Desde que asumió el Gobierno de Mauricio Macri, los alimentos esenciales duplicaron, triplicaron y hasta cuadruplicaron sus precios. Las mediciones de precio promedio que realiza la Dirección General de Estadísticas de la Ciudad de Buenos Aires muestran que desde diciembre de 2015 a febrero de este año el kilo de harina de trigo pasó de 7 a 29 pesos; el arroz, de 15 a 40 pesos; la carne picada, de 53 a 123 pesos y la leche, de 11 a 33 pesos. Son precios promedio por categoría y no incluyen las subas de marzo. Sus variaciones superan a la evolución de salarios y jubilaciones, lo cual explica en primer lugar el crecimiento de la pobreza. Los supermercados tienen en gateras nuevas listas de precios para aplicar subas en abril.

 En el primer lugar en el ranking de subas de precios de los productos básicos en el gobierno de Macri está el aceite de girasol, ya que la botella de 1,5 litros estaba a 23 pesos en diciembre de 2015 y en febrero quedó en 98 pesos, un incremento del 331 por ciento, de acuerdo a las estadísticas porteñas. Además de la suba de costos general que sufrió toda la economía, en el caso del aceite de girasol operó la eliminación del esquema de subsidios por parte del gobierno. En julio de 2016, Macri dio por terminado un fideicomiso creado en 2008 bajo presión del gobierno anterior, que subsidiaba el precio con aportes en dinero de las cerealeras.

Justo debajo de la suba del aceite está la harina de trigo, que avanzó en el período un 315 por ciento, ya que el kilo pasó de 7,15 a 29,70 pesos. La mayor parte de esa suba ocurrió a lo largo del año pasado, ya que en febrero de 2018 estaba en 11 pesos. La brutal devaluación del peso se trasladó al precio del trigo, que junto a la sequía, retención de cosecha y a la suba de los costos tarifario confeccionó un combo fatal. Nuevamente, el Gobierno no insinuó ni una medida de control sobre un mercado tan sensible. De la mano de la harina y de la tarifa de gas subieron todos los derivados: desde diciembre de 2015, el pan avanzó 197 por ciento (de 27,5 a 82 pesos), al igual que los fideos (de 12,50 a 37,20 pesos).

 El tercer rubro de alimentos esenciales que lidera los aumentos de precios en el macrismo es lácteos. Sin incluir las fuertes subas de precio de las últimas semanas, en febrero de este año el sachet registraba un incremento frente a diciembre de 2015 del 187 por ciento (de 11,30 a 32,50 pesos). El kilo de queso cuartirolo pasó de 92 a 250 pesos; el queso por salut, de 115 a 297 pesos y el paquete de 200 gramos de manteca, de 19,40 a 65,30 pesos. Con el sachet de leche superando los 40 pesos en estos días, el incremento desde fines de 2015 es del 250 por ciento. La devaluación y aumento de las exportaciones en detrimento del mercado interno y factores climáticos explican las subas de los lácteos en los últimos años.

 Entre las bebidas, según el informe porteño, la “gaseosa cola” (léase la Coca-Cola) de 2,25 litros pasó de 25 a 75 pesos desde fines de 2015, un 202 por ciento. El agua mineral de 2,25 litros avanzó de 14,70 a 42,50 pesos, un 189 por ciento y el envase de 1,5 litros de agua saborizada, un 173 por ciento (16,50 a 45 pesos). 

 Además de la situación inflacionaria general, en varios de estos casos también incidió el achicamiento del programa Precios Cuidados, ya que la salida de productos de aquella lista acordada impactó de inmediato en subas en las góndolas. El rubro de bebidas sin alcohol es uno de los más perjudicados por la caída del consumo, ya que acumula fuertes aumentos y no está entre el grupo de alimentos irremplazables.

 Muy por encima del 330 por ciento del aceite subieron los servicios públicos. En el Area Metropolitana de Buenos Aires, el boleto mínimo de colectivo pasó de 3 pesos a 18 pesos, un 500 por ciento, mientras que los incrementos en la luz y el gas superan el 2 mil por ciento. El litro de nafta super en YPF pasó de 13 a 38 pesos (192 por ciento).

 Según el Instituto Estadístico de los Trabajadores de la UMET, la inflación promedio de desde que asumió Macri es del 187 por ciento, pero en la canasta de consumo de bienes y servicios del 10 por ciento más pobre de la sociedad, la suba de precios es del 217 por ciento, a partir del impacto de los aumentos en alimentos (descriptos más arriba) y servicios públicos.

 La política cambiaria oficial, la eliminación de esquemas de contención de precios en los alimentos básicos, el achicamiento de Precios Cuidados, la falta de medidas de control al menos temporarias, la sucesiva rueda de tarifazos y la liberación del precio de la nafta reflejan que la inflación acumulada en el período de gobierno de Macri no es un “coletazo” de la crisis, sino una consecuencia directa de la dirección que tomó la gestión pública. Sólo la recesión ofrece un dique para que los precios no avancen más aún.