"Es difícil alejarse del sentimiento", le dice Diana a Miguel durante una charla que tienen, ella desde Roma y él en Buenos Aires. En esa frase, que surge durante el tercio final del documental El hermano de Miguel, dirigido por Mariano Minestrelli, se condesa buena parte del sentido ya no de la película, sino de la búsqueda que en ella se retrata. La de Miguel Dicovsky, quien desde hace más de diez años sostiene una pesquisa personal en la que busca aclarar el destino de Gustavo, su hermano mayor, desaparecido en 1974 tras un tiroteo con la policía en los arrabales de Lanús. Quien le habla vía Skype era la pareja de su hermano en aquel momento en el que ambos militaban en el ERP. Con sus palabras, Diana ilumina una realidad que no por evidente suele quedar oculta por los hechos que le dieron origen: que la búsqueda de la verdad, la memoria y la justicia no sería posible sin el sentimiento, sin ese dolor que persiste en las víctimas vivas, las que sobrevivieron al tendal que dejó un proceso represivo que empezó antes del golpe de 1976.

Se trata de un documental de investigación, en el que Miguel regresa una y otra vez a los últimos momentos conocidos en la vida de su hermano, intentando resolver un misterio que ya lleva 45 años abierto. La forma de encarar la búsqueda es cinematográficamente conocida: visita a los espacios en los que los hechos ocurrieron, documentación judicial, recortes de prensa, material del archivo familiar, diálogos en los que cada testigo aporta el fragmento de información que posee. El avance del documental se asemeja al intento por montar un rompecabezas incompleto, pero en el que cada nueva pieza que se suma, en lugar de acercar a la solución, abre nuevas incógnitas.

El empeño de Miguel por lograr que se incluya el caso de su hermano dentro de la causa por los crímenes cometidos en el centro de detención conocido como Puente 12 y las charlas que mantiene con los distintos personajes que componen el coro de testimonios, van trazando el mapa de los hechos del pasado y dan cuenta del estado de situación actual. Pero como si se tratara de un dispositivo capaz de corporizar lo intangible, la película también materializa la esencia de la pérdida, concentrándose en la figura de Miguel, cuya búsqueda no solo pretende revelar el paradero de su hermano, sino sanar una herida propia. El título de la película resulta muy clarificador en ese sentido, afirmándose en el nombre del que busca y aludiendo a Gustavo apenas por su vínculo con el protagonista, una forma elegante de hacer que su desaparición también quede contenida en el título.

Aunque se ha dicho que en el plano de lo formal El hermano de Miguel no se aparta mucho de las convenciones del documental clásico, hay una secuencia de potencia inusual, que quizá sea única en la filmografía dedicada a los desaparecidos. Se trata del encuentro que Miguel tiene con Silvia Ibarzábal, vicepresidenta de la Asociación Familiares y Amigos de Víctimas del Terrorismo en Argentina e hija del coronel Jorge Ibarzábal, asesinado por el ERP en esos mismos años. Silvia sostiene que Gustavo Dicovsky es el responsable material de haber matado a su padre y Miguel, por sugerencia de su abogado, se contacta con ella. Con generosidad, el film elige mantenerse neutral en ese encuentro, sacando el foco de la historia para cerrar el plano sobre los sentimientos no tan distintos de Silvia y Miguel. El resultado revela la presencia de dos víctimas, que con nobleza parecen no imponerle al otro la máscara del enemigo, sino que apenas aceptan compartir entre ellos su dolor. Por supuesto que esa escena también aporta la sospecha de una zona fantasmal en el entramado burocrático detrás de la muerte de Ibarzábal y de la desaparición de Dicovsky, pero eso llega solo, sin necesidad de subrayarlo ni de forzar un conflicto. Y si bien la secuencia no habilita a cargar sobre ella el peso de una reconciliación, al menos abre la ventana para empezar a pensar que el dolor de los vivos no necesita de justificaciones para ser comprendido.

El hermano de Miguel                     6 puntos

Argentina, 2018.

Dirección: Mariano Minestrelli.

Duración: 75 minutos.

Con testimonios de Miguel Dicovsky, Pablo Llonto, Carlos Somigliana, Silvia Ibarzábal, Dalmiro Suárez, Federico Feliziani, Diana Caggiano.

Estreno: Se proyectará todos los días en el Cine Gaumont, Rivadavia 1635