“Hice un par de encuentros culturales y se ve que eso impactó en alguien”, señala con cierta modestia el artista plástico Gustavo López Armentia. El “impacto”, como lo llama, es por haber instalado tanto su taller de trabajo como un espacio de exposición de sus obras en el barrio de Flores (en Gregorio de Laferrere 3259). Y no sólo eso, un trabajo de años que le vale ahora dos distinciones por parte de la legislatura. Una, de sitio de interés cultural para la casa-taller. La otra, como personalidad destacada de la cultura porteña. Ambos reconocimientos se celebrarán allí hoy a partir de las 19. “No te digo que me toma por sorpresa, pero no sabía que estaba dando vueltas esto”, confiesa. La primera distinción llegó en 2018. La otra está recién estrenada y se podrá celebrar caminando entre sus obras.

–¿Cómo empezó con el espacio?

–Desde que empecé, lo hice para tener un lugar donde poner obra, aunque también tenía la idea de que pudiera ser un espacio de encuentro. Pasa que tengo dos casas y en lugar de ampliar el taller se me ocurrió esto.

La casa, acota, tiene una historia adicional: perteneció a los padres de Juan Domingo Perón. El dato se lo confirmó al artista un historiador del barrio, de esos indispensables para mantener viva la historia local. Cuando su vecina decidió vender la casa contigua, López Armentia aprovechó la oportunidad y la compró para exponer. Con una convicción adicional: convertir a Flores en un lugar más relevante en términos artísticos. “Que no todo pase por Palermo Hollywood”, reclama. El mundillo del arte –o al menos el del mercado del arte– suele estar concentrado en algunos puntos de algunos barrios, como Palermo o Recoleta, siempre de mayor poder adquisitivo. Pese a su intención, el lugar relevante que cobró su taller sí lo tomó por sorpresa. “Uno no piensa que el lugar de trabajo se va a convertir en algo importante para el barrio o su gente”, explica.

–Empezó a abrir el espacio de a poco. ¿En qué momento se dio cuenta de la importancia que había adquirido?

–En realidad, lo que me hizo caer la ficha empezó por otro lado. Estuve muchos años exponiendo en Nueva York y muy poco en la Argentina. Aquí, a  mis obras no las veía nadie y empecé a guardarlas, porque siempre tuve la angustia de que los argentinos no podemos mostrar con claridad nuestra obra. La tenemos encanutada en el taller, las galerías las mueven poco, y así la gente está desinformada de lo que hacemos. Cuando surgió lo de la casa vecina, la compré y adapté para exponer. Y creo que me di cuenta cuando empezó a venir gente de la UBA a conocer o al taller. Me gustaba la idea de que tuviera actividad, pero no fue planificado.

–¿Cómo fue construir su carrera afuera a partir del 87?

–Expuse en San Pablo en el 87, pero mi carrera despega afuera más en el 95, cuando me fui a Nueva York hasta el 2008. Después se complicó por la crisis financiera internacional. Teníamos buena relación con dos galerías, pero con las dos se complicó por el mismo motivo.

–¿Y Nueva York?

–Una vez que empecé a trabajar ahí todo se transformó bastante, sobre todo la forma de trabajo para exponer. Tiene sus beneficios, sus ventajas y desventajas. Por un lado, me alejé de lo que pasaba acá con los artistas, pero por otro lado tenía mis cosas personales allá. Eso me generaba un desencuentro con mi posición en la Argentina, en Buenos Aires. Al mismo tiempo, al no estar ligado a la actividad acá, no es que te olvidan, pero sí de alguna manera no te tienen tan en cuenta.

–Su obra se concentra fuerte en inquietudes sociales. ¿La Argentina tiene mercado para estos temas?

–(Se ríe.) ¡Qué buena pregunta! Siempre lo que tiene un contenido social es un poco rechazado, salvo que se ponga de moda hablar de guerras o esos problemas. El problema es que siempre se toma de una manera medio superficial. No hablan de lo que realmente pasa en la gente cuando suceden esos eventos violentos. Entonces, lo social no es muy bienvenido por el mercado. El mercado del arte está ligado al negocio y no a la sociedad. Entonces, si estás en el sistema, es más fácil que camine. No tiene que ver con la calidad de las obras, sino con un sector de la sociedad que es el que compra. Es muy difícil para un artista. Le pasó al mismo Berni, su obra era social.

–¿Cómo se trabaja, entonces?

–El camino del artista cada uno lo hace como quiere y como puede. Si alguien dice que lo que hice en tal obra está mal, no le puedo echar la culpa a nadie. Algunos se lo bancan, otros no. Pero lo que puede sostener un tema, el que sea, es la misma obra. La cultura es así, pueden tratar de aplastarla, pueden tratar de confundir a la gente, de meterle palos en la rueda, pero la cultura cuando aparece sustentada en algo genuino, es mucho más difícil de descartar.