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LO IMPORTANTE ES QUE SEA SANITO

Por Roberto Navarro

La inflación argentina es una de las más bajas del mundo, incluso en los últimos meses se ha registrado deflación. Pero en esa estabilidad de precios hay sorpresas. Según el Instituto de Investigaciones de la Federación de Agentes de Propaganda Médica (IiFA), en los últimos siete años los medicamentos aumentaron un 142 por ciento, poco más del doble de lo que se incrementó el Indice de Precios al Consumidor en el mismo período. La desregulación del mercado que el Gobierno implementó en 1991 tuvo como consecuencia que el valor promedio de los remedios de salida de fábrica trepara de 3,96 pesos a 9,60 pesos. Los mismos laboratorios reconocen que, con estos precios, alrededor de diez millones de personas en el país dejaron de consumir medicamentos porque no pueden pagarlos. De todos modos, el negocio va viento en popa: en los últimos doce meses, la facturación total de la industria farmacéutica fue de 4103 millones de pesos y la de las farmacias, de 7198 millones de pesos.

En el mercado de medicamentos la estabilidad de precios no está incluida en el vademécum. En los últimos quince meses los precios subieron un 20 por ciento. El economista Roberto Dvoskin, especialista en el tema, destacó que “los precios de los remedios son inelásticos, porque por más que suban, la gente los necesita. Los medicamentos más caros son los oncológicos, que curan el cáncer, y los cócteles contra el sida”.

Pese a que el país cuenta con una importante industria productora de fármacos, el precio promedio es más del doble que en Brasil, el triple que en Chile y seis veces el de Colombia. En Europa, los remedios son más baratos que aquí porque los estados, que en todo el mundo son los primeros clientes de la industria, controlan los precios y la salida de medicamentos nuevos.

En Argentina, el PAMI compra el 10 por ciento de los remedios que se consumen en el país, pero no ejerce ningún tipo de control ni de presión de precios. Les paga a los laboratorios una suma fija de 28 millones de dólares mensuales y la misma industria se autocontrola. Los hospitales, que atienden el 60 por ciento de las consultas médicas, sólo suministran el 11 por ciento de los medicamentos, porque no tienen más presupuesto.

La fuerte concentración de la industria farmacéutica, sumada a las características particulares de ese mercado, llevó a que no exista competencia. De los 360 laboratorios medicinales habilitados, los primeros veinte se quedan con el 63 por ciento de la facturación, y los primeros cincuenta con el 96 por ciento. Además, los industriales avanzaron sobre la cadena de distribución: un grupo de 13 laboratorios nacionales y extranjeros, entre ellos Roemmers, Bagó y Novartis, se unieron para comprar droguerías (distribuidoras de medicamentos), que luego fueron fusionándolas, hasta conformar el intermediario de remedios más grande del país, Farmastar, que reúne el 60 por ciento de la distribución total.

Pero el avance de los laboratorios no se detiene: en estos días están en tratativas con Droguería Monroe, que tiene el 14 por ciento del mercado y es dueña de la cadena de farmacias Topky. Con esa compra harían pie en el último eslabón de la cadena de comercialización. El avance sobre las droguerías no es casual: en Brasil esas compañías se unieron y comenzaron a presionar los precios a la baja. A su vez, los laboratorios se negaron a distribuir sus productos en los supermercados -inclusive los de venta libre- para que los híper no presionaran en la formación de precios.

El poder del galeno

La apertura económica no sirvió, como en otros sectores, para frenar el aumento de precios. Si bien las droguerías y las farmacias pueden importar remedios, el problema que tienen es cómo venderlos. En Argentina está prohibido hacer publicidad de medicamentos de venta bajo receta, pero además, los consumidores no compran el producto que quieren, sino el que el médico les prescribe. La forma en que los laboratorios influyen en la decisión de los galenos a la hora de recetar es motivo de polémica:

“Los médicos son sutilmente incentivados por la industria farmacéutica con viajes, cursos y, en algunos casos, hasta existen retornos”, aseguró Roberto Lugones, presidente de la Comisión de Medicamentos de la Confederación Médica de la República Argentina. Según Iifa, la federación que agrupa a los visitadores médicos, de cada 100 visitas al médico, 90 terminan en una receta. Por otra parte, el 17 por ciento de la facturación es por automedicación. Con 160 pesos anuales per cápita de gasto en medicamentos, los argentinos están segundos en el ranking mundial de consumo, detrás de Estados Unidos.

