La deuda pendiente con la industria del libro –una de las más emblemáticas del país por la riqueza simbólica y material que genera– comenzará a saldarse con la indispensable creación del Instituto Nacional del Libro Argentino (INLA), un proyecto de ley del diputado nacional Daniel Filmus (FVP), presidente de la Comisión de Cultura de la Cámara de Diputados, que cuenta con el apoyo de todos los bloques (ver recuadro). El proyecto se presentará hoy a las 17 con las diputadas y diputados firmantes más un panel en el que participarán Claudia Piñeiro, Daniel Guebel, Luisa Valenzuela, Julián López, Alejandro Dolina, Darío Sztajnszrajber, Daniel Divinsky, Carlos Díaz, Raquel Franco, Víctor Malumián, Francisco Lohigorry, Juan Pampín, Carlos Arias y Héctor Amichetti. En los fundamentos del INLA –que se financiará con el 2 por ciento del presupuesto nacional de la secretaría de Cultura– se establece que es necesario “implementar políticas de Estado para generar medidas de estímulo y promoción que contrarresten los efectos económicos y culturales adversos de las sucesivas crisis sociales y económicas que viene atravesando el país durante grandes tramos de su historia”, porque esas crisis “no solo condujeron al cierre de editoriales y librerías, y a la pérdida de numerosos empleos altamente calificados, sino también a una mayor concentración y extranjerización del sector editorial”.

A diferencia del cine, el teatro y la música, el libro no tiene un instituto que promueva su circulación federal y el acceso igualitario. El INLA estará conducido y administrado por un Director Ejecutivo –designado por el Poder Ejecutivo Nacional por cuatro años–, un Directorio y una Asamblea Federal. 

¿Por qué es necesaria la creación del INLA? Alejandro Dujovne, doctor en Ciencias Sociales e investigador del Conicet, especialista en historia y sociología del libro y la edición, responde que le parece muy bien empezar preguntando por el sentido de un Instituto. “Una posible manera de responder esta pregunta es a través de otro interrogante: ¿por qué un área de la cultura tan emblemática, tan importante en términos simbólicos y materiales, no cuenta ni ha contado con un organismo dentro del Estado en el cual estén presentes los actores que componen el libro, que pueda desarrollar, promover, diseñar e implementar políticas públicas en favor del libro? La ausencia de un organismo como el INLA se puede observar en situaciones críticas como las que estamos viviendo ahora: una crisis económica que impacta de manera directa sobre el sector y que tiene efectos culturales duraderos porque se achican las posibilidades de que nuestras escritoras, escritores e intelectuales puedan producir sus obras. Ante esa situación el gobierno que está a cargo del Estado no está desarrollando políticas públicas capaces de sobrellevar los efectos de la crisis. La existencia de un órgano dentro del Estado, con representación de los propios actores que componen el sector, con recursos propios y estabilidad en el tiempo, puede darle al Estado las herramientas para enfrentar situaciones críticas a través de políticas anti cíclicas que logren aminorar los efectos más brutales de una crisis como la que estamos viviendo en el sector del libro”, explica Dujovne, que se encargó de investigar y analizar experiencias exitosas de institutos o centros del libro junto al sociólogo Heber Ostroviesky.

Para Dujovne, las razones que justifican la necesidad del INLA están más allá de las situaciones de crisis económicas. “La idea es que a través de políticas sostenidas en el tiempo, políticas estratégicas que permitan apuntalar, fortalecer y ampliar el sector, se puedan evitar en el futuro situaciones críticas. Argentina ha perdido de manera continua y sistemática su presencia en el ámbito de la lengua castellana. El Estado no ha desarrollado políticas activas para mejorar la internacionalización del libro argentino. Se trata de pensar en el largo plazo políticas estables que puedan reposicionar al libro argentino en el ámbito de la lengua castellana”. Otra de las ideas centrales es “revertir la fuerte asimetría que hay en el mundo del libro en términos geográficos”, aclara Dujovne. “La ciudad de Buenos Aires y alrededores concentra la mayor parte del mundo librero y editorial. Esto no significa que esté mal que haya muchas librerías y muchas editoriales en Buenos Aires. El problema es que no hay un número importante en el resto del país. Tenemos ciudades que tienen muy pocas librerías o ninguna, incluso provincias enteras con casi ninguna librería. Hay una enorme parte de la población desprovista del acceso al libro. Si dejamos al sector del libro librado al mercado, se termina concentrando la producción de libros y las librerías. El Estado tiene que tener capacidad de intervenir sobre esa desigualdad para multiplicar las librerías, para fortalecer el acceso democrático y federal al libro. Si circula mejor el libro, circulan mejor las ideas y hay una cultura democrática mejor”, afirma el autor de Una historia del libro judío (Siglo XXI).

