El interés que la obra y la vida de Alejandra Pizarnik despiertan en lxs lectores, esa persistente curiosidad por su final, su depresión, su lesbianismo, sus amistades, o su amor por Silvina Ocampo, pudo y puede contra la intención aniquilante de su suicidio: pese a haber decidido morir, Alejandra sigue viva cada día más. Las publicaciones de su biografía, de su correspondencia, de las cartas a su analista, los audiovisuales, las docuficciones teatrales, la infinidad de artículos periodísticos, la renacen una y otra vez. En este caso será la escritora Claudia Aboaf la encargada de echar sobre Alejandra una luz no arrojada todavía: la de las estrellas. La autora de la novela El ojo y la flor (Alfaguara, 2019), es además una de las fundadoras de Casa 11, la prestigiosa escuela de astrología, orgullosamente argentina. Desde una perspectiva mixta, literaria y astral, Aboaf propone leer en la carta natal de Pizarnik su vida y su obra y también su vincularidad con Silvina Ocampo, en un seminario que el 16 y 23 de mayo dictará en Espacio Enjambre llamado “Literatura y astrología: La distancia entre el cuerpo de la escritura”.  Aquí Aboaf adelanta algunas de las cuestiones a tratar en estos encuentros donde se intentará entender qué Alejandra hubo y sigue habiendo debajo de Alejandra. “Nacida en el signo de Tauro, Pizarnik tenía ascendente en Aries y Luna en Leo –cuenta–. Estas son las señales básicas de su carta, con las que trabajaremos en el curso, aunque voy a tomar un planeta en la casa 12, que como lo definía Jung, es un símbolo del inconsciente colectivo. Tener un planeta en la casa 12, es como tener a toda la banda, todos los aspectos del inconsciente colectivo soplándonos en la nuca”.

¿Se llevó bien Alejandra con su signo solar?

–Tauro tiene que ver con la corporalidad, es el momento del zodíaco donde se manifiesta la sustancia con todo su peso.  Alejandra no aceptó su cuerpo, de adolescente fue un poco gordita según su mirada frente al espejo, tenía acné, problemas con su aspecto en general, de ahí que empiece tempranamente a consumir anfetaminas. Esta morbidez taurina, que para otrxs nativxs de su signo, contrariamente, sería transformarse en alguien gourmet, exquisito, buscar lo rico, lo satisfactorio, tener predisposición hacia la sexualidad, para ella se volvió una batalla. Y esto tiene relación con su Luna, que por estar en Leo pone en conflicto ser ante la mirada de lxs otrxs, erigirse ante ellxs como la reina, o en su caso la princesa judía. Hay una mirada muy exigente respecto de ser la única, la mejor poeta. En un momento le dijo a Orozco “yo soy mejor poeta que vos”, rebelándose así contra la que consideraba casi su madre. 

¿Cómo definirías la Luna para la astrología?

–Funciona como una memoria primaria, algo que se constituye en una vincularidad que puede ser con una madre o un padre, o con alguien que cumpla esa función, quién está más cerca o quién es la persona nutricia respecto de las necesidades básicas de unx niñx. Esa memoria hace que una tienda a repetir una manera de hacer vínculo de supervivencia. En el caso de Alejandra, ella va a establecer una valoración, una importancia de sí, ser alguien especial en su hogar, ser ese centro va a estar afectivizado. Lo único seguro para ella fue reproducir un comportamiento que la hiciera sentir valorada, si no aparecía el desconcierto y esto la podía paralizar. Si en el mundo de una persona con Luna en Leo ésta siente indiferencia, es reducida a un manojo de nervios y de miedo, queda en un lugar de infantil necesitada. 

¿Qué nos podés contar de la relación entre las cartas natales de Alejandra y Silvina?

