Desde Santa Fe

El psicólogo Jorge Micozzi pidió justicia para María de los Milagros Almirón. "Que la justicia tardía, sea justicia", dijo tras escuchar su testimonio ante el Tribunal Oral de Santa Fe en el juicio por delitos de lesa humanidad a siete imputados. Ella era una niña de 14 años cuando fue secuestrada y atormentada junto a su mamá María Rosa Sedrán de Almirón, en julio 1976. En su relato, recordó la persecución política e ideológica que devastó a su familia, identificó entre los represores a su abusador (que no dio la cara porque los jueces lo habían eximido de asistir a las audiencias) y contó las secuelas de la impunidad que padece desde hace 43 años. "Declaró con claridad y valentía. Poner la angustia en palabras es terapéutico", escribió Micozzi en su página en Facebook en la que explica su experiencia profesional en la atención a víctimas de crímenes del terrorismo de estado y sus consecuencias en el cuerpo y en la psiquis. "El daño psicológico es más grave que el moral y el físico", sintetizó.

Micozzi se mostró "conmovido" por los testimonios de Milagros y de su hermano, Luciano Almirón, que tenía 16 años cuando fue detenido en 1977, en una visita a su hermana en la Guardia de Infantería Reforzada (GIR). Los dos militaban en la UES, el brazo secundario del peronismo.

"Correr el velo y desocultar a lo siniestro de estas tramas" represivas "se convierte en una necesidad vital", planteó el terapeuta. El "destape de la perversión", las "conductas psicopáticas de los acusados", "el ultraje al pudor", "los abusos, torturas y violaciones"

son relatados ante los jueces con "mucha angustia y convicciones en la búsqueda de justicia". "Las cuestiones perversas, psicopáticas, sádicas, de violencia institucional, producto del terrorismo de estado" demandan "un abordaje inter y transdisciplinario", agregó.

En su alegato, Micozzi explicó el impacto del terrorismo de estado en Milagros y en su familia: la pérdida de sus abuelos, de una tía, de su madre, de sus compañeros, y años después, de una hija de 15 años y de su hermana menor Gabriela en un accidente, "un hecho paradojal", lo calificó. "Los cánceres del odio de María Rosa, la mamá, de la hija y por último de ella misma que está superando, constituyen sucesivos duelos melancólicos enfermos, no elaborados", afirmó el terapeuta.

"Ahora hay conciencia del daño psicológico" y de sus secuelas en "episodios de estrés postraumatico, fobias y ataques de pánico". O en la "depresión mayor y reactiva a las injurias producidas por los represores con estas prácticas aberrantes".

En otra parte, Micozzi repasó también las trabas burocráticas que tuvo que sortear Milagros para que el Estado santafesino reconociera "las injurias y barbaridades que expuso en su declaración" ante la presidenta del Tribunal María Ivón Vella y sus colegas José María Escobar Cello y Luciano Lauría. El reclamo era por la pérdida de su capacidad laboral en la docencia para adultos.

Los operadores del terrorismo de estado "son psicópatas perversos que no tienen frenos inhibitorios y no sienten culpa", señaló Micozzi. Más allá del "plan genocida y de las aberraciones o vejámenes que por obediencia debida debían realizar, estos sujetos agregaron sus personalidades psicopáticas. No son psicóticos que son inmutables, son psicópatas que dañan por placer propio y disfrutan del dolor que producen. Por eso no se arrepienten". La abundante "bibliografía internacional" explica "quiénes son estos criminales, estén o no condenados a prisión perpetua, pase lo que pase no se arrepienten".

"El daño psicológico es más grave que el daño moral y el físico", insistió el psicólogo. "Hace 43 años que estos sucesos ocurrieron. Está en juego la calidad de vida y la liberación total del peso de la culpa de muchas Milagros". Es una "deuda con tantas víctimas de la represión y el terrorismo de estado".