A Stephen Malkmus le gustan Pappo’s Blues, La Cofradía de la Flor Solar y Almendra. Lo dice al teléfono desde su casa en Portland, Oregon, y más allá de la sorpresa inicial resulta particular que mencione a Pappo justo en una charla para presentar Groove Denied, el sorprendente disco de música electrónica que acaba de editar. El ríe y completa la idea: “Tengo amigos en Buenos Aires que me hicieron conocer mucha buena música de allá, las veces que fui. De Pappo me gusta eso que tenía de estar totalmente comprometido con el riff, con aires como bluseros a la vez. Creía completamente en el poder del rock and roll”. Lo dice de manera sincera, pero a la vez vuelve a reír y no es difícil imaginarlo levantando un puño al aire, medio en broma y medio en serio, esa típica actitud suya que llevó en los noventa a su banda Pavement a crear algunas de las mejores canciones de rock de su época (y de cualquier época) mientras señalaban en muchas de sus letras la impostura en las convenciones de los músicos de su generación, una frescura similar a la de los chicos del cuento de Wilde que reían del emperador sin temor a quedar afuera de algo que se presume importante.

Pero lo cierto es que desde sus comienzos, tanto en Pavement como en su proyecto solista, Malkmus siempre se dedicó al rock. Un rock que en los primeros discos de la banda avanzaba con el encanto de quien anda por el camino de la iluminación con una bicicleta que está a punto de destartalarse, pero siempre rock. Por eso sorprendió cuando a fines de enero lanzó el single adelanto “Viktor Borgia”, tres minutos y treinta y tres segundos de sintes y voz que remiten a los pioneros de la canción electrónica de comienzos de los ochenta. Y los más sorprendidos cuando les llevó el disco, hace dos años, fueron los de su sello, Matador. Tanto que le dijeron que no era lo indicado para lanzar en ese momento, que había pasado demasiado tiempo desde lo último que había sacado y era probable que a sus fans no les gustara tanto, que lo mejor iba a ser volver al ruedo con un sonido guitarrero similar al acostumbrado para luego, entonces sí, editar Groove Denied. “Fue toda una frustración”, confiesa el autor. “Esa sensación que aparece cuando hacés algo que te parece genial y el mundo te dice ‘Ah ah, no. Vas a tener que mejorar esta porquería’”.

Así fue que el año pasado salió primero Sparkle Hard, un disco que resultó un claro regreso al cancionero despojado que lo consagró en los noventa. Pero lo que en la discográfica no quisieron ver al momento del rechazo inicial fue la paradoja en su esplendor: aun en su aura de tecno ochentero post-punk grabado en una laptop, Groove Denied es lo más parecido a Pavement que Malkmus haya editado como solista. “Sí, es lo que pienso”, asegura él, y continúa: “Hay un par de razones para eso. Por un lado, en los primeros discos de Pavement grabábamos las canciones enchufando los instrumentos y listo, sin demasiados preparativos. Y por otra parte hay algo relacionado con la tecnología que usé para este disco, como que iba aprendiendo a hacer las canciones a medida que las tocaba, un poco de manera torpe y un poco como encontrando las primeras alegrías de hacer algo nuevo. Y también quizás hubo algo como de... No sé, eso de lanzarte a hacer algo sin pensarlo demasiado”.

FUSIÓN DE LAPTOP

La primera mitad del disco encuentra a Malkmus en modo synth pop: “Belziger Plantface”, “A Bit Wilder”, “Viktor Borgia” o “Forget Yout Place” recuerdan por momentos a Human League o Cabaret Voltaire y en otros a una versión intencionalmente deforme de Thom Yorke pasada por el filtro de los Residents. La segunda mitad, con “Rushing the Acid Frat”, “Love the Door” o “Boss Viscerate”, tiene un sonido más cercano al de siempre con un feeling de pop psicodélico garagero de los sesenta, pero absolutamente todo el disco fue creado y grabado en solitario con una computadora en su casa. “Al final tenía como un millón de horas de música que se podían mezclar de manera diferente”, continúa Malkmus, “podía apretar la barra espaciadora y empezar todo de nuevo cada vez. Igual después lo llevé a mi amigo Tucker Martine, un ingeniero que sabe todo acerca de reverbs, midis y todo eso, si no tendría que haberlo sacado por Bandcamp. Y me gusta Bandcamp, pero si vas a sacar un disco por un sello grande, dar entrevistas, hacer videos y esas cosas, tenés que conseguir unos buenos compresores y toda esa mierda”.   

