Cuando tenía trece años, durante los albores de la vuelta de la democracia, al periodista e historiador Cristian Vitale un cantito popular le llamaba particularmente la atención. Era el de “¡Generales, generales, generales de cartón, generales son los nuestros: San Martín, Rosas, Perón!”. Lo atraía porque “no podía entender cómo en una época de tal antimilitarismo se alababa con un canto a tres militares”, y sobre todo a tres locales. Esa fue la primera motivación que lo llevó a escribir su flamante libro, titulado justamente San Martín, Rosas, Perón (Editorial Octubre), que recoge los orígenes, mutaciones y persistencias de la gran trilogía nacional, y que presentará hoy a las 20 en el stand 705 de la Feria del Libro. La segunda motivación apareció durante sus clases de la licenciatura en Historia en la Universidad de Buenos Aires (que está por terminar) y sobre todo tras leer un trabajo de un colega con una visión sobre la tríada que identificaba como “muy institucional”. Se propuso entonces confrontar “la resonancia negativa” que se le da a esa ligazón de líderes y mostrar que lo que los une es una profunda raigambre popular.  

La tesis que quiso rebatir Vitale –periodista de este diario desde 1998– fue la de su colega Julio Storini, quien sostiene en un texto de 2004 que el revisionismo, en tanto corriente historiográfica reivindicadora de Rosas, no había sido tan significativa como se creía durante los dos primeros gobiernos peronistas. Es decir, que Rosas no había estado tan presente en Perón y que esa era una construcción posterior a la caída del ´55. Para Vitale, en cambio, no había manera de que esa relación surgiera después ya que “ninguna sustancia política se construye tan rápidamente”. Sabía que tenía que haber algo más y, tras mucha investigación y mucho análisis, arribó a la idea de que esa creencia extendida (la de Storini, “que se expande en toda la historiografía progresista-liberal”) responde a una cuestión meramente “instrumental”.

“Es cierto que hay opiniones de Perón reivindicando explícitamente a Rosas aunque no entre el ‘45 y el ‘55. Pero esto responde a una necesidad instrumental de no meterse en un quilombo respecto a la asociación que se hacía entre él y el fascismo, teniendo en cuenta que Rosas era una figura ligada al nacionalismo acérrimo. La historiografía había construido una imagen de Rosas como el garante de la mano dura, del orden. Perón fue muy vivo y evitó esa asociación”, desliza Vitale en diálogo con este diario.

–Más allá de que no lo explicitara, ¿en qué aspectos encuentra entonces la relación entre Rosas y Perón?

–Se puede ver mucho en sus aliados, sobre todo. Básicamente, todo lo que orbita alrededor de Perón suena a rosismo. John William Cooke es un rosista acérrimo, por ejemplo, y muchos de sus historiadores cercanos hablan del otro Rosas, del que construyó consensos con la mayoría, el que protegió a la incipiente industria nacional y el que defendió a la soberanía nacional en Obligado. A Perón no le convenía reivindicar mediante el discurso a un personaje cuyas resonancias hablaban de otra cosa, pero para construir su proyecto político basado en una especie de policlasismo primero, y después de corte más obrerista, se basó en aquel otro Rosas. Hay también discontinuidades y diferencias, claro, pero la unión es mucho mayor de lo que se cree.

–En los últimos años aquel cantito fue agregando algunos nombres. Ahora se canta “Chávez, Néstor Kirchner, San Martín, Rosas, Perón”. Si usted tuviera que agregar dirigentes a esa línea política, ¿quiénes serían?

–Nombraría a Néstor y a Cristina, dos animales políticos de raza que además supieron reivindicar ese papel popular de Rosas. Decretaron el feriado por la soberanía nacional por la Vuelta de Obligado y Cristina incluso hizo mención alguna vez al sable de San Martín. Además, hay otro lazo que es la relación con otros militares. Néstor Kirchner, sobre todo, reivindicaba a algunos de ellos que construían codo a codo con la gente, para despegarlos de la última dictadura cívico-militar. Cada vez que podía, lo hacía en los discursos. Ahí hay una conexión. También nombraría a Hipólito Yrigoyen y a José Gervasio Artigas. Y a Hugo Chávez, que también era militar.