El año pasado, durante una charla con Página/12 a propósito de la quinta temporada de Terrenal, Mauricio Kartun se entusiasmaba con la idea de poder llegarle con la obra a aquel público que está “por fuera del teatro independiente”. En ese momento, como había hecho desde junio de 2014, reestrenó la aclamada pieza en el Teatro del Pueblo, cuna y casa originaria del espectáculo al que ya vieron más de 70 mil personas. No imaginó entonces que un año después, también en entrevista con este diario, celebraría el desembarco del espectáculo en la sala Caras y Caretas 2037, un espacio al que identifica justamente con esos márgenes que andaba buscando y en el que se muestra muy ansioso de estrenar. “Trabajar en una sala que depende de la actividad sindical nos crea una expectativa muy grande porque, por su propia composición, tiene acceso a un público nuevo, distinto”, dice sobre el teatro del Grupo Octubre y en el que hará funciones los viernes y sábados desde el 15 de febrero. 

Sin planearlo y como aquellas cosas del destino inesperado de los grandes materiales teatrales, el estreno en esta sala del “pequeño misterio ácrata”, como subtitula a la pieza, será especial porque significará que por primera vez hará una temporada fija fuera de su sala original, que cerró para mudarse a un espacio nuevo. “Nos pareció una oportunidad. Cada vez que uno inicia una temporada lo hace con el alma resignada a que es la última. Estamos acostumbrados a que el público se agota y hay que bajar. Pero la quinta cerró con mucho empuje por un porcentaje muy alto de público que se repite, un fenómeno bastante curioso en el ámbito local. Eso nos alentó a probar una sexta y ahí apareció la posibilidad de esta sala, que nos ofrecía condiciones muy generosas en relación al marco habitual de las salas grandes, que suelen ser muy exigentes”, cuenta el gran autor teatral, que en paralelo prepara para septiembre una nueva obra para el Teatro San Martín (ver recuadro).

La nueva apuesta vendrá con un cambio en el elenco, que ya había sufrido modificaciones respecto del original: Tony Lestingi reemplazará a Claudio Da Passano en el rol de Abel, aunque no será un papel nuevo para él, que ya había interpretado al personaje durante unos meses tras un viaje del actor que ahora se va. Completarán el trabajo en escena Claudio Martínez Bel, que seguirá en la piel de Caín, y Rafael Bruza, que hará lo propio con “Tatita”, el ya mítico personaje que se ganó un lugar destacado (y de estudio) en la historia teatral nacional. El resto de la obra quedará igual. “Bah. En realidad siempre cambia pero no por nosotros. Las grandes modificaciones que se producen en un espectáculo vienen siempre a caballo, no de los actores ni de lo que pasa arriba del escenario, sino de lo que pasa abajo”, dice el autor de Chau Misterix a propósito de las múltiples relecturas que fue teniendo la obra durante estos años que estuvo en cartel. 

Como en cada temporada, Kartun no sólo será autor y director, sino también “productor”. “No me conforman esos dos roles porque las pienso como tareas abandónicas, como que hago lo mío y nada más. Hay otra alternativa, la de ser una especie de productor ad honorem que se encarga de mover la obra, de conseguir las giras, de negociarlas, de agitar. Sigo yendo a cada una de las funciones, estoy en el camarín antes de que comience y hago una pasada completa en la semana para ver cómo va. No va a ser la excepción”, confiesa el también docente, que ya completó con este espectáculo más de 700 funciones y diez giras internacionales, haciendo de él el material más visto de la escena independiente local. 

–La nueva temporada implica un cambio de sala, ya que la mítica sede del Teatro del Pueblo, cuna y casa de Terrenal, cerró por próxima mudanza. ¿Qué significa para la obra mudarse al CC2037?

–A nosotros trabajar en una sala que depende de la actividad sindical nos crea una expectativa muy grande porque, por su propia composición, tiene acceso a un público nuevo, distinto, que a lo mejor no frecuenta el teatro independiente. Es como la sensación de ir de visita a otra casa, como cuando te vas de gira, que te encontras a un público con otra idiosincrasia. En un punto sentimos que estamos más allá del límite del teatro independiente, también por el marco pedagógico en el que funciona, el de la universidad (la Umet, también vinculada al Grupo Octubre). Vamos a estar rodeados por una energía diferente pero complementaria a la artística, que es la del saber, la del aprendizaje, la del conocimiento. Es una nueva experiencia. 