Los laboratorios aducen que el seguimiento del precio promedio no es un método justo de análisis y que se debe medir el desarrollo de cada producto enparticular. El presidente de la Federación de Farmacéuticos, Mario Castelli, sostiene lo contrario: “La estrategia de la industria fue ir lanzando nuevos productos, con modificaciones triviales, a los que llaman Forte nueva fórmula o efecto prolongado, y los cobran más caros”. Según la Organización Mundial de la Salud, con sólo 300 genéricos se cubre todo el espectro de enfermedades. En Argentina existen 8500 medicamentos que se expenden en 12 mil presentaciones distintas.

La ley del más fuerte

El elevado gasto en remedios de los argentinos tiene varios orígenes: según especialistas del sector, el 35 por ciento de lo que se vende no se consume por incumplimiento del tratamiento por parte del paciente; otro 15 por ciento se pierde porque los envases traen más unidades de las que un tratamiento normal requiere. En Estados Unidos, uno de los pocos países en donde los remedios son más caros que en Argentina, el farmacéutico está autorizado a vender por unidades. Además, los médicos no recetan una marca, sino el nombre de la droga, lo que le permite al paciente elegir el producto de menor precio.

En 1994, cuando el ex ministro de Economía Domingo Cavallo vio que los precios se disparaban, intentó que el Congreso sancionara una ley que iba a permitir a los farmacéuticos vender los remedios por género. Pero el lobby empresario fue más fuerte y el proyecto pasó al olvido. El ministro de Salud y Acción Social, Alberto José Mazza, mucho más cauteloso que su ex colega, prefiere no involucrarse en el tema: al ser consultado por Cash, respondió a través de su vocero que “el precio de los medicamentos es libre y no es de incumbencia de su ministerio”.

Los altos precios de los remedios en el país no son sólo responsabilidad de los laboratorios. El valor promedio de salida de fabrica es de 9,60 pesos y el de venta al público, de 16,86 pesos. En el medio quedaron 1,54 pesos para las droguerías, 2,79 pesos para las farmacias y 2,93 pesos de IVA. Los boticarios tienen un margen del 25 por ciento, pero con descuentos que les hacen los laboratorios por cantidad llega hasta un 47 por ciento. Esas bonificaciones no son trasladadas al público porque todos se rigen por sus libros de precios fijos, sugeridos por los laboratorios. Ultimamente, aparecieron algunas farmacias que hacen hasta un 20 por ciento de descuento sobre lista. Pero, según el presidente del Colegio de Farmacéuticos de la Provincia de Buenos Aires, Eduardo Rodríguez, “son el fruto de un mercado negro que se nutre de medicamentos robados y truchos, que ya alcanza al 10 por ciento de la facturación”. Ninguno de los actores del negocio parece interesado en una baja de precios: de las 12 mil farmacias que hay en el país, el 80 por ciento facturan menos de 35 mil pesos mensuales, y el mismo Rodríguez reconoce que, “si bajan los precios un 30 por ciento, cierran la mitad”.


Oposición vs. Gobierno
“Sin control”
Aldo Neri -UCR-, ex ministro de Salud

“La decisión de liberar los precios de los medicamentos se inscribe en la línea ideológica que lleva adelante este gobierno, según la cual el mercado soluciona todos los problemas sin importar la particularidad del producto. El resultado: un aumento descontrolado de los precios. Encima se da en un momento en el que la desocupación y el trabajo en negro dejaron sin cobertura a un alto porcentaje de ciudadanos. Además, en estos años se bajaron radicalmente los tiempos de aprobación de nuevos medicamentos, con lo que se alimentó la suba de precios y se bajó la calidad del control. El Estado debe alentar el surgimiento de genéricos, para incentivar la competencia; definir precios de referencia y subsidiar a los millones de personas que hoy no tienen acceso a los medicamentos. En 1984 se creó por ley el Fondo de Asistencia de Medicamentos. Hoy debería legislarse un sistema similar.”

“Damos medicamentos”
Eduardo Corchuelo Blazco -PJ-, presidente de la Comisión de Salud de la Cámara de Diputados.

