Los alumnos de la escuela Rosario Vera Peñaloza, en el barrio porteño de Almagro, iniciaron las clases después de que el establecimiento permaneciera dos semanas cerrado por estar infestado de ratas. Sin embargo, los padres de los niños denuncian que nunca vieron el primer informe ambiental realizado por profesionales del Instituto de Zoonosis Luis Pasteur que garantice que no hay nidos de roedores ni residuos tóxicos que puedan afectar la salud de los niños. “La parte infectológica nunca la tuvimos. No sabemos el tipo de ratas o si había riesgo para los pibes”, dijo a PáginaI12 Fabia García Panelli, presidenta de la cooperadora.

El viernes a la tarde, el Director del Área de Educación Primaria, Marcelo José Bruno, informó a la directora de la escuela que el lunes 25 iniciarían las clases, ya que el segundo informe que realizaron Adriana Faigenbaum, jefa de la División de Acciones Comunitarias para la Salud del Pasteur, y Guillermo Belerenian, Jefe División Medicina Veterinaria del Ministerio de Salud de la Ciudad, asegura que se hicieron mejoras en la Rosarito y que no se encontró “materia fecal fresca” de las ratas.

Los padres sostienen que, si bien el segundo documento es positivo, nunca pudieron ver el primer informe que realizó Faigenbaum el 12 de marzo. “Sabemos que tenemos derecho a leerlo porque es público. Nosotros lo pedimos – afirmó García Panelli – Queremos saber qué cosa vieron. Intuimos que no debe haber sido nada grave porque la especialista del Pasteur no diría que está todo bien en el segundo informe, pero no sabemos si estas ratas fueron inocuas o si pudieron transmitir alguna enfermedad”.

Los profesionales del Pasteur recorrieron la Rosarito por segunda vez el jueves 21 de marzo. Según el informe, además de no encontrar excrementos frescos de ratas, constataron que se hizo una limpieza general del establecimiento; que se tiraron “materiales y/o equipos en desuso”; se eliminaron “fuentes de alimento para roedores” y “posibles sitios de refugio”; se mejoraron los cerramientos en puertas y armarios y se pusieron tachos de basura con tapa. Faigenbaum y Belerenian recomendaron mantener el lugar limpio, colocar mallas metálicas para evitar “el ingreso de otras plagas” y supervisar “las medidas de limpieza, ordenamiento ambiental, control de roedores según lo expuesto en el primer informe”, que ni la directora de la escuela pudo ver.

Como informó este diario, la Rosarito padece la presencia de roedores hace años, pero el problema se intensificó durante el verano. Antes del inicio del ciclo lectivo, una de las dos empresas que se encarga de la desinfección de la escuela no había retirado las trampas ni limpiado el establecimiento. El día del comienzo de clases, los padres encontraron materia fecal abajo de las gradas del salón de actos y decidieron llevarse a sus hijos y dejar una nota denunciando que no estaban dadas las condiciones sanitarias para dictar clases.

“Nosotros nos enteramos de que la escuela abría primero por Clarín y después por el Ministerio”, señaló García Panelli. La escuela estaba cerrada desde el 11 de marzo y, según la presidenta de la cooperadora, la mañana del viernes 22 una nota en ese diario anunciaba la vuelta a clases. “La nota salió a la mañana y a la directora recién a la tarde le llega la información oficial de la apertura de la escuela”, afirmó García Panelli.

Los padres también advirtieron que el 15 de marzo los directivos de la Rosarito recibieron un correo electrónico del Ministerio de Educación e Innovación en el que las autoridades anticiparon que “las clases quedarán suspendidas hasta el viernes 22 de marzo inclusive, tiempo necesario para llevar adelante las medidas indicadas por los especialistas”. Desde el Gobierno de la Ciudad insistían en abrir la escuela de cualquier forma “y si alguien se enferma se verá”, habría dicho el supervisor adjunto, Fabián Alvarez. 

García Panelli sostuvo que el cambio en la escuela es notorio, pero que de todos modos ella y los demás padres desean tener acceso al primer informe. “Todos volvieron tranquilos porque el segundo informe encontró las cosas bien, pero qué pasó antes nadie lo sabe, ni las directoras ni el supervisor”.

Informe: Ludmila Ferrer.