Principal RADAR NO Turismo Libros Futuro CASH Sátira
NO

todo x 1,99

Clara de noche

Convivir con virus

Fue

Será

Ediciones anteriores

 

Jueves 3 de Junio de 1999
tapa

Socio de Daniel Melero en su faceta crooner, productor del nuevo disco de El Otro Yo, y también autor de un agradable par de álbumes bajo el seudónimo de Fantasías Animadas, Vainer es un personaje clave (y lúcido) del circuito moderno porteño. Aquí, su relato de estas variadas experiencias animadas.

MARCELO MONTOLIVO

Diego Vainer es y parece. Su apertura mental lo lleva de un extremo al otro. Adhiere a la música como elemento puro, casi abstracto, y entonces es capaz de facturar estructuras minimalistas con arreglos y producción para un trío de rock crudo. Casi un reflejo de su carrera: comenzó en los 80 integrando bandas como Todos al Obelisco (¿se acuerdan? Eran parte de aquella camada de reggae pos Sumo, con álbum homónimo editado en 1988) y La Montaña (unos mendocinos que intentaban emular al Roxy Music de Avalon, con disco autoeditado en 1991). A partir de 1993, Vainer comenzó a frecuentar ciertos círculos de música electrónica, ya decidido a llevar el Fantasías Animadas con nombre (“porque vivo de fantasías que me cuestan llevar a cabo, y lo de Animadas se refiere a mi deseo de darle vida a eso. Además, los dibujos animados que se llaman así son mis preferidos”). En el ‘96 editó, con un sello propio, el debut titulado 93-94-95 que compila los trabajos realizados en ese período. Luego inició su colaboración con el por entonces trío El Otro Yo, primero en Mundo (donde también remixó la canción “69”), después en el aparatoso triple Esencia y más recientemente en el elogiado Abrecaminos. En el medio, acompañó a Melero para una serie de shows y un cd (bautizado 2 y editado, hasta ahora, sólo en Chile y España). Ahora llegó el tiempo de su propio proyecto: Pendiente, el segundo disco de Fantasías Animadas. Y también la próxima producción -antes de mediados de año– del segundo álbum solista del ex Avant Press Leo García (el primero ya salió por Indice Virgen). Lo que se dice, un muchacho activo.

–¿Como hacés para estar en tantas cosas a la vez?
–Básicamente porque se fue dando. Me conecté con El Otro Yo por medio de un alumno, que es sonidista de ellos, y todo desembocó en esa serie de trabajos que hicimos juntos. Con Daniel (Melero) también fue casual, ya que yo le llevé mi primer disco y establecimos un vínculo, aunque no demasiado estrecho... Incluso me hizo críticas bastante duras, hasta que me pidió que le remixara un tema para uno de sus discos chilenos (el titulado 1). Entonces nos juntamos y yo le ejemplifiqué un arreglo de “No importa más” en el piano. Ahí nos enganchamos y proyectamos hacer algo juntos. El trabajo con él estuvo bueno, pues pude mostrar una parte mía que el público desconocía, que es la de pianista. A partir de ahí me amigué con esa faceta y disfruto el doble. Ahora tengo entre mis planes el lanzar un disco solo de piano. Básicamente, creo que me involucré en tantas colaboraciones porque tenía que aprender cosas.

–¿Pensás hacer algo más con Melero?
–En cualquier momento. Está la idea de hacer un disco a dúo, componiendo los dos, como ocurrió en los dos últimos temas de 2, pero ahora quiero tener tiempo para Fantasías Animadas, porque cuando me meto en un proyecto lo hago de lleno, y eso me ocupa todo mi tiempo. De todas formas, está por salir un Ep que hice con Daniel, que se va a llamar Dejaré que el tiempo me alcance, con cinco remixes y versiones diferentes del mismo tema.

–¿Te parece tan expresivo tu trabajo con máquinas como cuando lo hacés sólo con el piano?
–Completamente, pero son diferentes niveles de vibración, otros códigos, pero me pasan las mismas cosas.

–¿Y cómo fue producir a El Otro Yo?
–Maravilloso, es una experiencia de la cual me siento afortunado, pues teníamos medios bastante rústicos para trabajar, pero había algo muy romántico en la grabación. Yo era el malo porque los despertaba a las 9 de la mañana (me levantaba a las 7 para ir hasta Temperley), pero fue muy buena la actitud de ellos de abrirse a que alguien les diga cosas, ya que tienen mucha experiencia en grabarse a sí mismos.

