No es tipo de matices, careteadas y ambigüedades, don Nebbia. Más bien va de frente, directo y con mucho. Tanto que puede, sin ningún tipo de pruritos ni prejuicios, titular un disco suyo como No Hits, veinte canciones que nadie supo escuchar. Se trata, como su título manda, de un cúmulo redondo de versiones anticomerciales que muestran a un Litto actual y muy afilado que precisamente no tiene –no tuvo jamás– la intención de componer hits, más allá de que salgan o no. No Hits es, entonces, el primer disco de una saga de cuatro (propios) que publicó a través de Melopea, durante 2016. Se trata de un ecléctico recorrido histórico por canciones que van desde “Sueña y Corre”, histórico tema de Los Gatos era Beat Nro 1, hasta “Talismanes”, que apenas cumplió cinco añitos. Entremedio, un mundo. Y en los entresijos de ese mundo, una versión a piano solo, melancólica y vital, de “Tristeza en los andenes”, registrada originalmente en 1996 y explicada por él mismo como “una de las que más quiere”. Otra de “Yo no permito” (1983), en clave de rock and roll, que en el pasado atravesó los duetos Nebbia-Baglietto; Nebbia-Cuarteto Zupay; Nebbia-Calamaro, y ahora va con una de sus bandas tardías: Leopoldo Deza, Daniel Homer, Gustavo Gianinni, Daniel Colombres y Los Reyes del Falsete.   

 Imposible nombrar las veinte, tanto como omitir ciertas, como la bellísima visita a “Está en tus manos”, pieza nacida con el siglo; “Algo de verdad”, (registrada por primera vez en El hombre que amaba a todas las mujeres, de 1997), ahora revistada con finura cadenciosa, a manos de un seleccionado de músicos con el que pocos –casi nadie- puede contar: el Mono Fontana en piano acústico, Hugo Fattoruso, en acordeón y solo de piano; Quintino Cinalli, en batería y César Franov, en bajo eléctrico. Grandes de las músicas del Río de la Plata, que se entreveran con una orquesta de cuerdas para lograr una de las piezas más sentidas del disco. Tampoco sería lógico retacearle elogios a la inédita “Distraídos”, que Nebbia escribió en 1993, ni bien se enteró de la desaparición física de su -adorada- madre Martha. Tampoco a “Ese corazón”, tema también finisecular en el que su creador se reproduce a sí mismo en voz y todos los instrumentos; a “No sé”, otro punto álgido, por su belleza intrínseca. O al “Mexican Blues”, cuya grabación-estreno fue para el disco Litto Nebbia & la Luz, grupo que armó mediando la primera década del siglo (junto con Ariel Minimal) para despacharse con unos blusazos, en este caso para describir, en clave de rémora lúdica, sus tragicómicas andanzas por el país del norte durante los primeros ochenta.

Disco II: Piano y voz (en vivo en Zapala, 2014). Un piano Steinway atravesó casi doscientos kilómetros desde Neuquén para poner en acto algunas maravillas sonoras del universo Nebbia. En lo global, se trata de un trabajo muy original y de necesaria edición antiolvido. En lo puntual, funciona como para deleitarse con un alucinante viaje por “Michacheo”, pieza del injustamente olvidado Marcelo Berbel. Con –otra vez– “Tristeza en los andenes” y “Mexican Blues” (de impecable blues al piano), dos piezas que el creador parece adorar, o al menos tornar presa de nuevos y diversos arreglos. También aparece una muy gustosa versión de “Solo se trata de vivir”; otra, bien intimista, climática, de esa declaración de principios musical llamada “El compositor no se detiene” que muchos creen de Andrés Calamaro, pero no… es del imparable Litto, que también se muestra en impecable forma en la ensoñada “Música para las estrellas” ensamblada con “La Balsa”. “Más de una hora de cantar y tocar, sin tener que corregir nada, posteriormente. Lo que se llama un real disco en vivo”, escribe Nebbia en la lámina interna del disco, como corolario del disfrutable lapsus en tierras patagónicas.

Disco III de este ampuloso mundo: PowerSurTrío. Es su más reciente formación, en la que él toca piano, teclados, guitarras, armónica y percusión, además de cantar. Y lo secundan Gustavo Giannini –compositor de “Sobre el sol y la luna”–, en bajo eléctrico y Julián Cabaza, en batería y percusión. Una primera cuestión a destacar del PST (también llamado PTS, por Poderoso Trío del Sur, y reunión de amigos, por el mismo Nebbia), es el falsete con que el peronista rosarino arranca el disco a través de la pieza epónima: “Canto de la luna”. Una segunda, es el talante vintage que respira “Ecos del beat”, tema dedicado a Brian Auger, prolífico tecladista nacido en Hammersmith, Londres, que ha tocado con y para Jimi Hendrix, Sonny Boy Williamson y Eric Burdon, entre otros. Y que solo durante el segundo lustro de la década del sesenta, el que homenajea Litto, grabó siete discos. Una tercera, dada por la melodiosa “Cenizas”. Una cuarta, por la improvisada de nombre sugerente (“Paseo Hip-Hop”), y una quinta que tiende un puente con los anteriores trabajos: la compulsión a versionar temas pasados.

En este caso, le dio por hacerlo con “No trates de esconder tu pena” (del disco Buscando en el bolsillo del alma, 1988) y una psicodélica, colgadita, versión de uno de los mejores temas de su enorme trayecto: “Hijo de América” (de su segundo disco solista, publicado en 1970) ensamblado con “Niña serrana”, pieza del grupo peruano al que va dedicada la díada: El Polen. La otra gran puerta de entrada al disco tiene nombre, apellido y tema: Eduardo Mateo, “Hoy te vi”, revisada a un cambio menos y emotividad a más... la más bella del disco, según la subjetividad del cronista. El profuso material de Melopea sigue con un disco a dúo con Silvina Garré, llamado Archivo Jobim, monstruo de la bossa, de quien versionan, entre otras piezas, “Falando de amor”, “Vivo Sonhando” y “Corcovado”. Y una yapa porteña que entrega el bandoneonista Walter Ríos (Aeropuerto París), en el que rinde tributo a Astor Piazzolla a través de suculentas reversiones de “Buenos Aires Hora Cero”, “Milonga del Angel” y “Fracanapa”.

Es Litto, otra vez, en su máxima expresión musical y discográfica.