Cuando Vida Morant era chica fantaseaba con usar un guardapolvo blanco, que era a la vez el de una maestra, una doctora y una actriz. Mucho después, cuando entre 2011 y 2017, Carolina Reynoso y María Eugenia Lombardi se propusieron filmar un documental sobre Vida, aprendieron a plegarse a las variadísimas formas que ese delantal multiuso fue tomando: Vida es actriz, dramaturga, educadora, voz imprescindible del activismo trans, licenciada en Psicología y en Comunicación Social. Fue Secretaria Académica en el pionero bachillerato trans Mocha Celis,  reconocida como personalidad destacada por la Legislatura porteña por su trabajo en Derechos Humanos. Ahora, es docente en la Defensoría del Pueblo de la Ciudad de Buenos Aires, sólo por nombrar algunos de los roles que la mantienen ocupada. 

Seguirle el ritmo no fue sencillo: implicó acelerar la marcha y acompasarse a días que parecen duplicar en horas a los del común de los mortales, pero también ir registrando el devenir de una autoconstrucción permanente que a lo largo de esos años fue dando saltos, giros, volantazos. “El trabajo comienza a gestar sus primeros pasos poco tiempo después de que obtuve el fallo de la Jueza Elena Liberatori que, antes de la ley de identidad de género, reconocía mi identidad. Y entre pausas y cambios de rumbo el rodaje culminó en 2017 para pasar a su etapa de post producción. En los primeros tiempos, hubo muchas reuniones, muchas preguntas a responder sobre la génesis y el desarrollo de mi historia. Las directoras preguntaban y escuchaban sobre distintos tópicos: la familia, la escuela, lxs amigxs, la migración, la desolación, la vergüenza, el camino hacia la libertad, el trabajo, la supervivencia, el amor y el desamor”, recuerda Vida.

“Elegir contar la biografía de Vida fue un modo de hablar también de la cotidianeidad de otras personas trans, por eso nos referimos a problemas que pueden resultar comunes al colectivo. Con la particularidad de que Vida es un personaje muy positivo. Por una sumatoria de motivos, su vida no es necesariamente un cúmulo de opresiones, violencias y estigmatizaciones sino toda la enorme cantidad de cosas que sí ha podido hacer. Por muchas razones, Vida no hizo el recorrido que suele estar asociado a las vidas trans, en el imaginario y en la realidad, de todo ‘lo oscuro’. Corrernos de eso fue una decisión de la película”, relata sobre la elección de los ejes del documental María Eugenia Lombardi, codirectora, quien fue además alumna de teatro de Vida.

NINGUNA CENICIENTA

Si la premisa de las directoras fue en un principio ponerse en los zapatos de Vida, terminaron haciendo de ese objetivo un recurso narrativo, que por momentos se vuelve completamente literal como cuando con una suerte de cámara oculta siguen a la protagonista, del brazo de la guitarrista y activista Karen Bennett, por las zapaterías de Palermo en busca de unos tacos talle 43, un modelo para las que calzan un poco más que Cenicienta, que los fabricantes no contemplan.

Sobre esa secuencia, analiza Vida: “surgió como una metáfora, como un modo de apuntar hacia cuestiones más profundas, como la empatía de ponerse en nuestro lugar intentando caminar un camino donde abunda la palabra ‘no’”. ¿Qué sería entonces ponerse en los zapatos de Vida Morant? “Las personas trans desarrollamos un ingenio y un humor muy propios. Un mecanismo de defensa como intento de supervivencia y de imponer luz ante una realidad social que nos oscurece hasta apagarnos. Hay que salir de ese cono de sombra en el que la sociedad nos pone. La sombra primigenia en la que nos inscribe el guión cultural y que el Estado oscilará entre sostenerla o alivianarla; y la sombra de quienes se acercan presentándose como aliados proponiéndonos puentes bajo un tutelaje que aunque parezca tan sutil, culmina comiéndonos y matándonos”.

NOVIO SE BUSCA

Aún hoy cuando las ficciones abordan las biografías trans, el menú de asociaciones continúa siendo una paleta limitada que va de la prostitución al showbusiness. Incluso dentro de los discursos del activismo, la vida en pareja, la sexualidad y el amor quedan en las sombras, detrás de otras urgencias como el acceso a derechos básicos -salud, trabajo, educación-. La película de Lombardi y Reynoso rompe esta racha y elige hablar de amor, del desencuentro como aparente destino y propone una salida con humor, que es hacer un casting de “novio para Vida”. Ese reality de selección, con candidatos que se presentan dando nombre, profesión, cantidad de mascotas, entre otras señas particulares, es un procedimiento de ficción que atraviesa toda la película. Así lo relata Lombardi: “En el casting se hace eco de algo que aparecía mucho en las charlas con Vida. Nos contaba que ella a lo relacionado con lo sexual lo tenía, ‘cubierto’. No le faltaban ni le faltan parejas sexuales. Nos decía: somos objeto de deseo pero también de desprecio. Y nos hablaba de la dificultad de establecer una pareja, que es algo que cuentan mucho las mujeres trans, los obstáculos y la hipocresía que generan que la relación rara vez trascienda las cuatros paredes, hacia otras instancias, no necesariamente rosas. Hacer un ‘casting de novio’ fue nuestra respuesta, cargada de sentido del humor pero también con reflexión, a esa cuestión”. l

“Vida” se proyecta en la Sala Gaumont, todos los días a las 12.30 y a las 20.15. Avenida Rivadavia 1635.