Los malos diagnósticos en economía son funestos. Prácticamente desde la salida formal de la convertibilidad en 2002 hasta diciembre de 2015 hubo un diagnóstico unánime para las llamadas “economías regionales”, como se conoce al conjunto de circuitos productivos de base agraria de la economía local. Los principales problemas de estas economías, se decía, eran dos: el retraso cambiario y el cobro de retenciones a las exportaciones, subsidiariamente se agregaban el resto de los reclamos empresarios propios de las cámaras de cualquier sector, como los impuestos y los costos laborales. En contrapartida, la existencia de beneficios como tarifas y combustibles baratos, ambos con gran incidencia sobre la estructura de costos, o un mercado interno pujante para la mayoría de los productos se desdeñaban por completo.

Como ya es historia antigua, los reclamos en esta dirección se profundizaron a partir de 2008 desde el conflicto con las patronales agrarias de la zona productora núcleo por las retenciones móviles. En esta lucha contra el Estado central, los conductores de los circuitos regionales llevaron siempre como estandarte la situación de los “pequeños productores”, a los que suele ubicarse en primera fila a la hora de los reclamos, lo que siempre aporta una pátina de mayor legitimidad.

Con la asunción de la Alianza Cambiemos, el sector agropecuario, votante masivo del actual gobierno, vio satisfechos sus reclamos. El primer salto devaluatorio se produjo con la llamada “salida del cepo” a las apuradas, el nombre de la hora para la devaluación de partida, y ya en el mismo diciembre de 2015 se eliminaron las retenciones.

Si el diagnóstico ensayado por todos los actores de las economías regionales durante 12 años para explicar la totalidad de sus males hubiese sido correcto, desde entonces debería haberse producido sino una revolución productiva, al menos una mejora permanente de las cantidades producidas y exportadas. Sin embargo, ya se sabe que salvo el efecto riqueza para el sector exportador, nada de esto sucedió. Por el contrario, los mal llamados productores independientes, es decir los eslabones inferiores de los circuitos productivos, los productores primarios que son dependientes del precio que reciben del eslabón superior, siguieron sujetos a la apropiación de renta en el momento de la primera venta. Ello se debe al nulo poder de mercado de estos productores en la formación de los precios recibidos. En paralelo, los costos de producción aumentaron por la devaluación al mismo tiempo que los mercados internos comenzaron una progresiva contracción. Como si fuera poco también aumentaron los precios de tarifas y de un insumo muy importante, los combustibles que alimentan desde equipos de riego a camionetas, tractores y maquinarias. Obviamente, estos mayores costos también alcanzaron a la logística de frío y comercialización, por lo que el ajuste sobre la porción recibida por la producción primaria resultó todavía mayor.

El cuadro descripto no responde, como suele decirse a modo de cliché, a una mirada izquierdista y disruptiva sobre el funcionamiento de las regiones. Las mismas patronales agropecuarias, como por ejemplo Coninagro, dan cuenta hoy del duro momento que atraviesan la mayoría de los circuitos regionales. Insistimos, dura realidad a pesar de que se les concedieron los principales reclamos de política que demandaron durante 12 años.

La primera conclusión debería ser la más evidente. El problema no era ni el tipo de cambio ni las retenciones. Cuando el conjunto de los actores de una economía regional repetía esta cantinela estaban reproduciendo los deseos e intereses del eslabón superior, los exportadores. Y al igual que sucede con la teoría del derrame en la distribución del ingreso entre el capital y el trabajo, creyendo que si le va mejor al exportador ello significa que al productor primario también le llega, es decir creyendo que graciosamente el eslabón superior le cederá una mayor renta al inferior. El detalle es que los ingresos de los productores primarios no integrados siguen y seguirán dependiendo de su poder de mercado. Es este proceso de formación de precios el que debe resolverse para mejorar la situación de las regiones, que empieza, precisamente, con la mejora de la rentabilidad primaria para que sea atractivo destinar inversiones a este segmento.

En este espacio se trató muchas veces la problemática de la formación de precios primarios. Si se vuelve a repetir es porque nuevamente se verifica una crisis de las regiones, que, como siempre, recae sobre los eslabones más débiles. El problema de las regiones siempre fue de distribución del ingreso, lo que derivó en concentración de la propiedad y expulsión de actores, pero sin los beneficios del desarrollo capitalista tradicional, el aumento de las cantidades producidas con prescindencia del empeoramiento de la distribución.

Tomamos una vez más el ejemplo de una economía regional emblemática en su funcionamiento (“emblemática” en tanto su esquema de relaciones económicas puede extenderse al grueso de las regiones) como es el caso de la fruticultura de peras y manzanas. Esta temporada se estiman pérdidas por alrededor de 3000 millones de pesos. La pérdida surgirá fundamentalmente de que no vale la pena cosechar por el bajo precio recibido. Imagine el lector haber dedicado un año de esfuerzo e inversión a una producción y luego tener que dejarla en la planta porque el precio que recibirá no cubre ni el costo de cosecha. Frente a este panorama los productores le reclamaron al Estado nacional, amén de las típicas cuestiones impositivas y laborales, un precio sostén. En pocas palabras que el Estado ponga lo que no pone el eslabón superior. Difícil imaginar una solución más conservadora y que cristalice más la relaciones de poder al interior del circuito. Si el Estado pone lo que no pone el sector empacador comercializador, el esquema puede seguir funcionando con las relaciones de poder en la formación de precios intactas. El dato notable es que los años, las décadas, pasan y los diagnósticos y demandas de solución de los sectores más afectados siguen siendo los mismos.