“En estos momentos de crisis hay que enfocarse en la información, siempre ha sido la información. ¿Qué significa la información? Mantener comunidades interpretativas con la capacidad de procesar y explicar la información que el pueblo necesita”. Las palabras de Fernando Ruiz resuenan como un mantra en este 2019 en el que como hace al menos tres años, las noticias de periodistas despedidos/as, medios que cierran y otros que nunca se recuperaron, son diarias. Como docente e investigador en temas de medios y comunicación, en su último libro (Cazadores de noticias. Doscientos años en la vida cotidiana de los periodistas, 1818-2018- Ariel) hace un recorrido que permite comprender las constantes y las diferencias de la prensa argentina en cada período histórico. También alumbra el futuro incierto del periodismo, que ya llegó.

–¿Cómo surgió la idea de este libro y por qué el uso de la primera persona?

–El objetivo fue tratar de aprovechar veinte años de investigación y en base a algunos trabajos inspiradores de otros estudiosos, buscar algún mecanismo que me permitiera ser un poco más profundo en el análisis. Ya había trabajado la historia de las guerras mediáticas argentinas, sobre fuentes secundarias, trabajos de otros, de historiadores, sobre distintos momentos. Ahora sentí que tenía que trabajar sobre fuentes primarias, textos de la época. A partir de ahí surgió la idea de hacer un mosaico de distintos momentos históricos, como si fuera una secuencia de fotos de una biografía de una persona. Uno podía ver no solo las diferencias sino también las similitudes. Intentando tratar de entender así la esencia de la profesión periodística, viendo lo constante y lo que ha cambiado.

–¿Tuvo devoluciones?

–Estoy empezando a tener lindas devoluciones. Porque la vida académica es eso. No es un libro que construye una explicación completa sino que vos te subís a los hombros de otros para ver más lejos y otros se suben a tus hombros para ver más lejos. 

–¿Cuáles fueron las fuentes?

–Testimonios de época, tratando de entender el significado de la época. Hay un testimonio muy lindo de un cronista de La Nación de 1920, con esta idea maravillosa de los diarios como una especie de síntesis de la civilización universal. Decían que cada ejemplar de un diario en esa época representaba el estado civilizatorio. Entonces uno podía recomponer una civilización a partir de la lectura de ese diario, de la forma más integral, desde el avisito más pequeñito, hasta el reclamo, hasta la noticia. Entonces la época está representada.

–¿Hay o hubo una época mejor para ser periodista?

–En todas las épocas hubo una pasión extraordinaria por parte de los profesionales. Una pasión quejosa, lamentosa; se sienten peregrinos de una marcha a favor de la sociedad que la sociedad reconoce poquito. Eso se ve en 1818 y en 2018, es una constante. Es difícil porque todas las épocas han tenido acontecimientos extraordinarios, entonces, los periodistas que fueron testigos de la fiebre amarilla en Buenos Aires, de la Semana Trágica, del nacimiento del peronismo, de la caída del muro… son todos acontecimientos muy epocales. Por lo tanto la adrenalina de los periodistas siempre fue altísima. Quizás desde el punto de vista de las condiciones laborales puede haber habido momentos mejores, pero que hoy se ven como mejores. Hoy por ejemplo vemos un año como el de 1989, que era un año dramático por muchas circunstancias, y que no fue un mal año desde el punto de vista de las circunstancias laborales. Era una profesión periodística muy en el centro de la sociedad, con empresas periodísticas bastante sólidas, con nuevas iniciativas que surgían, con una perspectiva de que el periodismo era un lugar donde se podían construir empresas de largo plazo. Sin embargo puedo mencionar diarios que han terminado ese año. Pero comparado con el 2017 y 2018 donde la situación es tan incierta incluso para los que les va mejor. Una de las características de la actualidad es que la incertidumbre también la tienen los que les va muy bien. En el mundo digital existe la muerte súbita. 

–¿Cómo fueron cambiando los objetivos de los medios? En las primeras épocas usted señala la “formación de un espíritu ciudadano” y después eso fue cambiando.

–Se fue complementando con nuevos objetivos y en algún momento esos prevalecían sobre los tradicionales. Los objetivos de los medios son políticos, en un sentido amplio muchas veces, de formación de ciudadanía, no solo de promover un grupo político, un liderazgo político específico. Así ha sido en toda América Latina la formación de la prensa. La necesidad de los sectores políticos de construir consenso necesitaban comunicación. Luego, a medida que las sociedades empezaron a construir mercados, hacia fines del siglo XIX, los mercados podían hacer sustentables los medios de comunicación, las instituciones periodísticas se convierten en empresas. Los líderes de los diarios ya no eran solo grandes políticos desde el punto de vista de su influencia, sino que a su vez eran millonarios. Entonces, empezó, como en el resto de la historia de las profesiones, la tensión fuerte entre el principio profesional y el principio económico.

–¿Y entre los periodistas y la empresa?