La génesis de Groove Denied tuvo lugar en Berlín, donde el músico vivió durante dos años para acompañar el trabajo de su esposa, la escultora Jessica Jackson Hutchins. “Berlín es muy diferente a Oregon, donde vivo ahora”, cuenta. “La mayoría de la gente que hace música ahí vive en pequeños departamentos con sus computadoras. Algunos tienen un buen estudio, pero la mayoría hace sus discos con auriculares en sus hogares. Y el tipo de música que hacen... O sea, no van a tener un Marshall gigante al que enchufar la guitarra, así que la mayoría de eventos a los que fui eran una especie de fusión de laptop. Eso tuvo su influencia en mí. Dicho eso, creo que la música existe en las personas más que en los lugares donde viven. Pero sí, todo eso debe haber tenido su efecto”.

El texto de la gacetilla que difundió Matador para el lanzamiento del álbum fue elaborado por el crítico británico Simon Reynolds. “Groove Denied va a sacudir las nociones que tenemos acerca de Malkmus y lo que es capaz”, escribe. “Pero viéndolo desde un ángulo diferente, su compromiso con el estado de arte de la tecnología digital tiene perfecto sentido. Al fin y al cabo, el lo-fi de los noventa era sobre todo insistentemente sónico. Texturas, granulados de guitarras. Ruido por el bien del ruido”. El texto también menciona que el origen de la distancia que Malkmus tomó en los noventa con respecto a la cultura rave podría en parte remontarse a una mala experiencia con éxtasis durante un show de Miles Davis. “¿Tengo que hablar de eso?”, ríe el cantante. “Era algo nuevo, todos decían cosas del tipo ‘tenés que probar esto, te va a hacer sentir realmente feliz, vas a tener toda esta empatía como si fuera el único sentimiento en todo tu cuerpo’. Y probé una vez y pasó eso, pero la vez siguiente... Se ve que habían jodido el proceso químico o algo así, no sé... Algo estaba mal. Y Miles Davis para esa época, por 1987, era un poco un mal viaje en sí mismo también. Seguía siendo bueno pero se veía como este tipo esquelético, espectral, había algo oscuro en todo eso. Así que sí, tuvimos el peor tipo de concierto que uno puede tener, la pasamos mal. Eramos mi amigo y yo y otro flaco, y encima cuando salimos llovía, estaba oscuro... Eso es todo lo que tengo para decir al respecto”, concluye, y larga otra carcajada.  

Hablando de experiencias extrañas, en una entrevista de hace un par de años Malkmus afirmó que Lou Reed fue mejor que Bowie o Iggy Pop, una opinión que muchos medios replicaron como si se tratara de una imperdonable ofensa a la realeza. ¿Llegó alguna vez a conocerlo? “Nunca conocí a Lou, no”, cuenta. “Pero un amigo sí. Iban al mismo gimnasio en Nueva York y en un momento mi amigo fue a la parte de arriba y ahí estaba él, en una especie de jacuzzi o algo así. ¿Podés imaginarte eso, estar un jacuzzi con Lou Reed? Yo entraría en pánico”. Tampoco le llegó que el neoyorquino hubiera mencionado a Pavement alguna vez: “No creo que haya sido del tipo al que le importara ningún músico más allá de sí mismo. Y está bien. Aunque hace poco vi un video donde hablaba de los Ramones cuando recién salían. Hablaba con Seymour Stein, el productor que los había fichado, y decía (imita la voz de Lou Reed): ‘Esto es la posta. Esto va a ser perfecto’. Y tenía razón, estoy seguro de que el primer disco de los Ramones debe haberse sentido como una revelación. Nada de solos, cortar con toda la mierda. Pero no, nunca lo escuché hablar de Pavement o de nadie más. Solo de los Ramones”.

