Adrián Stoppelman rehúsa reconocerse a sí mismo como un simple “humorista”. No porque no lo sea, sino porque cree que la mejor forma de definir lo que hace todas los días en La mañana con Víctor Hugo Morales (AM 750, de 9 a 12) es “perio-humorismo”, una categoría inventada por su siempre agudo genio. “Trabajo a la par de los periodistas y analizo periodísticamente los mismos temas, pero utilizando otra herramienta que no es la crítica ni el análisis más ortodoxo; por el contrario, ataco a la realidad desde el humor. Es un humorismo que cuenta lo que pasa. Y como tal es también periodismo. El humor moderno se basa en revelar lo estúpido de algo, en revelar una verdad oculta”, explica el “perio-humorista”, en la entrevista con PáginaI12. “En muchos casos mi trabajo consiste en mencionar una noticia tal cual es para que cause gracia. Ya es estúpido o absurdo lo que sucede”, subraya Stoppelman, que acaba de publicar Noticias de Macrilandia (Editorial Colihue), un libro de humor político en el que repasa la gestión de Cambiemos en el gobierno desde una observación tan irónica como punzante.

Observar la realidad para subrayar sus absurdos y desnudar sus contradicciones siempre fue materia prima para Stoppelman. A lo largo de más de tres décadas como libretista, el humorista supo llevar su humor a recordados ciclos televisivos como La noticia rebelde, Kanal K, Juana y sus hermanas y Peor es nada. Desde 1992 es el socio radiofónico en el humor de Víctor Hugo, primero en Por deporte y desde 2007 en La mañana. De hecho, Noticias de Macrilandia está conformado en buena medida por las columnas radiofónicas que hacen reír (y llorar) a los oyentes del programa de la AM750. “Macrilandia es un país de ficción, un país donde no se pueden creer las cosas que pasan. Es el país de la confusión general, donde no sabés si te están mintiendo, si realmente se creen lo que te están diciendo o si creen que lo que dicen es lo que realmente está sucediendo mientras sucede exactamente lo contrario de lo que dicen o creen que sucede. Lamentablemente, Macrilandia es un fenómeno global. Tenés Trumplandia, Bolsonarolandia, Macronlandia...”, analiza Stoppelman, que el sábado a las 21.30 presentará junto a Bibiana Tonnelier el espectáculo Vienen por todo (más gente de m...) en Café Moserrat, San José 524.

–¿Qué lleva a un guionista/humorista a publicar en un libro aquello que escribió para un medio como la radio?

–Me parece que es la misma razón por la que un dramaturgo publica su obra de teatro. O un guionista el libro de una película. Cada mañana ejecuto mi “obra” y a las palabras se las lleva el aire. En cambio, al plasmarlas en un libro da la sensación de que quedan asentadas en algún lado, de que no desaparecieron. Y por otra parte, el deseo de que se note, y mucho, el hecho de que cada día yo escribo al menos dos páginas de humor. La vez pasada alguien en el Facebook de la radio, como forma de insulto, veía el video de cómo yo leía mis textos y los interpretaba, y decía algo así como “ahí tenés, la espontaneidad”. Para mí es un halago. No sé cuánta gente escribe la cantidad de material que escribo por día y hace ya más de 11 años. Tal vez por mis orígenes teatrales o por mi gusto por la escritura estoy en un cien por ciento de acuerdo con el eslogan de Argentores: no hay obra sin autor. Ese mismo que creía que me insultaba porque leía desconoce una tradición perdida de la radio de hoy en día: la de los autores. Me interesa rescatar lo artesanal del trabajo autoral por sobre cualquier forma “multimedia”.

–¿Cómo fue la traslación del humor en clave de oratoria radiofónica a la hoja y al papel que el lector deberá interpretar?

–Es muy distinto el efecto del texto interpretado por mí en la radio y el texto leído por el lector en el libro. La interpretación no está en el texto. Falta. Y la voz del lector, por más que sea un oyente del programa y tenga mi tono de voz en la mente, también es distinta. Uso mucho la comparación con la música. Cualquier partitura puede ser interpretada de mil maneras distintas, más allá de que sean las mismas notas, los mismos silencios, los mismos compases. Pero del papel al instrumento hay un proceso de interpretación, de tempo, de ritmo, que depende del ejecutante. El lector de un libro es el ejecutante final de esa partitura. 