–Es interesante detectar qué la enamoraba de ella. Silvina era de Leo, el signo de su luna. Creo que ella veía en Silvina esa cosa leonina de reina asentada, pero comparada con Victoria, Silvina se veía a sí misma como una reina opacada. Tenía la luna en Virgo, contrastante con su sol en Leo, que es un signo que está en el centro de la escena. Esa luna es un condicionamiento a las propias dependencias, es el condicionamiento a no ser precisamente esa reina leonina. Interesante cómo la luna puede condicionar a tal punto la propia identidad. Hay una foto de Silvina famosa en la que aparece tapándose la cara, algo que nunca haría una persona de Leo, que tendería a exhibirse. Silvina después se casa con el bello de Bioy Casares, en quien va a proyectar su propio brillo de Leo. Ella estaba más cómoda en la parte de atrás, pero sin embargo es vista desde Alejandra como una reina absoluta de la cual enamorarse.

¿Se expresa su ascendente en Aries en su escritura poética? 

–Sí, como un pasaje del lirismo al derrumbe lingüístico. Cuando ella pasa a cierto estado de procacidad, cuando ella escribe sobre la virgen de hierro y las muchachas a las que la condesa sangrienta mata clavándoles cuchillos, en este tipo de textos donde aparece la palabra obscena, el sexo y la muerte, visto desde la astrología ella se está acercando a su ascendente. Alejandra fue una adolescente procaz y un tanto masculina, desde la visión clásica de lo masculino y lo femenino, esto tiene que ver con algo muy profundo de su alma que también necesitaba expresar. El ascendente en Aries se trata de tomar riesgos, mandarse aunque unx se equivoque. Y de alguna manera ese ascendente le estaba pidiendo que dejara a esa niña naufraga atrás, esa cosificación, esa cajita preciosa. No que la matara como finalmente ocurrió, matando todas sus posibilidades al matar su cuerpo, sino cómo lo hizo en La condesa sangrienta, Los poseídos por las lilas o La bucanera de Pernambuco, donde transgredió esa identificación anterior y dijo cosas como “chupame la cajita de música”. Ella sale de toda esa caja de cristal que la encerraba, algo que unx astrólogx hubiera aplaudido; ese aullido feroz que finalmente surge podría haberse aunado con ese otro preciosismo. 

Dijiste que Alejandra era un tanto masculina. En estos tiempos en que el binarismo empieza a quedar atrás, ¿cómo impacta esta deconstrucción dentro de la astrología? 

–Tendremos que desandar los arquetipos de lo masculino y lo femenino que hemos creado desde el inconsciente colectivo, los planetas como Venus (lo femenino) o la Luna (la maternidad) o Marte (masculino guerrero), serán cualidades que ya no encajen con la imagen de los géneros binarios. La bajada de los dioses como Afrodita mujer irán mutando en la medida que más individualidades así lo piensen, después de todo los arquetipos son cárceles del pensamiento. Hay que liberar a los dioses que hemos construido colectivamente. 

¿Cómo operaron los mandatos de género particularmente en la carta de Alejandra?

–Alejandra no se definía como lesbiana sino más bien como lo que hoy llamaríamos género fluido, una fluidez que le permitía hacer sin definición. Había leído artículos feministas de De Beauvoir o de Leonora Carrington, admiraba a Janis Joplin, se vestía con montgomery, usaba el pelo corto, expresaba que la ropa femenina era muy molesta, que con ella le faltaba libertad para moverse, y afirmaba que ser mujer era una desgracia comparándolo con ser judía, pobre o negra, homosexual poeta o argentina. Había abortado y expresaba que cada cual era dueña de su cuerpo, lo controlaba como quería. Cuando comienza con los Textos de sombra, se pregunta si coger y morir tenían adjetivos y empieza a no soportar ser aquella que todos esperaban. Buscaba revelarse; debajo de una Alejandra que todos conocimos había otra Alejandra. Con ella podemos también preguntarnos quién es cada unx debajo de la categoría de los géneros.

“Literatura y astrología: La distancia entre el cuerpo de la escritura”. El 16 y 23 de mayo en Espacio Enjambre. Francisco Acuña de Figueroa 1656. CABA.