniciativa de regulación económica. En el terreno de los excesos, Alsogaray intentaba ligar al peronismo con un experimento nazi-fascista que coartaba la libertad individual y de mercado. 

Canonización

Con la llegada al poder de la alianza Cambiemos las palabras de von Mises son reinterpretadas y puestas en valor. Asistimos a la “canonización” del mercado como única salida del atolladero actual. Esta obsesión por la libertad de mercado luego de la niebla “populista” de los últimos setenta años, esta “purificación” luego después del “oscurantismo” es percibida por el establishment económico y mediático como un soplo de aire fresco que salvaguarda los valores capitalistas y sobre todo sus privilegios. 

A todo motor el espíritu “Mini-Davos”, la opulencia del G20, la estética “eficientista” del mundo empresarial y el stand-by del FMI continúan a paso firme. Entretanto la “Ceocracia” se pavonea sin ruborizarse y las trasferencias pornográficas de recursos hacia el capital concentrado no cesan. Paralelamente el salario real cae esperando una respuesta política que no llega ni llegara. El sacro “mercado” está de regreso. 

Hoy, a más de sesenta años de las conferencias de von Mises, muchos aspectos relevantes de la economía argentina permanecen en constante ebullición y disputa. Nada parece haber sido saldado totalmente. Por caso, la clásica tensión mercado–intervención no pudo ser superada convirtiéndose en el hilo conductor de la historia económica argentina. 

Obviamente tampoco pudo ser zanjado o consensuado políticamente un proyecto integral de país, en cambio, en más de una oportunidad se eyectaron ministros y presidentes. Otro factor central que tampoco halló acuerdo fue la distribución del ingreso, la restricción externa y la inflación. Sin más, la historia siempre está por escribirse, los frentes permanecen abiertos y las incógnitas abundan por doquier 

* Economista.