La inauguración de la Feria del Libro nuevamente se vivió signada por el escrache. Ocurrió durante el discurso del secretario de Cultura, Pablo Avelluto, cuando un nutrido grupo de asistentes comenzó a silbar al funcionario. A este escrache se sumó paradójicamente otro, protagonizado por él mismo. Es que la enumeración de logros nimios vinculados con el sector que intentó ofrecer, contrastó de manera demasiado brutal con las cifras duras que acababa de ofrecer María Teresa Carbano, presidenta de la Fundación El Libro. Cifras que hace muy poco difundió la Cámara Argentina del Libro, y que demuestran no solo la crisis severa que atraviesa el sector, también la falta de apoyo y hasta las trabas que sufrió de parte del Estado en estos últimos años. El discurso que sí fue escuchado con atención y aplaudido largamente fue el de Rita Segato, encargada de abrir la feria este año.

Los motivos de la protesta entre el público –en parte organizada, a la que se sumaron espontáneamente otros presentes—fueron diversos y no todos vinculados con lo específico del evento. A pesar de que este año se extremaron las medidas de seguridad, y todos los asistentes ingresaron con invitación previa, un grupo llegó con carteles que pedían por los bachilleratos populares. Otro sumó el reclamo de “Aborto legal” y los pañuelos verdes. Otros decidieron escuchar el discurso de pie y de espaldas al funcionario. Y a esos se sumaron los gritos y silbidos de otros invitados: “¡Hablá de la Ley Pinedo!”, “Hablá del derecho de autor!”, “¡Hablá del presupuesto para las bibliotecas!”, se escuchó. Una cosa quedó clara: el malestar instalado y expresado en la industria editorial se hizo cuerpo, y aunque el ministro se refirió a “amigos” del sector con los que dialoga (su propio origen está en el mundo editorial), por lo que se vivió el jueves a la noche, no parecen quedarle demasiados.