Desde Mendoza

El sector cultural tiene desde siempre un trabajo extra que otros rubros de la actividad productiva no tienen: generar conciencia de que lo suyo es, justamente, un trabajo. En ese sentido, el domingo se llevó a cabo una actividad que fue ejemplar en materia de reconocimiento de los derechos laborales de las y los trabajadores de la cultura y no por casualidad fue realizada por mujeres, las más precarizadas de las industrias culturales. Se trató del 2° Foro de Mujeres en la Música, una jornada de todo el día que organizó el Instituto Nacional de la Música (Inamu) en Mendoza, como parte de su agenda de género. Pretendía ser un conversatorio con mesas de trabajo para que las participantes se reconocieran en las otras y se pudieran relevar las principales problemáticas que las afectan como trabajadoras de la actividad. Pero terminó siendo bastante más que eso: al final del día, lo que salió del encuentro en el Centro Cultural Le Parc fue una red de alianzas tan potente que hasta permitió imaginar un futuro con una realidad más amigable para las músicas del sector. 

El encuentro empezó para algunas un día antes, el sábado, cuando las “mujeres nodo” –como se llamó a las participantes– comenzaron a llegar de sus provincias al punto de encuentro. La idea del Inamu  para este tipo de foros (habrá seis en total durante este año) fue invitar a una representante por región cultural, además de a una por provincia de la región en la que se realice cada actividad. Esta vez se hizo en el marco del Fem Festival, un ciclo que convoca a referentas de distintos lenguajes artísticos y que sirvió de marco para que la conversación entre las músicas comenzara en un marco más distendido, por fuera del ámbito propio de discusión. Por eso, cuando el domingo se armó un semicírculo en la sala designada y algunas debieron exponer frente a otras, el clima ya era tan cálido, que lo que debían ser ponencias individuales fueron cobrando la forma de un relato más bien de tipo coral.

La riqueza estuvo justamente en ese punto medio entre lo personal y lo colectivo. Al relato generalizado de lo atrasadas que están las políticas estatales destinadas al fortalecimiento del sector en general, aparecieron ciertas singularidades por regiones que dieron cuenta de la enorme diversidad cultural. Del relato de las cantantes, compositoras e instrumentistas surgió rápidamente, por ejemplo, que Rosario es ejemplo en materia de avance gracias a la organización sostenida de trabajadoras; que la Patagonia es una región “aislada” donde además de una política cultural destinada exclusivamente al turismo hay un abandono absoluto de la oferta de formación de artistas; que en Entre Ríos cuando contratan cantantes mujeres para festivales no las mencionan en los carteles y les dan los peores horarios; o que en Corrientes “las mujeres músicas están solas”. También que en La Plata se empieza a generar un “nuevo paradigma de creación basado en la unión de compañeras”; que en Mendoza las distintas colectivas de artistas se están dando estrategias a corto y mediano plazo para salir de la desigualdad; y que en Tucumán cuando las trabajadoras cuestionan por su falta de presencia en festivales la respuesta del otro lado es que “no se programan músicas porque no hay”.

A través de esos y otros relatos –todos muy trabajados, con estadísticas, con datos, con experiencias, con anécdotas, con lucha–, Marcia Müller, Nancy Pedro, Guadalupe Mediavilla, Irina Cagnin, Estafanía Boock, Cibeles Guerrero y Gicela Mendez Ribeiro –las mujeres nodos seleccionadas por las colectivas y asociaciones de sus regiones para viajar como representantes– trazaron un mapa actualizado de la realidad de la industria musical, que le servirá al Inamu  (al menos esa es la idea) para procesar los datos y pensar herramientas como respuesta a esa realidad. Quedó claro que la mano del Estado está ausente pero que la cosa no es de ahora sino que hay años de abandono y de desigualdad. Lo sintetizó bien Paula Rivera, vicepresidenta del Inamu  e impulsora de la agenda de género y los foros, que en la apertura de la jornada cuyana dejó en claro que este tipo de diagnóstico es fundamental “para ver cómo se puede subsidiar y mejorar la necesidad urgente que tienen las mujeres de todo el país como componentes de una cadena de valor”. 

Pero el encuentro no terminó ahí. En vistas de democratizar la palabra y de ampliar esa red de alianzas para pensar soluciones conjuntas, hubo invitadas especiales que aportaron condimentos fundamentales para pensar al sector. Una fue Celsa Mel Gowland, primera vicepresidenta del ente público no estatal, además de reconocida cantante y compositora. La otra, Paulina Chiarantano, referente de la Red de Mujeres en el Sonido. La primera actualizó las novedades sobre el proyecto de ley que pide un cupo del 30 por ciento de mujeres para los espectáculos de música en vivo, ya presentado en el Congreso con firmas de distintos bloques legislativos. La segunda, por su parte, destacó la importancia de incluir en la lucha a las técnicas de sonido, muchas veces desplazadas por las propias músicas, según manifestó.  

¿Por qué afirma esta cronista, también participante del encuentro, que fue una red de alianzas que permite imaginar un futuro mejor? Porque al final de las exposiciones, las mujeres nodos y las invitadas especiales se juntaron con distintas asistentes al encuentro –también trabajadoras músicas del ámbito local– y dieron forma a una serie de grupos de trabajo para pensarse de cara a lo que viene. En todos los grupitos, de entre 7 y 10 compañeras, la conclusión fue más o menos la misma, independientemente del tema puntual que se trabajara en cada espacio: que a partir de ahora la actitud  es de lucha. Y que juntas es mejor.