La respuesta tarda un segundo. “Voy a votar a Cristina, hermano”, sentencia Estrella ante la pregunta del millón. “Y a Alberto, a quien conocí mucho antes que a ella y a Néstor Kirchner y que, recuerdo, fue uno de los que rehabilitó la esencia del peronismo: la opción por los pobres, a la que me incliné desde muy joven. En efecto, nunca me interesó ser una estrella comercial y siempre les escapé a los empresarios. Ellos me decían que con mi mujer perdíamos el tiempo yendo a los lugares pobres, que teníamos que tocar solo en lugares como el Colón, La Scala de Milán o los lugares top para ser archimillonarios. Nos querían vender como la pareja ideal y nada que ver porque, además, tocar Beethoven en los montes, para la gente de allí, es conmovedor. Saben apreciarlo mejor que los que creen saber apreciarlo. Un paisano me dijo una vez: ‘Tocalo de nuevo, hermano, porque esa música llora’. Esas cosas en el Colón no las podés vivir”.

–Peronismo musical, Estrella.

–Totalmente, porque se pueden hacer maravillas con gente que no tiene las tonteras de la clase dominante, que pone nombres sofisticados, se viste de tal manera, y esas cosas. Otro paisano me dijo: “Seguí rezando, hermano”, tras escuchar una plegaria de Bach, sin haberle dicho nada antes. Esa es la emoción natural, no fingida. Y lo mismo nos pasaba con los negro spirituals que cantaba Marta en la Villa 31 y la gente se empezaba a persignar.  Por eso no quise hacer caso a los grandes empresarios. 

–Que lo veían como un “producto para facturar”.

–Así es. Viene al caso: una vez le pregunté a Francisco qué veía sobre lo que estaba pasando en la Argentina gobernada por los neoliberales, y me dijo: “Mirá, son gente sin amor, pero tienen una adicción erótica con la plata”.