Histrionismo, movimiento y groove. Sudores y colores urbanos, o sea, puestos al servicio de un gaucho del siglo XIX. Un gaucho devenido quieto, “manso” si, claro, se lo saca de contexto, y se lo trasvasa al vertiginoso y caótico XXI. Un Martín Fierro más cerca de las luces del centro que de la luz mala, dicho de otro modo. En algo así está pensando Manuel Ablín, director artístico de El Choque Urbano, cuando tiene que explicar de qué va Fierro, actual puesta de la agrupación multidisciplinaria, ante PáginaI12. “Nos interesó basarnos en el Martín Fierro porque sus textos poseen un ritmo extraordinario, más allá de su significado. Su lectura es o puede ser musical”, inicia el también guionista y productor, que traduce la intención en acto todos los viernes a las 23 y los sábados a las 21 en El Galpón de Guevara (Guevara 326). “La historia del gaucho Fierro me resulta contemporánea a nuestro tiempo, así que lo leo y puedo pensar en él ahora, y no en 1872”, asegura Ablín.

Martín Fierro hoy, entonces, mostrado en esa bandeja de múltiples menúes que sirve El Choque Urbano cada vez que le da por aparecer. Folklore con instrumentos no convencionales, hip hop, house, tango, danza aérea, poesía urgente, acrobacia y teatro, todo puesto al servicio del personaje de José Hernández. De su Ida, para más precisión, que ya fue mostrada con total éxito en el Konex y que pretende similar recepción, aunque más intimista, en el galpón de Chacarita. “Nos gustó éste galpón porque es un espacio íntimo, pequeño, que nos posibilita poder presentar espectáculo durante largo tiempo, con el objetivo que la obra crezca permanentemente”, desea Ablín, inmerso en los rasgos espaciales del cuarto zarpazo del grupo tras Fabricando sonidos (2001); La nave (2008) y Baila! (2011). 

“En el Konex, en cambio, la sala era para seiscientos espectadores y eso requería necesidades tanto técnicas como de producción distintas a las de una sala pequeña, que adopta una atmósfera íntima entre el espectador y el interprete, por la poca distancia que los separa. El Galpón es un espacio hermoso en el que el espectador tiene la oportunidad de disfrutar de todos los detalles de la puesta y las interpretaciones. A su vez, creo que todo reestreno es acompañado de la renovada creación escénica de sus intérpretes. Desde el equipo de dirección siempre creímos en que las puestas deben ir creciendo y cambiando en la medida en que acontecen los ciclos. Igual, resumiría que en lo artístico es la misma puesta y el mismo compromiso en una sala o en la otra”, detalla el artista.

–¿Por qué, de las dos partes que tiene el libro padre de la literatura argentina, se eligió “La Ida”?

–Por varias razones, pero elegiré una, la que más me gusta: prefiero disfrutar del final de la ida en la que el gaucho Fierro y su compañero Cruz se van a vivir con los indios, rompiendo con un sistema que los había despojado de todo lo que querían, y no en el final de la Vuelta, donde pactan con los mismos que los despojaron de todo lo que querían.

–El hincapié está puesto en la palabra, más allá de la variedad de recursos expresivos con que cuenta el grupo.

–Precisamente, quisimos incorporar a nuestros recursos escénicos la poesía propiamente dicha, a través de un texto que nos emocione. Creo que es momento de sentir. Y decir.

–A propósito de este momento, ¿qué analogías y diferencias nota entre éste marco y el que los vio nacer como agrupación?

–La agrupación se formo en marzo del 2002. Aquellos tiempos estaban teñidos de escasas expectativas en cuanto a lo político. Era el post 2001 y no creíamos en nada ni en nadie, solo nos empujaba la inquebrantable audacia juvenil de hacer lo que quisiéramos, y rebuscárnosla desde lo económico. Éramos jóvenes en medio de un país en ruinas. Vivimos y trabajamos haciendo de todo mientras, en paralelo, vimos cómo el país se iba fortaleciendo, principalmente en la reactivación del mercado interno, cosa que repercutía directa e indirectamente en nuestro trabajo. Luego, desde el 2006 en adelante, nos tocó viajar por el mundo pudiendo cumplir enormes sueños de laburo, y en 2011 empezamos a trabajar para la Nación. Esos años fueron de gran productividad laboral. Disfrutamos con convicción todo lo que pudimos vivir hasta 2015 inclusive. Luego, bueno, ya sabemos... todo se paró de nuevo. 

–Pero no ustedes, por lo visto. 

–Es que este oficio es muy aleatorio y quizás en determinadas crisis generales surgen fuerzas de no sé dónde que te obligan a reinventarte para evitar que los proyectos se hundan. Con un poco de suerte y otro poco de creatividad pudimos sostener al grupo y estrenar Fierro, algo que nos llena de orgullo y satisfacción. Por supuesto, seguiremos apostando a que el arte de crear sea un trabajo feliz, productivo y transformador.