–Sí, de a poco en algunos casos. Cuando arranca, los periodistas estaban tremendamente identificados con las empresas en las que trabajaban. En ese momento no se consideraba posible que en el mismo medio hubiera dos posturas distintas. Como eran para promover la política se consideraba que si uno avanzaba en una posición el otro no podía retroceder.

–¿Hoy estamos volviendo a eso?

–No, depende. Habría que ver casos específicos. Pero en general está mucho más aceptado en el periodismo que haya una pluralidad de voces en el interior. En los momentos en que la situación política se hace más tensa, se polariza más, el pluralismo interno se reduce automáticamente. Eso es casi una ley física. Hacia fines del siglo XIX las motivaciones políticas de los dueños de los medios entran en contradicción con sus motivaciones económicas. Muchos pueden conciliarlo. A su vez, cuando los dueños de los medios tienen la sustentabilidad económica no abandonan en absoluto la política, al contrario, se convierten en actores políticos más relevantes porque son autónomos de otros actores políticos, ya no son dependientes.  Entonces los dos grandes diarios, La Nación y La Prensa, se consolidan en un nivel que ellos hablaban de sí como “diarios institución” y así se los reconocía en gran medida socialmente. Por su gran éxito económico tenían bastante autonomía y libertad de acción económica y política. Reconociendo que ellos eran parte de una elite y que representaban los intereses de esa elite, que por supuesto tenía grandes contradicciones. Eso ha pasado en la creación de la prensa en los distintos países democráticos. Hacia fines del siglo XIX la prensa era construida por hombres de elite social y política, generalmente conservadores, y a medida que iban desarrollándose como marcas y medios periodísticos  reconocidos, se iba ampliando la línea editorial, iba siendo más inclusiva. Hay una relación fuerte entre calidad periodística e inclusión. En la medida que un medio periodístico tiene más calidad es más inclusivo. Reconoce más las voces incluso va aprendiendo y reconociendo nuevos sectores sociales. Por lo tanto, muchas veces es contradictorio que un medio de alta calidad sea conservador, precisamente por tener alta calidad periodística y una apertura a las fuentes y a las diversas voces, recibe de muchos lados distintos y por lo tanto es muy permeable. 

–A principios del siglo XIX, dice, había 1300 periodistas en la ciudad y, según el censo de 1914, había 51 periodistas y escritoras mujeres. ¿Qué encontró en estas fuentes primarias en relación a las mujeres? ¿Alguna sorpresa?

–Las mujeres no eran tenidas en cuenta en el periodismo argentino excepto en muy escasos casos. Ni como productoras de información ni como lectoras, acá y en el mundo. La industria de las revistas de fines del siglo XIX en gran medida está motorizada por la necesidad de atraer a las mujeres al mundo de las redacciones. Por esa búsqueda empiezan a buscar también periodistas mujeres para trabajar en las revistas que se van a publicar. Pero todavía entendiendo como esferas separadas: la revista de mujer se va a dedicar a la esfera de la mujer, la esfera doméstica, la esfera privada; y el diario se va a dedicar a la esfera de los hombres, la vida pública. Esa es la base del funcionamiento de la prensa en ese momento y de la relación hombre-mujer. Lo que he visto en los años que estudié es que recién en la segunda década del siglo XX empieza a asomar el rol de la mujer, la presencia de la mujer en la redacción. Yo cito el caso de Ada Elflein...

–Y Alfonsina (Storni).

–Sí. Me llamó mucho la atención que hacia la década del ‘40 se produjo un caso emblemático, el de los quintillizos Diligenti, y la novedad no eran tanto los quintillizos sino que la periodista era una mujer. La gente se asombraba. Como hoy cuando la gente se asombra si hay una mujer colectivera.

–En el capítulo de la radio marca las críticas al nuevo medio tildado de “superficial”, ¿es una constante hacia cada nuevo medio?

–Es una constante que no descubrí yo. Pero es realmente curioso.

–No aprendemos.

–Los medios tradicionales nunca se alegran con la llegada de los nuevos medios y suelen ser apocalípticos. Al principio los periodistas principales de la comunidad profesional no se suben a los nuevos medios y por lo tanto esos nuevos medios tienen una legitimación profesional tardía. Entonces se produje la paradoja que cuando esos nuevos medios están impactando en la sociedad, por otro lado no están ofreciendo una gran calidad profesional. Porque los profesionales están por fuera. De a poco van pasando al nuevo medio. Eso pasó con la radio. Era un desprestigio para los periodistas de gráfica pasar a la radio, sin embargo la radio llegaba desde Jujuy a Ushuaia.

–¿Cómo ve el futuro del diario en papel?

–Todo ese mundo que estaba construido alrededor de la prensa escrita, no solo los periodistas, los kioscos, los distribuidores, el centro de distribución, los camiones, el papel sigue. Esa cosa maravillosa de que a las cuatro o cinco de la mañana el diario barría la ciudad y en 30, 60 minutos el papel estaba todo distribuido. Y esa era una organización humana gigantesca. Hoy por hoy eso está vivo, pero llega el periódico a las casas y en la mayoría de las casas el periódico queda sin tocar hasta el asado del domingo.

