La colombiana Beatriz González es una de las más destacadas artistas contemporáneas de Latinoamérica. Paradójicamente una de sus obras más impactantes de los últimos años (ver foto) está a punto de desaparecer. Se trata de una intervención que hizo en las galerías funerarias –columbarios– del Cementerio Central de Bogotá en 2009, bajo el título Auras Anónimas. Con esta obra la artista buscaba impedir la demolición de estos edificios que desde 2002 dejaron de ser de uso funerario, pero que hoy simbolizan la importancia de crear y preservar lugares de memoria en los que los colombianos puedan hacer un duelo colectivo después de décadas de conflicto armado. 

González es reconocida desde fines de los años sesenta por obras en las que intervino muebles e hizo grandes telones, en los que   –con buena dosis de humor– comentaba de manera crítica las grandes narrativas de la historia del arte y la forma en que eran consumidas por los entonces llamados “países subdesarrollados”. Si bien obtuvo muy temprano reconocimiento local, en los últimos años se ha consolidado en el ámbito internacional. Prueba de ello son dos grandes retrospectivas de su obra que están viajando por el mundo desde el año pasado: una por el Museo de Arte Contemporáneo de Burdeos, el Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía, Madrid y el Instituto de Arte Contemporáneo KW, Berlín. La otra por Estados Unidos, que se inaugurará en abril en el Pérez Art Museum de Miami y luego irá al Museo de Bellas Artes de Houston. Su obra ha sido incluida en exposiciones de gran envergadura de los últimos años como Radical Women Latin American Art, 1960-1985 en el Hammer Museum, el Brooklyn Museum of Art y la Pinacoteca de Sao Paulo; la documenta de Kassel 14 y A Tale of Two Worlds en el Museo de Arte Moderno de Frankfurt que el año pasado estuvo en el Museo de Arte Moderno de Buenos Aires. El recrudecimiento de la violencia en Colombia en la década de 1980 la condujo a hacer un importante viraje en su obra para centrarse en la crítica a la clase política y en visibilizar el dolor de las víctimas del conflicto armado. Por estos mismos años emprendió monumentales investigaciones sobre el patrimonio colombiano y particularmente sobre las obras y los artistas del siglo 19. La producción simultánea desde la plástica y la historia del arte la hacen una intelectual singular, cuyo objetivo ulterior pareciera ser dilucidar de qué manera las imágenes han contribuido a la transmisión de ideas sobre la historia en Colombia. 

Ideas sobre el arte, sobre el presente, sobre el consumo, y claro, sobre la violencia. Esta coleccionista de recortes de prensa bucea día a día por la cultura visual local desde los años sesenta y al finalizar el siglo constata pasmada que los colombianos nos acostumbramos a ver las más terribles imágenes sin horrorizarnos: madres que lloran a sus hijos, cadáveres que flotan en los ríos, hombres y mujeres asesinados por reclamar sus tierras, son parte de este repertorio de una guerra prolongada por casi seis décadas. 

En 2006 Beatriz González hizo la serie Vista Hermosa, paradójico título que refiere a un municipio en el oriente Colombiano en el que los enfrentamientos entre el ejército, los paramilitares y la guerrilla dejaron decenas de víctimas. Se trata de una serie de variaciones de una imagen que la artista convirtió en un ícono: dos hombres que cargan a un muerto envuelto en una bolsa plástica o una hamaca. Para González como historiadora del arte, esta imagen evocaba a los cargueros del siglo 19, que eran hombres que llevaban en sus espaldas a otros hombres y sus equipajes a través de la dificultosa geografía de la cordillera de Los Andes. Ningún relato de viajes desde Humboldt omitió la descripción de este oficio con su respectiva imagen, lo cual convirtió al carguero en un ícono del territorio entonces llamado Nueva Granada. 

Los cargueros del siglo 21 que nos propone González son un icono que habla de la violencia del ocultamiento del crimen, de los momentos previos a la clausura de la memoria de las víctimas no identificadas (que según el Centro Nacional de Memoria Histórica son más de 80.000), pero que también evoca el peso que soportan los vivos ante tanto horror. Un peso que los convierte en sombras que se diferencian poco del informe cuerpo que cargan. 

Son estos dibujos los que eligió para que impresos sobre láminas acrílicas en forma de lápida cubrieran cada uno de los 8957 nichos de los cuatro galerías funerarias que alojaron en sus galerías a miles de muertos sin identificar en la revuelta de 1948 como consecuencia del asesinato del candidato presidencial Jorge Eliécer Gaitán. Estas galerías, cuya función como cementerio público cesó en 2002, se convirtieron con esta intervención de 2009 en un símbolo de las víctimas anónimas del conflicto colombiano y con esta presencia resisten la proyectada demolición de los edificios. Ya en el año 2002 la zona contigua, que había sido utilizada por décadas como fosa común, fue arrasada para la creación del actual “Parque del Renacimiento”. La demolición de los columbarios implicaría la continuación de ese proyecto que sobrepone un uso recreativo e impone el olvido de quienes yacieron en ese lugar. 

La muestra Memoria en vilo. Auras anónimas está constituida por la documentación preparatoria de la obra y los recortes de prensa que documentan la polémica por la restauración del lugar, que fueron donados por la artista a Espigas. Parte de esta documentación fue incluida en el proyecto “Recuperar el aura” a cargo de Mario Omar Fernández, profesor del Departamento de Arte de la Universidad de Los Andes, Colombia y exhibida el año pasado en la Procuraduría General de la Nación de Colombia como parte de una campaña de apoyo a la restauración de ese espacio de memoria en Bogotá. Se reedita así en Colombia la reflexión sobre el lugar del arte y los espacios de memoria en los procesos de reparación simbólica de las víctimas del conflicto, un tema sobre el que la sociedad argentina ha hecho grandes avances que sin duda son una referencia imprescindible en la región. 

* Curadora de la muestra. Doctora en Historia del Arte y docente de la Unsam. La exposición se inaugura hoy, a las 19, en la Fundación Espigas- Centro de Estudios Espigas de Tarea - Instituto de Investigaciones sobre Patrimonio Cultural de la Universidad Nacional de San Martín, Perú 358, 2do piso, CABA.