CHISTES MALOS

El primer regreso de Pavement, tras su separación a fines de los noventa, tuvo lugar en 2010 con una gira que concluyó con un celebrado show en nuestro país, y la idea de una nueva reunión es algo que Malkmus no descarta ni mucho menos: “Es una posibilidad que está siempre ahí”, asegura. “Son buenos tipos y seguimos siempre en contacto, así que nunca se sabe”. Además de ser el cantante y uno de los guitarristas del grupo que se completaba con Spiral Stairs en guitarras, Mark Ibold en bajo, Steve West en baterías y Bob Nastanovich en percusiones, coros, gritos y más, Malkmus estaba a cargo de las letras, poemas espontáneos de humor absurdo y surrealista que generalmente improvisaba al micrófono sobre una o dos líneas que traía escritas, un método de composición que continúa hasta el día de hoy. Una de sus letras más recordadas es también una de las primeras que escribió, “Here”, cuyo primer verso reza: “Estaba vestido para el éxito/ pero el éxito nunca llega/ Y soy el único que se ríe/ de tus chistes cuando son malos/ y tus chistes son siempre malos/ pero nunca tan malos como esto/ Vení y unite en una plegaria/ Estarás esperando, esperando dónde/ Todo termina acá”. “Cuando me salió la primera línea de esa canción me sonaba a los Jesus & Mary Chain”, recuerda Malkmus. Entonces canta, en ritmo lento y tono más grave, imitando a Jim Reid: ‘I waaas dreeessed for succeesss...’. Y continúa: “Sabía que quería hacerla sin distorsión, simple... Y después de eso no me acuerdo. Cuando tenés la primera línea ya está, la primera línea tiene que ser sólida. Una vez que tenés eso es como que pensás ‘Listo, ya estoy adentro’, aun si el final no es igual de bueno. Así es como escribí esa”. 

Durante aquellos días de una gloria que la banda prefirió esquivar, Pavement eligió quedarse en Matador –un sello fundado en 1989 que recién estaba creciendo, en buena parte gracias a ellos– y rechazó ofertas de compañías más grandes como Geffen o American, del productor Rick Rubin. En 1994 consiguieron un éxito en MTV con “Cut Your Hair”, de su segundo disco, Crooked Rain, Crooked Rain, y muchos esperaban que su siguiente trabajo fuera el que finalmente los consagrara como los reyes de la escena post-Nirvana. No sucedió: en Wowee Zowee (1995) la banda redobló su apuesta y eso al parecer decepcionó a varios: la Rolling Stone, por ejemplo, le dio al disco dos estrellas y media afirmando que eran canciones a medio terminar, experimentación vacía, unos Sonic Youth de segunda línea, y cerraba acusándolos de ser una banda con miedo a triunfar (aunque veinte años más tarde se retractarían para afirmar que el disco era una obra maestra). Ellos, mientras tanto, reían de todo. En “Brinx Job”, de Wowee Zowee, cantaban a los gritos: “¡Tenemos la plata! ¡Tenemos plata!”, delirando como un grupo que acaba de recibir su primer adelanto y sabe que se lo va a patinar. Y el nombre de la canción “AT&T” del mismo álbum responde a esos regalos que las empresas de ropa o zapatillas suelen hacer a bandas de moda: ellos aducían que con ese título capaz les regalaban unas computadoras.

En el aire quedó la idea de que Pavement podría haber sido una banda masiva y ellos mismos boicotearon la posibilidad. Pero aún hoy, cuando lleva una vida familiar junto a su mujer y dos hijas de once y catorce años, Malkmus no lamenta ni mucho menos haber esquivado la posibilidad de hacer una fortuna durante aquella época: “Mientras mucha gente se ve obligada a tener más de una ocupación yo tuve la suerte de hacer lo mismo toda mi vida, quizás sin alojamientos de primera clase ni nada de eso, pero está bien. Y con la música, al menos en norteamérica, es siempre hacer todo al comienzo de tu carrera y después dar un paso atrás hasta terminar desapareciendo. Conseguí continuar y que a la gente le siguiera gustando al menos un poco lo que hago, así que estoy agradecido”. ¿Y cómo seguirá todo luego de este avatar tecno? “No sé, me gustó mucho mezclar estas eras de estilos y sonidos, imaginar que era un músico de segunda línea de los ochenta que escucha a estos artistas geniales y trata de hacer algo parecido sin saber cómo”, apunta, y concluye: “Fue como capturar esa sensación de estar haciendo algo cuando no tenés idea de lo que estás haciendo. Y estuvo divertido”.