Las voces desobedientes de las hijas, hijos y familiares de genocidas son tan inesperadas como necesarias en el escenario de la lucha por la memoria. Ellas y ellos repudian los crímenes de sus padres, sus prácticas represivas, sus pactos de impunidad y silencio. Como descendientes, enfrentan la culpa y la vergüenza por los crímenes de lesa humanidad que cometieron sus progenitores: personal de las Fuerzas Armadas, de Gendarmería, de la Policía, personal de inteligencia, funcionarios, médicos y jueces. Estas voces insumisas no se reconcilian, no perdonan y no callan. La presentación del libro Escritos desobedientes. Historias de hijas, hijos y familiares de genocidas por la memoria, la verdad y la justica del colectivo Historias Desobedientes, editado por Marea, fue como una bocanada de esperanza.

En el escenario del stand que el grupo Octubre tiene en la 45° Feria Internacional del Libro de Buenos Aires estaban varias integrantes del colectivo: Analía Kalinec, Bibiana Reibaldi, Eli Rodríguez, Silvia Villegas y Liliana Furió, entre otras, acompañadas por Victoria Ginzberg. En Escritos desobedientes hay textos que fueron publicados en redes sociales, fragmentos de novelas inéditas como La casa incendiada, de Christian Baigorria; poemas, monólogos, relatos y ensayos. "Lo saludable de este colectivo de hijas, hijos y familiares de represores vinculados con la última dictadura es que surge en un momento de retroceso en materia de derechos humanos, después del fallo de la Corte Suprema de Justicia conocido como el '2 x 1'. En un momento de avanzada negacionista, ellos vinieron a poner un límite a esa avanzada", planteó la secretaria de redacción de Página/12 y recordó cómo finaliza el manifiesto del colectivo: "hablar para defender lo justo, repudiar para no ser cómplices, desobedecer para romper mandatos". Ginzberg resumió el gesto político en uno de los textos de Kalinec, en el que ella confiesa que desde muy pequeña fue una niña obediente hasta que logró romper con ese mandato de obediencia cuando pasó del llanto por el encierro de un padre acusado "injustamente por defender la patria" a entender que fue condenado por cometer crímenes de lesa humanidad. "La identidad es lo que está descubriendo o deconstruyendo este colectivo; es interesante volver a la idea de identidad desde otro lugar. Hay una búsqueda de una identidad diferente", aseguró Ginzberg y celebró que este colectivo aparezca para ofrecer "más memoria, más verdad, más justicia".

La primera aparición pública de Historias Desobedientes fue en la movilización de Ni una menos, el 3 de junio de 2017. En el prefacio del libro, Carolina Bartalini postula que hay un "doble gesto político" en el surgimiento y presentación elegida: "Impugnar las identidades impuestas por la ley del padre, por los padres genocidas, explicitar que no somos quienes ellos querían que fuéramos; constituirnos, así, en lo posible, en lo pensable". Bibiana Reibaldi dijo que a través de los textos se articula "una palabra incómoda y molesta al negacionismo". Eli Rodríguez, nueva integrante, agregó que lo que le quieren dejar a sus hijos es el "basta de mandato"; "cada uno tiene que actuar según lo que piensa". Rodríguez subrayó que la palabra de los hijos y familiares de genocidas es incómoda porque surge de la incomodidad que ellos mismos sintieron a partir del trabajo de los organismos de derechos humamos. "Nosotros podemos reconocernos y salir cuando nos juntamos", advirtió. "En mi caso, sentí que hice pie a partir de que las conocí; no tenía sentido andar en silencio". La cordobesa Silvia Villegas es otra incorporación reciente. "Nos cuesta superar la vergüenza y construirnos como una voz que hasta ahora no se ha dicho en el país; los hijos de genocidas repudiamos sus pactos de silencio e impunidad. Nosotres no nos reconciliamos, no perdonamos, no nos callamos", confirmó Villegas.

Hay más de 100 familias de genocidas que están en contacto. "Nosotros venimos a poner en cuestión la filiación y esto también es producto de una época, es una fuerza que tiene el colectivo y tiene que ver con un momento social a nivel mundial y país. Nosotros reivindicamos el movimiento feminista. Somos un país ejemplo en el mundo; no hay antecedentes de otros países que hayan podido juzgar a genocidas. Tampoco hay antecedentes de familiares de genocidas que hayan formado una organización. En la Alemania nazi hay muchos testimonios, pero no hay antecedentes de colectivos", reflexionó Kalinec. Una mujer del público --nacida en Alemania-- pidió la palabra. Cuando escuchó por primera vez uno los cantos más emblemáticos de las marchas del 24 de marzo --"como a los nazis les va a pasar, adonde vayan los iremos a buscar"-- ella se molestó mucho. "No es verdad que los alemanes fueron a buscar a los nazis. Lo que están haciendo los grupos de derechos humanos argentinos es mucho más valiente que lo que hicieron los alemanes con los nazis". Un hombre quiso saber qué lugar ocupaban las mujeres en las familias de genocidas. "Las mujeres tenían un papel de sumisión y a la vez una obediencia debida dentro del hogar que era desoladora; en algunos casos por temor y en otros por mandatos muy atávicos", explicó Liliana Furió. "Mi padre, además de un machismo exacerbado, era misógino. A mi madre, las pocas veces que se quería rebelar, le hacían saber que no tenía otra opción. La gran mayoría de las mujeres en las fuerzas armadas han padecido este modelo".

No es fácil salir de la parálisis que instaura la vergüenza y esa sensación de no encontrar un lugar en el mundo. Kalinec recordó el peso que ha tenido el círculo endogámico militar del que provienen. "Por suerte no nos casamos con un militar", bromeó Kalinec. "Pero nuestro príncipe azul era de color verde militar, nuestro mandato era casarnos con el hijo de otro milico y tener hijos. Yo me di cuenta de que había gente que no era católica cuando entré al CBC en la universidad. ¿Qué podía entender de las Madres y las Abuelas? Si Néstor Kirchner no hubiera reabierto los juicios, yo estaría con mi papá comiendo un asado". Las hijas desobedientes cargan con el estigma, al interior de sus familias, de ser las "traidoras", las "desagradecidas" con sus padres "patriotas".

Villegas contó que se integró el pasado 24 de marzo a Historias Desobedientes. "Vine a Buenos Aires para encontrarme con las chicas, busqué la bandera como quien busca una fruta", confesó. "Los procesos personales son muy diferentes; pertenecemos a diferentes generaciones, a diferentes barrios militares. Hay un chiste que dice que en Córdoba hay más milicos que árboles. Pero yo no me he encontrado con hijas e hijos de militares cordobeses que se solidaricen con este movimiento".