A veces pasa que una contratapa de libro de bolsillo puede desencadenar un mundo. Le pasó a Daniela Horovitz, de hecho. Mientras caminaba por avenida Corrientes, se detuvo ante una frase que la disparó hacia sensaciones de su más tierna adolescencia: “Yo te buscaba y llegaste, y has refrescado mi alma que ardía de ausencia”. Podría pertenecer a un tango de Celedonio, o de Discépolo, o de Expósito. Pero no. Es de más lejos en tiempo y espacio: siglo VII (a.C.), Safo de Lesbos. La cantora fue por más versos de la poeta, los musicalizó a fuerza de lira, guitarra y piano, y sigue mostrando el resultado mediante el unipersonal El dulce amargo, canciones de Safo. “En principio fueron dos canciones las que hice leyendo el libro. Como la sentía tan cercana, me parecía natural que la música que me inspiraba tuviera que ver conmigo y mi contexto musical”, dice en referencia a las adaptaciones de “De verdad morir yo quiero” y “Y voy a acostarme sola”, dos de las piezas que mostrará hoy a las 18.30 en Pista Urbana (Chacabuco 874). 

 “La poesía de Safo tiene esa cosa desmesurada y melodramática, aunque también es liviana y cambiante, todos adjetivos con los que no puedo dejar de identificarme”, desarrolla Horovitz que, para musicalizarla, se hizo construir una lira por un luthier cordobés. “Si bien el instrumento tiene una sonoridad muy especial, la canción que canto con él (‘Al Olimpo’) es una especie de huayno. El resto ya fue más conceptual. Me parecía que estaba bueno que hubiera un tango y el poema que encontré es un tangazo. Lo mismo que otra canción que toco al piano con acompañamiento modal, aunque sus versos parecen muy tangueros. Dice en el comienzo: ‘Más blanca que la leche, más tierna que el agua’, y yo me pregunto: Homero y Virgilio Expósito la habrán leído antes de hacer ‘Naranjo en flor’. Con esos nombres deberían”, reflexiona. 

 –¿Por qué Safo, hoy? 

 –No por algo relacionado con la hermosa ola feminista. De hecho, el proceso es muy anterior, pero sin duda es algo que está en el aire. Safo era famosa en su tiempo por ser una gran poeta. Pero fue también a lo largo de los siglos ocultada y denostada. Se la quiso acallar de mil formas, pero es tan fuerte que ruge hoy como hace 2600 años. 

 –¿De qué modo sus versos resuenan en la actualidad?

 –Sus versos, unos 270 fragmentos que sobrevivieron de los nueve libros que se recogieron y copiaron en Alejandría y fueron luego arrojados al fuego de la inquisición, tienen una fuerza vital que podrían ser leídos, o cantados como si fueran de hoy. Safo expresa sus emociones más íntimas, y lo hace desde el amor a la belleza, a la naturaleza, a los Dioses, a su tierra, a los animales, y a sus amores, sus amigas, con pasión, con erotismo, con ira. Además, fue la responsable de la definición del género lírico como es entendido en la actualidad. 

 Tan buena es la obra que Horovitz la presentó en el decimoctavo festival internacional de mujeres de Lesbos. “El viaje fue espectacular. Haber pensado la obra en  Buenos Aires, en mi living y cocina, y haber llegado a hacerla allí, en su tierra natal, frente a cientos de mujeres de todo el mundo, fue un sueño hecho realidad. Caminar por esos montes, sentir el viento en las encinas gruesas que ella nombra en sus versos y yo canto, meterse en ese mar azul inconmensurable, tomarse un vino bajo las mismas estrellas y la luna que ella miraba es de una emoción indescriptible. Grecia, en general, provoca una sensación de mucha atemporalidad. Estaba sentada en un barcito de esos de película y un poeta turco del que me hice amiga me comentaba: ‘Acá vivió Aristóteles...’ Una experiencia mágica”. 

La reposición de esta tarde no será bajo las estrellas de Eressos, claro, sino bajo la calidez que provoca la cercanía con el público. “Hay sorpresas. Por ejemplo, una pantalla que usamos en un momento, hermosas luces y un clima especial que llena el lugar de algo ancestral, aunque con momentos humorísticos, que lo alejan de toda solemnidad”, adelanta Horovitz. “No busqué reproducir la música griega ni oriental ni emular nada de aquellas épocas, algo muy difícil de averiguar. Es la música que a mí me nace al leer a Safo, hoy, compuesta en Almagro y tocada en San Telmo”, concluye.