La semana pasada fue atípica para el mercado financiero. El dólar bajó casi dos pesos al mismo tiempo que se desplomaron las acciones de los bancos y los bonos. Lo normal es que la inestabilidad del tipo de cambio impacte en el precio de estos activos. La menor presión de la divisa suele colaborar con la recomposición de las acciones y los títulos públicos. Esto obliga a separar factores de corto plazo con elementos estructurales para entender qué es lo que está ocurriendo con las principales variables financieras. 

Las expectativas de devaluación se mantienen entre los inversores pero el efecto de la liquidación de la cosecha gruesa comenzó a sumar a la oferta de divisas. Los operadores de las mesas de dinero coinciden que estos días fue la clave para contener la inestabilidad. El factor se encuentra potenciado por un segundo factor: el Fondo Monetario Internacional desembolsó cerca de 11 mil millones de dólares, y el Tesoro podrá venderlos a partir del lunes a un ritmo de 60 millones por día.

La situación generó optimismo en algunos economistas. Plantearon que el problema en un par de semanas puede volver a ser que la cotización de la divisa mayorista se ubique debajo del piso de la banda cambiaria. El análisis parece algo apresurado y no es compartido por otros consultores. En los eventos financieros de la semana pasada más de un analista aseguró que el peso atraviesa una crisis difícil de remontar.

La preocupación principal en el mercado es la dificultad para revertir el proceso inflacionario, recuperar la confianza en la moneda local (bajar la expectativa de devaluación para finales de año) y ubicar la tasa de interés en niveles razonables. En los informes de las consultoras empezaron a figurar algunas palabras que recuerdan a la economía de hace 30 años: hiperinflación, tipo de cambio fijo, convertibilidad, dolarización. Los escenarios para que ocurran algunas de estas predicciones son improbables. Pero ahora se mencionan en los informes que circulan entre las empresas y bancos del mercado interno porque la probabilidad ya no es cero.

Los datos duros que alteran los nervios en la city son varios. El riesgo país es uno de estos. La semana pasada superó nuevamente los 800 puntos. Los bonos soberanos alcanzaron rendimientos corrientes por encima del 12 por ciento en dólares. Pero esto resulta poco si se tiene en cuenta el nivel de desconfianza de la capacidad de repago de los bonos provinciales. En los informes de las agencias de bolsa sobresalieron tres títulos provinciales: la tasa interna de retorno (tir) de los bonos 2024 de Chaco es del 20 por ciento anual, mientras que la de Salta es del 18 y la de la provincia de Buenos Airea de 15.

La fuerte caída de las acciones es otra de las variables de alerta. Los bancos hace semanas que no consiguen recuperarse y ya volvieron a los valores de diciembre del año pasado (uno de los momentos de mayor incertidumbre en la plaza local). La novedad en estos días es el fuerte recorte que empezaron a tener las empresas de energía. Entre las acciones argentinas que cotizan en Nueva York la que más bajó es Edenor. La firma acumula una caída de la cotización en dólares cercana al 35 por ciento y gran parte de ese derrape ocurrió en las primeras dos semanas de abril. La otra compañía que más cae es el Banco Supervielle, con un retroceso del 31 por ciento. El podio lo completa Pampa Energía, con una pérdida de 25 por ciento.