Lo calificaron de Plan Aspirina, Plan Parche, “paquetito” y hasta hubo quien lo comparó con la táctica de un técnico de fútbol que se sabe despedido y juega en el último partido con toda la audacia que nunca tuvo, con los jugadores y la estrategia en los que nunca creyó, para despedirse, fracasado, diciendo “hice lo que me pedía la gente”. 

Hubo quien, desde la vereda empresaria, incluso se animó a expresar “una tristeza enorme: me estoy jugando la suerte de 27 años de fábrica y el gobierno, que anunció un anuncio durante una semana, hoy monta una telenovela que no dice nada, y lo poco que esbozan son cosas en las que no creen y no tienen capacidad de implementar” (Federico Cuomo, industrial de Avellaneda, dirigente de RIEL). 

Y es que el anuncio falló desde su misma presentación. Se supone que la intención, ante una realidad económica que le es absolutamente esquiva al gobierno, y tras un golpe de nocaut como el dato de la inflación de marzo, era que el gobierno demostrara que estaba de pie, que generara confianza como para que le creyeran que podía llegar a las elecciones entero. Pero el primer gesto, en cambio, fue esconder al Presidente y mostrarlo apenas asomado a un video mal editado del cual se presumía ser producto de una charla espontánea con una vecina. Mala elección. Peor aun para quienes tuvieron que dar la cara en la conferencia de prensa y responder ante la inevitable pregunta del periodismo. ¿Por qué no hizo los anuncios el Presidente?

También hizo agua el fondo de las medidas. ¿Hacía falta recurrir justamente a las medidas tantas veces denostadas, para ser presentadas ahora como salvavidas? Procrear, Precios Cuidados, congelamiento de tarifas, créditos con fondos de Anses, son conceptos que el gobierno demonizó durante tres años y medio como emblemas del kirchnerismo, y hoy se convierten en instrumentos “para llevar alivio a las familias”. Es una metamorfosis difícil de creer, además mal explicada y encima presentada pocos días después que Mauricio Macri volviera a afirmar que “estamos saliendo de la crisis sin cambiar las reglas”. 

Y en esta última frase está la raíz de otro punto flojo del anuncio y de la implementación actual de la política económica: la caracterización del momento como el de inicio de la salida de una crisis ya superada, al igual que la inestabilidad cambiaria. Los males actuales, desde esa perspectiva, serían apenas los rezagos de un accidente del pasado.

El resultado del paquete de anuncios es la existencia de medidas mínimas que solo marginalmente pueden provocar un impacto positivo en el consumo: precios accesibles de la carne pero con reducido alcance en su disponibilidad, créditos de costo elevadísimo para familias con fuertes carencias, tarifas ya a niveles exorbitantes sobre las que se promete no aplicarles más aumentos hasta fin de año, acuerdo de estabilidad de precios sobre una cantidad muy limitada de productos y luego de haber recibido un fuerte aumento previo. Plan de pagos de la AFIP para deudas impositivas que pueden llevar algún alivio, pero sin resolver el problema central que genera la inactividad de las mismas unidades productivas. Créditos y facilidades, inclusive para el acceso a la vivienda, que no alcanzan a resolver los dos problemas centrales que afectan al conjunto de la sociedad, y que el programa del FMI al que se ató el gobierno, amenaza eternizar: la debacle del ingreso y la producción. Y es que, sin recomposición de los ingresos y sin reactivación productiva, no hay posibilidad de tener un horizonte distinto al de un colapso, que es lo que hoy se tiene por delante.