Despejada la principal incógnita electoral, las próximas elecciones implican escoger entre dos modelos: el del gobierno actual (el país de los sectores concentrados y el capital financiero) o el de una propuesta que incluya a las mayorías populares, aporte al desarrollo nacional y a la producción y al empleo. Pero, en el actual contexto económico, para plasmar ambas visiones, es necesario tender hacia el equilibrio fiscal, aunque por motivos opuestos.

Para la patria financiera, el superávit primario garantiza repago de una deuda creciente, alimenta la fuga de capitales y encadena condicionamientos de largo plazo sobre la soberanía nacional. Así, ha producido una doble paradoja: a) menor gasto primario pero mayor gasto total, dado los enormes intereses de la deuda y b) aumento de la presión fiscal con disminución de la recaudación, por el retroceso del PBI.

Las reformas tributarias encaradas por el macrismo desde 2016 han sido para defender, proteger y estimular los beneficios de los sectores más acaudalados de la sociedad, disminuyendo la capacidad recaudatoria del Estado. La recaudación nacional cayó de 2015 a 2018, del 26,3 al 23,8 por ciento del PBI. El 50 por ciento de esa caída fue por la menor recaudación del Impuesto a las Ganancias (pese a que cada vez más trabajadores pagan), el 24 por ciento por las menores retenciones, el 16 por ciento por menos contribuciones patronales y el 10 por ciento por la baja del impuesto a los Bienes Personales (que es hoy un tercio de lo que era en 2015).

Así, los impuestos progresivos daban cuenta del 45 por ciento de la recaudación total en 2015 y apenas de un 38 por ciento en 2018. Sólo por los cuatro impuestos mencionados, respecto a 2015, se recaudaron 9.100 millones de dólares menos en 2016, 12.100 millones menos en 2017, 9.300 millones de dólares menos en 2018 (al tipo de cambio promedio de diciembre de cada año), totalizando 30.500 millones de dólares (monto equivalente al 53 por ciento del total del préstamo arreglado con el FMI), que el fisco argentino dejó de cobrarles, en estos años, a los sectores de ingresos y riquezas más concentrados.

Para un país federal, inclusivo, productivo y con justicia social, en cambio, tender al equilibrio fiscal implicará no seguir incrementando el endeudamiento, no acudir al uso de las pocas reservas que la Alianza PRO-UCR deje (luego de quemarlas en el altar de la fuga y para contener el tipo de cambio), y frenar la enajenación del patrimonio público (que en estos años ha ido desde malvender inmuebles del Estado hasta la descapitalización de las empresas públicas).

A su vez, esta tendencia al equilibrio fiscal no puede implicar una disminución del gasto, sino que, por el contrario, debe convivir con un fuerte incremento de la inversión social y en infraestructura. Ello sólo puede ser posible apostando al crecimiento, que podría, incluso, permitir, una mayor recaudación sin incrementar la presión fiscal. 

El necesario aumento de la recaudación debe, entonces, revertir las políticas fiscales regresivas del macrismo. Así, una propuesta nacional y popular debe perseguir tres objetivos: a) generar un impulso al desarrollo de las actividades económicas; b) otorgarle al Estado los ingresos necesarios para sostener más actividades y alcanzar un mayor nivel de desarrollo y c) asegurar que el sistema tributario recaude según la premisa “que paguen más quienes más tienen”.

* Investigadores-docentes de la Universidad Nacional de General Sarmiento.