–¿Cuál fue el criterio de selección de textos? 

–Intenté que haya variedad de tipos de micros de humor. Traté de lograr un balance entre lo formal y el contenido. Y para el contenido prioricé los que giran alrededor de las noticias o sucesos que más describen, por su propia idiotez o ridiculez, estos tiempos de globos amarillos. Porque creo que haciendo eso el libro supera en un escalón el mero libro recopilatorio de humor y se convierte en una especie de libro de historia de estos dos últimos años. Incluso opté por no hacerlo cronológico. Es toda una ensalada discepoliana de absurdos, abusos, brutalidades e ignorancias varias que es, lamentablemente, lo que nos gobierna.

–¿Es el humor una forma de resistencia?

–Por definición, el humor, no solo el político, es una reacción a algo que está mal. Revela lo estúpido. A nadie le gusta que le anden revelando lo estúpido de lo que uno hace. Al poder tampoco. No es casual que, más allá de que era mucho más que una simple “revista de humor”, una revista como Humor haya sido, junto con otras, un foco de resistencia frente a la dictadura. No es casual que entre los censurados del mundo estén los humoristas casi siempre a la cabeza. A nadie le gusta que se le rían de lo que hace. Obviamente que también hay periodistas censurados en la Argentina y en el mundo, y no por decir cosas graciosas. Pero es el mismo criterio: están revelando una verdad que el poder no quiere que se revele. Hay gobiernos o regímenes que se lo bancan más que otros. Pero se lo bancan porque no tienen más remedio. Pregúntenle a Sarah Palin lo mal que le hicieron las imitaciones de Saturday Night Live a nivel político. Es más: voy a decir algo que a mucha gente la va a horrorizar, pero la imitación que hacía Fátima Flores en PPT de Cristina era muy buena. Tanto que no me caben dudas del daño político que le provocó a la expresidente. PáginaI12 utiliza mucho el recurso en sus tapas. El chiste de Paz y Rudy es un editorial que en tres renglones dice más que veintitrés páginas del diario. 

–¿Es un buen momento para hacer humor político? 

–No lo sé. No estoy seguro. Material siempre hay, en cualquier gobierno, en cualquier realidad. No creo que sea un buen momento porque no es un gobierno con tolerancia a la crítica, es un gobierno que no se la banca. Están metiendo pibes en cana por un tweet. Es un gobierno que despide gente de medios simplemente porque piensa distinto. No hay ninguna pluralidad en lo que propone desde los medios oficiales y para-oficiales.

–¿Cómo afecta a la creación humorística la manera de gestionar el país y la comunicación de Cambiemos? 

–Muchos creen que facilita. No estoy tan seguro. Cuando algo es estúpido y gracioso, ¿cómo hacés para superarlo? Juan Carlos Calabró hacía unos sketches en los que imitaba a Batman o a Los locos Addams. Para mí no tenían ninguna gracia, porque estaban parodiando algo que ya era gracioso. No tenía valor agregado. Los humoristas yankis en este momento no la están pasando bien con Trump, porque es demasiado absurdo todo lo que pasa. Un intendente va y en lugar de construir una pileta la pinta en el suelo y llama al asunto “Water Park”. Es un sketch de La pistola desnuda. Pero no. Es la realidad. ¿Cómo lo superás? El troglodita bolsonarista de campera amarilla dice cosas que, además de peligrosas, son tan absurdas que no se pueden empatar. “El virus del sida penetra la porcelana”... ¡paren un poco! Es competencia desleal. Tenés que tener un nivel de locura muy alto para poder superar esos chistes. El olor a dólares, el ruido a caja fuerte... ¡ni en un capítulo de Los Simpson! Un presidente y una vice que viven en batalla permanente contra el sujeto, el predicado y la gramática, diputados y senadores que viven en la Edad Media... No es tan fácil como creen.