“La educación no cambia al mundo, cambia a las personas que van a cambiar al mundo.” Es muy probable que ninguno de los involucrados en Deadly Class (estreno de FX el próximo jueves a las 22) y The Umbrella Academy (el 15 de febrero vía Netflix) sepa quién es Paulo Freire. Pero la cita del educador brasileño calza perfecto en estos productos que invierten las historias sobre lo que sucede en las aulas y su contexto. Claro que sus personajes son tan extravagantes como lo es ese mundo por alterar. ¿Clases de envenenamiento? ¿Una toma de rehenes como examen práctico? ¿Pedagogía para superhéroes y villanos? Todo eso acontece en estas ficciones muy fieles a los comics que les dieron origen y que además tienen en común la filiación con el rock de los ‘80. 

La primera presenta a una escuela VIP a la que acuden los herederos de las mafias más poderosas del globo. El protagonista es Marcus (Benjamin Wadsworth), un auténtico paria del King’s Dominion. Llegó hasta ese atelier de las artes mortales de San Francisco signado por una serie de tragedias, reclutado por el maestro Lin (Benedict Wong) quien cree que tiene pasta para el crimen. Sus compañeros no se la van a hacer fácil y tendrá que ganarse su lugar a los golpes entre expertos en esas lides. Hay armas de fuego, trampas, el sabor de la sangre, neonazis y hasta un ruso cuyo padre fue el asesino favorito de Stalin. ¿Pero qué sería de la secundaria sin una cuadrilla? Una japonesa yakuza, una latina fanática del día de los muertos y un francotirador serán parte de su clan. Gran parte del atractivo de la serie recae en la violencia hiperestilizada y el modo inusual de contar las tribulaciones de un adolescente en la secundaria. Está producida por Joe y Anthony Russo (directores de Avengers: Infinity War) quienes dijeron que se trata de “un típico relato iniciático con unas vueltas de tuerca perturbadas”.  

Hay otro punto destacable en esta ficción y su Hogwarts delictivo: el contexto de 1987 acompañado por canciones de Killing Joke, Depeche Mode, Echo & The Bunnymen, New Order y The Damned, entre otros. De hecho, el creador del comic y productor de la serie asegura que las mayores influencias para la historieta fueron Fugazi y Black Flag. “Quise plasmar el espíritu de esas bandas en una escuela de asesinos. Su peligro es una metáfora de las emociones, el vértigo y el trauma de esos años”, planteó Rick Remender. No por nada Henry Rollins interpreta a un profesor especialista en intoxicaciones.   

Si una fue creada por un melómano confeso, The Umbrella Academy nació de la mente de una estrella de rock que también es un amante de los comics. La autoría es de Gerard Way, más conocido por su rol al frente de My Chemical Romance. Quizá la banda que mejor explotó la estética emo punk con videos y canciones melodramáticas, puntillosas, siniestras y con un perturbado sentido del humor (chequear “Welcome to the black parade” y “Teenagers”). Lo dicho sirve para entender el trampolín timburtonesco en esta oda a superhéroes con habilidades inusuales, incluso, para este tipo de relatos. ¿Un ejemplo? Hay un astronauta forzudo y sensible con cuerpo de mono. Cabe apuntar que dos de los protagonistas ya tuvieron experiencia en este tipo de asuntos. Ellen Page (quien transitó el universo X-Men) interpreta a una misteriosa chica que no tendría ningún poder especial más que saber tocar el violín. Robert Sheehan (Misfits) encarna a un adicto en recuperación con la pericia para comunicarse con el más allá.

Hacia 1989 varias mujeres que no tenían signos de estar embarazadas parieron espontáneamente a sus hijos. Siete de estos pequeños fueron adoptados por un millonario que quiso explotar sus poderes. La entrega nos sitúa más de veinte años después, el proyecto de este hosco Profesor Xavier ha fracasado (los flashbacks ayudan a entender los motivos) y cada uno de los miembros de la academia anda en la suya. Tras su muerte, los protegidos tendrán que reunirse para salvar al mundo del cataclismo que se avecina. Es que uno de ellos viene del futuro con malas noticias. 

La serie se sirve de un imaginario rocambolesco junto con un soundtrack heterogéneo (The Who, The Might be Giants y Paloma Faith). Pero más allá de la música, los poderes singulares, la estética viciosa y el plafón rocker hay otro punto que une a The Umbrella Academy con Deadly Class: ese instante en el que un sujeto se siente un inadaptado hasta con los de su especie. Solo faltaría que Alice Cooper fuera el director de los establecimientos y cerrara cada jornada al ritmo de “Schools Out”.