“Es cierto que los medicamentos han aumentado más de un ciento por ciento en los últimos años. Este incremento golpea principalmente las finanzas del Estado y de las obras sociales. Pero la gran cantidad de gente que no puede comprar remedios están siendo abastecidos por los municipios y por los gobiernos provinciales. A nadie se le niega un medicamento; el que dice lo contrario, miente. En la Cámara hace un año que se está analizando un proyecto del diputado Barrios Arrechea para que los médicos puedan recetar genéricos y que el paciente compre la marca que más le convenga. El tema es complejo y lleva tiempo. Mi posición individual es que una segunda reforma del Estado debería volver a la regulación de los precios de los medicamentos y que el Ministerio de Salud y Acción Social debería tener bajo su cargo la supervisión total del tema.”

Polémica sobre los precios
“Seguirán aumentando”
Pablo Challú, presidente de CILFA (Centro Industrial de Laboratorios Farmacéuticos Argentinos).

-¿Por qué los medicamentos aumentaron el triple que los demás precios de la economía en los últimos siete años?
-El Estado liberó los precios de los fármacos varios meses después de liberar el resto de la economía. Eso generó un desfasaje que nos hizo quedar como los únicos que subimos los precios.

-Pero los remedios aumentaron un 20 por ciento en los últimos quince meses.
-Aumentaron por efecto de la ley de patentes. Como a partir del 2001 cada producto nuevo pagará un royalty, los laboratorios se apuraron a renovar su portafolio de ofertas. Y los medicamentos nuevos siempre son un poco más caros que los anteriores. Este es un fenómeno que aún se sigue desarrollando y que, quizás, dure un par de años más.

-¿Y luego del 2001 subirán por el pago de los royalties?
-Ojalá sea sólo eso, porque no significaría más que un 10 ó 15 por ciento de aumento. El problema va a ser si la autoridad de aplicación no hace respetar la ley, obligando al dueño de la patente a negociarla con los laboratorios nacionales en los términos normales de mercado, y terminan creándose monopolios.

-¿Por qué los laboratorios decidieron comprar droguerías para controlar la distribución?
-La industria no tenía la menor intención de avanzar sobre los intermediarios. Lo que pasó fue que las droguerías comenzaron a tener problemas financieros que ponían en peligro la cadena de abastecimiento.

-¿Por qué se niegan a aceptar que el médico recete por droga y no por marca?
-En principio va contra nuestra cultura. Aquí estamos acostumbrados a hacer lo que nos dice el médico. Todas las marcas no son iguales aunque lleven la misma droga.

“No están subiendo”
Eduardo Tettamanzi, director ejecutivo de CAEMe (Cámara Argentina de Especialidades Medicinales), que agrupa a los extranjeros.

-¿Por qué los precios de los medicamentos siguen subiendo? -No es cierto. Lo que ocurre es que aparecen nuevos fármacos que valen más que los que reemplazan. Y para analizarlo hay que hacerlo dentro del gasto total de salud. Hay muchos productos que están abaratando el costo de los tratamientos: antes una úlcera se operaba y había que gastar en cama, enfermera, cirujano, anestesista y mucho más; hoy se cura con una píldora.

-¿La puesta en vigencia de la ley de patentes va a generar nuevos aumentos?
-No tiene por qué suceder. La investigación de un nuevo producto lleva, en promedio, diez años, y una enorme inversión; luego hay tres años para registrarlo y la exclusividad que da la ley es por 20 años; quedan sólo siete para recuperar el beneficio.

-¿Son la industria que tiene mayores márgenes en el país?
-No se puede comparar un medicamento con cualquier producto. Los costos no se miden de la misma manera. Cuando uno compra un libro de Borges no piensa que puede pagar sólo el papel y la tinta, hay que pagar el talento del escritor. En este caso es lo mismo: los que sacan la cuenta de lo que sale el producto en sí, están olvidando lo principal, el precio de la investigación.

-En el sector coinciden que por los aumentos 10 millones de argentinos dejaron de consumir medicamentos
-No sé justo cuántos son, pero son muchos. Nosotros le presentamos un plan al ministro de Salud para abastecer a esa gente. La idea es que se haga un censo, asumir qué cantidad de carenciados hay y que el Estado los subsidie. Las industria ofrece un descuento del 75 por ciento. Lamentablemente no tuvimos respuesta.