–En relación a esto que señala de lo sindical, alguna vez dijo que Terrenal retrataba el “conflicto patronal de origen”. ¿Por qué?

–El mito de Caín y Abel es prebíblico y no es otra cosa que el mito que representa el enfrentamiento entre la tribu nómade y la sedentaria, entendiendo por sedentarias a aquellas que se instalan, que acumulan, que pesan, que cercan, que evalúan y que en algún momento requieren de una mano de obra extra. Hablamos de conflicto patronal en el sentido de que aparece por primera vez la figura del patrón por fuera de Dios. Patrón como el dueño, el que posee. Toda la mitología hebrea, las mitologías que vienen del antiguo testamento, hablan de que Caín termina sus días en estado de avaricia, encerrado tratando de proteger lo que había ganado. Se transforma en la imagen del patrón explotador en la antiquísima tradición judía. Tomé de alguna manera esta antinomia, la de lo patronal y lo libertario, encarnado en estos dos modelos de personajes. 

–Es interesante hacer una lectura en un contexto de neoliberalismo como el actual. Sobre todo porque cuando arrancó la obra había otro modo de entender las relaciones laborales y los derechos de los trabajadores…

–Siempre lo decimos: las obras no dialogan con el público, el público monologa con las obras, con lo que de ellas elige leer. En este momento hay una versión de la obra en portugués que se está haciendo en San Pablo. Los actores me cuentan con sorpresa que el público lee un discurso vinculado al Brasil actual y a la presencia de Bolsonaro.

–Estando en año electoral, ¿cree que los espectáculos más ideologizados forman parte de los materiales de discusión política?

–Me parece que sí, sin dudas. En un año electoral las pieles están irritadas, cualquier roce produce urticaria. Sucede viendo una nota en televisión, hablando con el vecino del edificio, ¿cómo no va a suceder cuando te sentás codo a codo a compartir un discurso filosófico, ideológico, político? Es un momento en el que todo está más sensible y las opiniones se magnifican. Con las obras pasa lo mismo. 

–La última vez que habló con Página/12 a propósito del reestreno de Terrenal todavía existía el ministerio de Cultura, ahora devenido en secretaría tras un cambio de rango. A medio año de esa devaluación, ¿qué impacto cree que tuvo la medida adoptada por el gobierno de Cambiemos?

–El impacto que tiene todo lo que se achica. Todo continente que se ajusta, ajusta también la capacidad de lo contenido. Así, un ministerio que se vuelve secretaría inevitablemente contiene menos presupuesto, menos proyectos, menos actividades y menos gestión. Eso que en un principio intentó ser disimulado por la clásica retorica política de las declaraciones voluntariastas se empezó a ver en la realidad. El Instituto Nacional del Teatro ha bajado su presupuesto y se están reduciendo mucho las actividades. Es cierto que este es un año electoral y, en una especie de resignación patética, pensamos que van a tirarle unos mangos a la cultura porque es lo que se ve. Pero por encima de esa expectativa mediocre que no se puede ver, lo que estamos viendo es achique real. 

–Y de cara a las elecciones de octubre, ¿cuál es su visión sobre lo que va a pasar?

–Estoy en un estado de incertidumbre tan alta como cuando escribo una obra y no sé cuándo termina. Miro todos los días el devenir político casi como quien mira el armado de un rompecabezas. Piezas que se corren para un lado y el otro, huecos que quedan y parecieran anunciar la llegada de una ficha que no termina de llegar. Hay un acomodamiento que, confieso, me desconcierta y sobre la que no puedo hacer otra proyección que aquella que hace cada uno en su casa.

–Este año estrena un nuevo espectáculo en el Teatro San Martín. ¿Cree que será la última temporada de Terrenal?

–Me es absolutamente imposible saberlo. Los materiales en algún momento empiezan a dar señales y hoy no las hay de agotamiento. Las entradas para esta temporada se han empezado a vender bien y vamos a seguir con las giras. Ya veremos.

* Terrenal hará funciones, desde el viernes 15, todos los viernes y sábados a las 21 en Teatro CC2037, Sarmiento 2037. Las entradas se podrán adquirir en la sala, en Venezuela 330, en Junín 365 (librería Caras y Caretas) o por alternativa teatral. Informes: 5354-6613.