–¿Cuál fue tu aporte fundamental?
–Intentar trasladar la energía que tienen en vivo al disco, cosa que no estaba del todo lograda antes. Esta vez tenían muy buenas composiciones, así que quería que llegasen con claridad y concreción. Entonces modifiqué algunas estructuras de temas, cambié algunos arreglos, exageré algunas partes. Tenía ganas de hacer un disco clásico, conservar ese espíritu que tienen de power trío. Contrariamente, ellos querían poner muchas más máquinas, pero me puse duro. Quería que se escuchase Temperley en la grabación, que no perdiera esa credibilidad. No quería caer en la trampa de músico-tecno-que-llena-de-máquinas-a-grupo-de-rock. Finalmente todos quedamos muy conformes.

–¿Por qué te decidiste por la electrónica?
–A mediados de 1992 descubrí Adventures beyond the ultraworld, de The Orb, y me mató. Encontré algo que tenía el vuelo compositivo de cualquier músico clásico, más allá de los trucos de sonido. Hasta el día de hoy me sigue obsesionando eso y creo que es el centro de mi nuevo disco. Ellos son especialistas en el manejo de estructuras. De todas formas, el modelo para el músico electrónico no puede dejar de ser Kraftwerk. Salieron del conservatorio y componen esas melodías pueriles como podrían hacerlo Satie o Mozart. Hacen que la electrónica cobre un sentido especial. De todas formas, y aunque lo descubrí tarde, soy un absoluto fanático del punk rock.



El misterioso hombre-plástico
Codito de oro

“Lo mejor es no saber nada y arriesgarse. Si uno no conoce el funcionamiento de un instrumento, es mejor enfrentarlo y hacer algo con él. Seguramente el resultado va a ser algo diferente a lo habitual. Los estudios sistemáticos están matando a la música, cada uno debería tener su propia técnica.” El autor de estas tajantes definiciones no es un enojado y crestudo punk sino un pulcro señor calvo nacido en Inglaterra (pero canadiense adoptivo desde los 16 años), conocido en el nuevo mundo electrónico como Plastikman. Conceptualista, obsesivo, meticuloso y sobresaliente por su tecno desértico y minimalista, trabaja con la frase “Menos es más” tallada en su conciencia. “Cuantas menos cosas haya en un tema musical más especial será”, enfatiza, “es bueno dejar al oyente la oportunidad de meterse dentro de la música, que pueda sentir el espacio, el vacío”. Así, este fan del Techno made in Detroit ha firmado una serie de trabajos que se revelan esenciales para la electrónica actual, como la trilogía formada por los álbumes Sheet One (‘93), Musik (‘94) y el reciente Artifakts (editado en la Argentina). “En el primero la intención fue poner al día el acid house, el segundo fue un paso adelante, mirando al futuro y aportando variedad rítmica. El tercero fue algo más complicado, ya que en realidad se trata de otro álbum que nunca pude terminar, que se iba a llamar Klinik. Fui expulsado de EE.UU. por actuar ilegalmente, así que me encontré privado de trabajar en mi estudio, y por lo tanto cuando pude retomar la tarea agregué algunas cosas, modifiqué otras y, fundamentalmente, remastericé todo el material. Pero, como ya no era lo mismo, le cambié el título: es que todo tiene un sentido en mi obra. No me gusta la idea de bautizar algo con palabras que carezcan de significado.” Bueno... No siempre instigador de la danza, frecuentemente gélido, el trabajo de Plastikman provoca situaciones, habitaciones de sonido para recorrer y observar el mundo plácidamente desde algún hueco, o para recordar el concepto de infinito con alguna obsesiva repetición. También culpable de un par de álbumes como solista bajo su auténtico nombre (las dos partes de Consumed) y otro con el seudónimo de Fuse (se trata, evidentemente, de otro practicante de la costumbre de los varios seudónimos), sentencia que “siempre me he sentido ligado al tecno de Detroit, pero tengo un compromiso futurista, porque también simpatizo con la vanguardia europea. Odio toda esa filosofía consumista norteamericana que ama lo espectacular. Creo que mi lado sutil se lo debo a mis años en Inglaterra”. ¿Tendrá parientes en la Argentina?

M.M.