–¿La gente sigue comprando y no lee? “El diario es como un teléfono fijo, un adorno que nadie se anima a sacar”, dice en un capítulo.

–Claro. Me contaba alguien de un canal que todos los días compran los diarios y a la nueve de la noche están impecables. Nadie dice “vamos a dejar de comprar los diarios”. Es como si vos cortas un vínculo, desde el punto de vista humano es muy dramático. Hay mucha cantidad de oficios y aprendizajes que bancó la vida de mucha gente que ya no están. Esto es la historia de la industria del mundo. Le ha tocado a la industria del papel.

–El relato que hace en el libro de la última etapa del periodismo es dramático. El ritmo es muy vertiginoso y la construcción de las noticias muy superficial.

–Estaba leyendo el libro de Gabriel Michi sobre José Luis Cabezas y cuenta en un capítulo muy lindo la estadía de los periodistas en Dolores. Una comunidad de periodistas se instala más de un año en Dolores.

–Eso no existe más.

–No existe más. Ese aprendizaje no existe. Entonces la posibilidad de que ese periodista no acompañe a los acontecimientos, no se acerque a la realidad, eso se paga. Yo soy optimista. Me da la impresión de que el escenario digital va a ser un escenario favorable para nuevos medios digitales. Pero no soy tan optimista para aquellos medios que vienen de las etapas anteriores porque la brutal reducción de ingresos que produce el escenario digital no puede sostener las estructuras de los medios tradicional. Eso es como si fuera un embudo muy duro. El problema no es solo de estructuras sino de mentalidades. En estos momentos de crisis hay que enfocarse en la información, siempre ha sido la información. ¿Qué significa la información? Mantener comunidades interpretativas con la capacidad de procesar y explicar la información que el pueblo necesita.

–Circula tanta información que es muy necesario tener una mirada.

–Yo diría más que nunca hay que tener una mirada. Ese es el foco. Una cosa importante también es que el periodista no tiene que resolver su rentabilidad. Su rol es cada vez más refinar, procesar y explicar la información. Dentro de este trabajo de multitasking, tendrán que surgir los visionarios, como fue en su momento Natalio Botana, Jaime Yankelevich, que son los que tienen la expertise de construir la sustentabilidad económica. Pero no es el periodista el que además de refinar la información, procesar, buscarla contra los poderes, contra los engaños... además tiene que buscar el dinero, hacer el balance... en fin. Creo que los periodistas digitales han creído que son ellos los emprendedores empresarios y no, es otra expertise. Podrá haber alguno que tenga esa capacidad... Un editor extraordinario como Jacobo Timerman, su gran expertise empresaria fue vincularse con David Graiver. Y cuál era la estrategia de Graiver, la de bolsillo profundo. Tengo un montón de plata y la pongo al servicio de un editor extraordinario.

–¿Considera que en los últimos años es más transparente la tendencia política de los medios y que hay un público más entrenado en la línea editorial de cada medio?

–Mi anterior trabajo fue sobre las guerras mediáticas en Argentina. En todas ellas estaba bien claro quién era quien. Nunca la audiencia ha sido demasiado engañada con respecto de los medios de comunicación. El discurso crítico con respecto a los medios ha ido creciendo a medida que crecían los medios, no es una novedad de la época. Toda la gran creación de prensa alternativa que se produce durante el siglo XIX, principios de siglo XX, es una prensa que está en contraposición a la mentira de los grandes medios. Forma parte de un ecosistema. Siempre ha sido así. 

–Más allá de los puntos en común con lo que pasa en el resto del mundo ¿cómo juega hoy en Argentina la fuerte concentración de medios, favorecida por la legislación, en la calidad del periodismo?

–Estamos en un escenario que yo llamo de la triple hibridez, donde el ecosistema está formado por medios centrales, medios alternativos con gran ebullición y los usuarios digitales más activos que pueden adquirir rápidamente una voz potente. Cada tema recorre su propio camino entre esos tres actores. Hoy la dispersión de las audiencias convive con medios tradicionales cuya palabra es cada vez más discutida. Yo creo que no hay control de nadie. Estamos más cerca del polo del caos comunicacional.

–La crisis económica actual impactó dramáticamente en el periodismo local, con cierre de medios y despidos, especialmente en el periodismo crítico, ¿cómo ve el panorama de medios en los próximos años?

–La crisis de ecosistema es muy fuerte en el mundo y acá pegó con todo con la reducción de la publicidad oficial. No es sólo el problema humano de que una persona pierde su trabajo que además suele ser una vocación. Si no que, con cada periodista que sale, también perdemos algo de memoria histórica para entender mejor la realidad. Confío que surjan nuevos medios que puedan restaurar esa alianza intergeneracional que siempre distinguió a las mejores redacciones.