“El Instituto es imprescindible no solo en un momento de crisis como la actual, en el que la producción de libros cayó de 120 millones de ejemplares a 40 millones, una caída tremenda”, dice Filmus. “El Instituto hubiera sido muy importante también en años anteriores; un ejemplo es cómo funciona el Instituto de Cine, el Instituto Nacional de Teatro o más recientemente el Instituto Nacional de la Música. Si el acceso al libro uno lo concibe como un derecho, el Estado tiene que destinar una política particular. El libro no puede quedar librado solo a manos del mercado. El Estado tiene que apoyar la producción, la distribución y el acceso al libro, y tratar de generar condiciones de igualdad. Estos objetivos no son para momentos de crisis, sino para cualquier momento, por la importancia que tiene para el desarrollo del país la industria del libro, industria que fue primer exportador en el mundo de habla española y ahora es el sexto”, precisa el diputado y agrega que el INLA será “un motor de la actividad editorial” tanto dentro como fuera del país. “El Instituto va a promover la igualdad regional; que muchos buenos escritores que no tienen posibilidad de editar lo hagan; que las pequeñas y medianas editoriales también puedan generar su propia producción; pero aparte va a tener políticas muy activas para la difusión y distribución de los libros. Hay un tema que es imprescindible: no hay librerías en el interior del país, no hay forma de acceder a los libros, y el envío a veces sale más caro que el valor del libro”, advierte Filmus.

Cuando Filmus asumió la presidencia de la Comisión de Cultura, lo convocó a Dujovne para retomar la idea del Instituto del Libro. “Nos reunimos con los distintos actores: escritores, libreros, editores, traductores; pero antes revisamos versiones pasadas de proyectos de ley y también otros institutos existentes. Tomamos modelos y experiencias de institutos exitosos en otros países”, cuenta Dujovne y dice que el INLA es “no es solo de los escritores, de los editores, ni de los libreros”. “Trata de ser un órgano comprensivo del conjunto del sector y por lo tanto reúne dentro de sí a los distintos actores. Esto significa tratar de compatibilizar y lograr un equilibrio entre los intereses, necesidades, miradas y funciones de cada uno de los actores. Lo cual no es fácil –reconoce el especialista en historia y sociología del libro y la edición–. En el armado hubo una negociación constante hasta encontrar un proyecto de ley que nos parecía que era lo suficientemente asequible, políticamente viable y que podía tener efectos reales. Es natural y absolutamente genuino que cada uno de los sectores quiera tener más peso, representación o que sienta que puede faltar algo; pero la idea del INLA es que pueda generar políticas pensando al sector del libro no de manera fragmentada, sino de manera sistémica, es decir que logre generar políticas públicas que tengan efectos finalmente sobre el conjunto. Busca hacer el esfuerzo de pensar al sector del libro como ecosistema”.

Entre las experiencias que estudiaron Dujovne y Ostroviesky, se destacan el Centro Nacional del Libro en Francia, la Dirección General del Libro y Fomento de la Lectura en España, el Instituto del Libro Polaco y fondos que se fueron armando en distintos países orientados a aspectos específicos de la literatura y el libro. “El caso Noruego lo tomamos muy en cuenta para pensar una vez que estuviese funcionando el Instituto del Libro qué clase de políticas eventuales podría hacer, o la experiencia fascinante de Corea del Sur, que de no tener un paisaje literario y editorial relevantes se convirtió en un fortísimo polo a partir de una acción muy inteligente, muy estratégica y de largo plazo del Estado”, resume Dujovne.

Al editor Víctor Malumián, de Ediciones Godot, le interesa que exista el INLA porque es necesario “un ente que esté abocado a ayudar a crecer al rubro editorial en un sentido amplio, invocando a todos los actores que están en torno a la producción, la venta y comercialización de un libro, como hay otros entes que ayudan a crecer a los que producen granos de trigo”, compara el editor de Godot. “El punto neurálgico es la logística, que solo la puede encarar un Estado nacional –subraya Malumián–. La ley de precio único, que está muy bien, permite que los libros se vendan al mismo precio en todo el país; pero a veces le juega en contra a las librerías que están más alejadas. Alguien que está en Mendoza tiene que vender al mismo precio que se vende en Capital Federal, pero teniendo costos logísticos muy distintos. Se podría empezar con dos o tres ciudades para generar envíos subsidiados por el Correo Argentino solo en el traslado de libros, bajando los costos y abriendo y facilitando que los libros lleguen a todas partes. Esto va también en las dos direcciones. Cuando hay un centro productor de libros, una universidad, una editorial pequeña o mediana en Córdoba, para que lleguen sus libros a Buenos Aires, donde se vende un caudal muy importante de esa producción, los costos son bastante más elevados que los que tenemos nosotros, que estamos radicados en la ciudad de Buenos Aires”.