No conozco ninguna mujer real que haya moldeado su idea del amor en base al modelo de las ideas románticas, no somos tan literales: ni la mayoría de los varones piensa que son Bruce Willis e inmunes a las balas, o que podrían caminar sobre vidrios, ni las chicas heterosexuales pensamos que hay un varón perfecto para cada una con el que nos vamos a encontrar por un pase de magia del destino y de repente todo va a encajar. Pero sí es cierto que ese tipo de películas pusieron a las mujeres, como protagonistas y como espectadoras, en un lugar muy específico y estrecho: el de tener vidas organizadas alrededor del amor romántico, de los sentimientos. Y de eso estamos hartas; quizás sea la razón por la cual la producción de comedias románticas descendió notoriamente. De repente se volvió ridículo poner actrices hermosas a sufrir por amor y esperar que eso nos interpele o nos represente: enhorabuena. Por eso el género vuelve modificado, y una película como Isn’t it romantic, estrenada recientemente por Netlix, es un intento por recrearlo desde un lugar crítico y autorreferencial. 

La protagonista es Natalie (Rebel Wilson), que alguna vez fue una nena soñadora que se emocionaba frente a Mujer bonita hasta que la mamá le dijo, en la mejor escena de la película, “A vos no te van a pasar esas cosas. Vos no sos Julia Roberts”. La respuesta de la nena es adorable y reveladora, “Ah, ¿no?”. Y así, en un simple acto de pesimismo, se le enseña a una niña que vale menos que otra, incluso con buenas intenciones. Veinticinco años después, esa nena es una arquitecta junior que lucha para abrirse paso en un estudio donde la ponen todo el tiempo a preparar café, vive en un sucucho atestado de cosas en una Nueva York mugrienta, duerme en un colchón tirado en un entrepiso y odia las comedias románticas. Pero tiene una buena amiga en el trabajo, Whitney (Betty Gilpin), y un chico que la mira mucho y al que no consigue registrar, Josh (Adam Devine). Isn’t it romantic recurre al clásico golpe en la cabeza para sumergir a Natalie en el mundo de las rom-coms: de pronto todo es de colores pastel, hermoso y colorido, y Natalie es una arquitecta exitosa con un departamento enorme que consigue enamorar a Blake (Liam Hemsworth, más conocido quizás como el marido de Miley Cyrus, un mal actor al que se nos quiere vender como prototipo de belleza masculina).

La profusión de bromas que sigue con respecto al género es el núcleo duro de la película; Natalie tendrá que encontrar una manera de salir de ese mundito de perfección que le parece un infierno y la manera, claro, es la que vale para toda comedia romántica: enamorándose. Y sin embargo, las mejores secuencias de Isn’t it romantic -aparte de las escenas de baile, que están muy bien- pertenecen a los primeros veinte minutos de la película, cuando hay personas “reales” que hablan de cosas reales, como Natalie y su amiga del trabajo. Lo que sigue es divertido y tiene el acierto de no cargar las tintas, lo cual es casi revolucionario, sobre el cuerpo gordo de Rebel Wilson, aunque sí sobre el “amarse a una misma” que lo banaliza todo. Pero en la burla ambivalente sobre el género, crítica y cariñosa a la vez, la película desdeña la construcción sólida del amor y la amistad que es, después de todo, lo que hace que los grandes exponentes del género sean muchísimo mejores. Hagan el experimento, por ejemplo, de ver Isn’t it romantic y después The holiday, que también está en Netflix, no solo una gran comedia romántica sino una gran película, donde también hay mujeres que aprenden lecciones valiosas pero sobre todo hay vínculos que se cocinan a fuego lento, muy en especial el de Iris (Kate Winslet) con un viejito guionista de Hollywood. Porque si bien la relación chico-chica está en el centro, todas las buenas comedias románticas se tratan sobre ser vulnerables y estar abiertos al amor en todas sus formas, cosa que en Isn’t it romantic queda relegado en función de la parodia.