Amante del turf, principalmente, y nadador para bajar de peso por una cuestión de imagen, Carlos Gardel –el cantante emblemático de la Argentina– tenía su “lado B”, como define Marina Cañardo, directora del Museo Casa Carlos Gardel (Jean Jaurès 735, barrio de Abasto), donde se exhibe la muestra Gardel y los deportes, en la que abundan fotografías y objetos personales y de época. Todo relacionado a la actividad deportiva. Se divide en tres partes: turf, fútbol y otros deportes.

Se trata del resultado de un trabajo de sociólogos, historiadores, coleccionistas particulares, instituciones y el equipo del museo. También hicieron aportes el Archivo General de la Nación (documentales) y el Museo del Barcelona, club en el que Gardel tenía amigos, como Josep “El mago” Samitier. Sus amistades se continuaban en el jockey Irineo Leguizamo, el también futbolista Pedro Ochoa (Racing) y el boxeador Angel Rodríguez.

“Queríamos dar a conocer un vínculo poco explorado, como es el de Gardel con los deportes, un Gardel que veía partidos de fútbol o que hacía gimnasia, como cualquiera de nosotros”, le explica Cañardo a PáginaI12.

En Gardel y los deportes hay una foto trucada en la que el cantante posa con los jugadores uruguayos y su trofeo tras ganarles a los argentinos 4 a 2 en Montevideo la final del Mundial del 30. “Sería una especie de fake news de la época”, define Cañardo. Lo cierto es que esa vez Gardel visitó a los dos planteles. Argentina y Uruguay siempre se disputaron su nacionalidad. Para los orientales nació en Tacuarembó el 11 de diciembre, entre 1883 y 1887. Desde Argentina se descarta la duda aduciendo su nacionalización en 1923. Los franceses dicen que Gardel nació en Toulouse el 11 de diciembre de 1890 como Charles Romuald Gardes. El Carlos Gardel se corresponde con esta parte del mundo. Racing e Independiente, en cambio, se lo disputan como hincha. Los dos bandos de Avellaneda tienen alguna referencia para ponerlo de su lado. Otros dicen que iba por Boca.

El fútbol para Gardel era un deporte más. Lo que le apasionaba –y puede apreciarse en la muestra– era el turf. “El mismo contó en una nota de 1933 que estaba en una cancha viendo un partido y se fue directo a Palermo para una carrera. O sea, no tenía mucho interés por el fútbol. Le gustaba pero hasta ahí no más”, señala la directora. Hay una anécdota que pinta cuánto se apasionaba por los caballos: en noviembre de 1918, él y José Razzano abandonaron una presentación en Santa Rosa, La Pampa, para hacer los 600 kilómetros que los separaban del Hipódromo de Palermo, donde en menos de 48 horas se medían Botafogo y Grey Fox en la que se anunciaba como “La carrera del siglo”. Se escaparon un viernes a la noche y llegaron el domingo.

Gardel también fue propietario de caballos. Tuvo a Lunático (lo corría Leguizamo), La Pastora, Amargura, Cancionero, Theresa, Explotó, Mocoroa y Guitarrista. Algunas de sus canciones también iban por ese lado: Por una cabeza, Leguisamo solo, Palermo, Bajo Belgrano, La catedrática, Soy una fiera, Polvorín y Uno y uno. “Sin dudas, el más deportivo de sus tangos es Por una cabeza”, se juega Cañardo ante la consulta de este diario; aunque no se olvida de Patadura, un humorístico en el que se menciona a futbolistas y del que los asistentes a la muestra se podrán llevar un recuerdo. 

En cuanto a sus actividades, Gardel hacía natación para bajar de peso. Rondaba los 120 kilos y se estabilizó en los 76. Un coleccionista aportó una fotografía bastante fuera de lo común en la que se lo ve saliendo de una playa montevideana, con una remera negra, un gorrito y obeso. Además practicaba aerobismo y gimnasia sueca en la Asociación Cristiana de Jóvenes. Solía salir a caminar y jugaba seguido a la pelota vasca y al tenis.

El carnet del Club de Pescadores de Buenos Aires que lo identifica como el socio 855, con fecha del 14 de marzo de 1933, está amarillento por el paso del tiempo: es otra de las reliquias que encontrarán los visitantes. “Uno de nuestros objetivos al pensarla era sorprender a la gente. Y lo logramos”, se enorgullece Cañardo.

Llámenlo como quieran, como gusten: Carlitos, Zorzal Criollo, Morocho del Abasto, Rey del Tango, Mudo o Troesma. Total, otras son las cosas que no se discuten. Una de ellas, que cada día –como siempre se dijo– canta mejor. La otra es que su espíritu no se va jamás del barrio del Abasto y ahora también se le da por el deporte.