El Estado es cómplice y funcional al capitalismo. Ha privatizado lo común produciendo un usufructo económico para favorecer a empresas y no a la población (como el agua, el gas, la luz y el espacio público). Otros tantos efectos, de esta complicidad, son la privatización de nuestros derechos, el empobrecimiento de la educación, el rendimiento ilimitado y la violencia económica, generando resultados de competencia y fomentando el individualismo.

El Estado tiene una estructura patriarcal y se da la mano con la Iglesia reproduciendo un concepto de familia como institución dominante. Este sistema patriarcal impone mecanismos de poder en contra de las minorías.La escritura, la actuación, la lectura, el arte son formas que encontramos para resistir al capitalismo, pero la mayor resistencia que hoy encuentro es la ola feminista. Es uno de los movimientos más fuertes con el que contamos para resistir a las estructuras de poder y al sistema dominante. Esta ola propone una sub-versión, otra versión al capitalismo patriarcal existente porque propone otra forma de pensarse. 

El discurso feminista propone una deconstrucción, un quiebre a la pedagogía moral que impone el Estado. Su potencia está en la diversidad de sus discursos dando lugar a la pregunta y a nuevas posibilidades. Su fuerza radica en que no hay líder ni jerarquías sino que hay referentes. Bracea contra lo piramidal y hegemónico y la mayor referencia es la otra. Cuando una habla, otras acompañan y se agradece que se rompa el silencio. 

Es un movimiento que se potencia sin verticalidad. Horizontal como una marea: su fuerza está en la sororidad y su fibra en la voz. Porque en la sororidad hay hermandad y eso hace que no haya una cuestión piramidal. Es el encuentro con un idioma compartido entre generaciones que se resiste a las diferentes formas patriarcales.

El efecto de esta horizontalidad es la experiencia colectiva, eso que afecta al ser y le produce una renovación. En este movimiento de mujeres, en esta marea feminista, se busca visibilizar las fuerzas de poder que ejerce el machismo en la cultura y el patriarcado como sistema. 

Hasta ahora hubo una lucha por la supervivencia en la economía familiar, en la sexualidad, en los puestos de trabajo y en lograr una remuneración similar. Hoy, además, hay una lucha para que esto se visibilice y alcanzar ese cambio sociocultural por el que estamos todxsatravesadxs. Esta lucha no es sin la potencia de nuevos discursos que quiebren lo dado y establecido. Este movimiento al no ser cómplice del establishment está logrando un corrimiento. El Estado, que gobierna para el capital y no para sus habitantes, procura que nos rijamos bajo su funcionamiento alienante en el que hace de lo ilimitado del goce un mercado para oprimirnos pretendiendo silenciarnos para privarnos de nuestros derechos. 

Por suerte somos cada vez más y sabemos que nuestra mayor resistencia es hacernos escuchar para conseguir una vida más habitable para todxs.

Natalia Neo Poblet: Psicoanalista.