En las elecciones presidenciales celebradas ayer en El Salvador los jóvenes fueron los protagonistas. Sus principales reclamos fueron por mayor seguridad y más empleo, en uno de los países más violentos del continente. Nayib Bukele, ex alcalde de la capital, fue quien los sedujo ampliamente y quien podría romper con el bipartidismo que se alternó el liderazgo del país centroamericano por 30 años. Al cierre de esta edición se desconocían los resultados definitivos de los comicios en los que Bukele aparecía como

favorito para suceder a Salvador Sánchez Cerén, seguido por el candidato de el partido derechista Alianza Republicana Nacionalista (Arena), Carlos Calleja, y por Hugo Martínez del izquierdista Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional (FMLN). 

“Honestamente da miedo salir uno solo a la calle, nunca se sabe qué le puede ocurrir a uno, por eso pienso que quien sea que gane en estas elecciones debe de preocuparse por nosotros los jóvenes, darnos más seguridad por tanta violencia”, dijo Gabriela Solórzano, una joven de 19 años, que acudió ayer a votar en una escuela en el municipio de Mejicanos, perteneciente a la capital, San Salvador. Mejicanos es considerado uno de los municipios calientes de El Salvador, donde las pandillas se reparten el control en muchas de sus colonias. La joven explicó que hace un año se graduó de secundaria y pese a hablar inglés no ha encontrado empleo ni ha logrado iniciar la universidad pues sus padres no pueden pagarla. “Uno sueña que todo cambie en este país, que podamos trabajar para poder pagarnos el estudio, pero es algo decepcionante la situación”, lamentó Solórzano quien anhela ser profesora de inglés.

En otra escuela de la localidad de Ayutuxtepeque, vecina a Mejicanos y también con fuerte presencia pandillera, hacía cola para votar Rafael Vides, de 23 años, trabajador en un centro de llamadas. “Uno viene a votar pues es un derecho, pero también para hacerse sentir, cada voto cuenta. Se necesita que la situación mejore, quiero salir a la calle sin pensar que me pueden matar solo por visitar un lugar donde no me conocen”, dijo Vides luego de sufragar.

El Salvador registró 3.340 homicidios en 2018, 15 por ciento menos que el año anterior, aunque su tasa de 51 asesinatos por cada 100.000 habitantes lo mantiene como uno de los países sin guerra más violentos del mundo. La cifra excede de lejos el promedio mundial de 5,3 homicidios por 100.000 habitantes en 2015, según la Oficina de la ONU Contra la Droga y el Delito. Las autoridades atribuyen la mayoría de homicidios a las pandillas, que tienen unos 70.000 miembros, de los cuales 17.000 están encarcelados.

Los jóvenes son los más expuestos a la violencia criminal de las pandillas, puesto que en muchos casos son obligados por esos grupos a ingresar a sus filas y los que se resisten a ser reclutados son obligados a abandonar sus zonas de residencia junto a sus familias. Según los sondeos, la inseguridad por la violencia homicida, generada principalmente por las pandillas, y la débil economía son los principales desafíos que afrontará el futuro gobierno.

“Ojalá el nuevo presidente sea consciente de que se necesitan más trabajos, mejores salarios, porque es bien complicado conseguir trabajo por primera vez”, se quejó, por su parte, Ligia Mejía, de 21 años mientras mostraba orgullosa su dedo manchado de tinta por el voto. En su pequeño territorio de 20.742 km2, el país centroamericano tiene 33,3 por ciento de sus 6,6 millones de habitantes en condición de pobreza y una tasa de desempleo de 7 puntos.

En una jornada electoral en que la reducción de la violencia es una de las principales demandas, poco más de 5,2 millones de personas estaban convocadas a votar para elegir al presidente y vicepresidente que gobernarán El Salvador del 1 junio de 2019 al 31 de mayo de 2024. Sin embargo, sólo emitió su voto alrededor del 40 por ciento del padrón.

Con un discurso centrado en el rechazo al bipartidismo y con consignas contra la corrupción, Bukele, empresario y ex alcalde de San Salvador, conquistó a los jóvenes con frases cortas y pegadizas que se volvieron remeras: “El dinero alcanza cuando nadie roba” o “Devuelvan lo robado”. Bukele, de 37 años, quien se autodefine como antisistema, gusta de vestir jeans, medias de colores vivos y muchas veces una gorra con visera hacia atrás. Casi como un millenial más, tiene empatía con los jóvenes con quienes se mantiene conectado vía redes sociales. Tanto es así que presentó sus propuestas por la plataforma Facebook Live. 

Bukele es hijo del ahora fallecido empresario Armando Bukele, un doctor en química industrial y representante de la comunidad salvadoreña de origen árabe-palestino. Estudió derecho en la jesuita Universidad Centroamericana de San Salvador, aunque sus oponentes le cuestionan que no logró graduarse por dedicarse desde los 18 años a trabajar en una empresa de su padre. Juega a su favor el hecho de que salvó a la compañía de la quiebra a la que se dirigía.

La familia Bukele simpatizaba con los principios de justicia social que enarbolaba la guerrilla izquierdista del FMLN, en los años ochenta al grado de brindar refugio a algunos de sus dirigentes, pese al riesgo de cárcel o hasta de muerte que representaba. Fue así como heredó de su familia la simpatía por la exguerrilla que, tras el fin de la guerra civil de 12 años, se convirtió en partido político en 1992.

En el 2011 Bukele se ofreció al FMLN para competir por la alcaldía de Nuevo Cuscatlán, un municipio de 10.000 habitantes vecino a la capital, donde ingresó a la política ganando en la elección de marzo de 2012. En noviembre de 2014, en el marco del Día Mundial de las Ciudades, la ONU lo invitó para hablar de su transformadora gestión en Nuevo Cuscatlán.

Ante su popularidad, el FMLN lo postuló para recuperar la alcaldía de San Salvador que estaba en manos de la derecha, lo cual logró para período 2015-2018. Como alcalde de San Salvador, sus proyectos emblema fueron la iluminación de toda la capital y la recuperación y remodelación de parte del centro histórico capitalino.

Pese a que las bases del FMLN lo apoyaron para un segundo período, el partido lo expulsó el 10 de octubre de 2017. El Tribunal de Ética de la formación de izquierda tomó la decisión puesto que consideró que Bukele había “proferido agresiones verbales” contra la concejala Xochilt Marchelli, situación por la que actualmente enfrenta un proceso judicial por violencia machista.

Bukele, quien en 2016 aseguró que no buscaría la Presidencia del país con formaciones de derecha, dejó de lado su ideología política para competir en las elecciones cobijado por un partido que fue fundado en 2010 como resultado de un división al interior de Arena, la Gran Alianza por la Unidad Nacional (GANA). No obstante, el exalcalde señaló en repetidas ocasiones que si llega a la Presidencia gobernará con independencia de GANA -a quien se unió a último momento en julio del año pasado para competir por la presidencia- y que la dirección de esa formación no intervendrá en sus decisiones.