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ECONOMíA EN PAGINA/12 WEB
02 JULIO 2000








 BUENA MONEDA
 por Alfredo Zaiat


Dibujar una sonrisa

El diccionario ideológico de la lengua española Julio Casares, de la Real Academia Española, tiene varias acepciones a la palabra humor. Aquí van algunas:
1. Cualquiera de los líquidos del cuerpo del animal.
2. Temple, disposición del ánimo.
3. Jovialidad.
4. Buena disposición en que uno se halla para hacer una cosa.
Alguna de estas opciones puede elegir Fernando de la Rúa, que está obsesionado con el humor social y reclama a sus ministros que transmitan “buena onda”. José Luis Machinea cumplió el recado como buen alumno al terminar su discurso ante 1500 banqueros reunidos la última semana por ABA diciendo que “no veo razones para el pesimismo”. No es cuestión de ser aguafiesta pero algunos indicadores económicos y sociales no permiten esbozar ni una sonrisa. Lamentablemente, las intenciones del Gobierno para alegrar la vida de la gente –el aumento de impuestos y la reducción salarial– no tuvieron el resultado esperado.
Hasta ahora esas medidas fueron los dos grandes gestos que dio el Gobierno a la sociedad o, en todo caso, fueron los que pegaron más fuerte en el ánimo colectivo. Y esas iniciativas no sólo profundizaron el malhumor que venía de arrastre de la administración de Carlos Menem, sino que además afectaron la cuota de esperanza de cambio depositado en todo nuevo Gobierno.
Si bien es cierto que el equipo económico buscó que el impacto del paquete impositivo recaiga sobre los niveles salariales medios y altos, y que la poda de sueldos no incluyera a los trabajadores de menores ingresos, Machinea & Cía. no tomaron en cuenta que esos ajustes lo estaban aplicando en un escenario de recesión. Entonces, un ajuste de esas características en una economía con varios trimestres cayendo, con elevada desocupación y extendida pobreza fue recibido con alarma incluso por quienes no fueron alcanzados por más impuestos y menos salarios. El saldo fue que el consumo no repuntó, no se dispararon inversiones, no se generaron nuevos empleos y, por lo tanto, se profundizó el malhumor social. Y no hay palabras que pueda modificarlo. Lo que se necesitan son señales, medidas, políticas concretas de que la Alianza hará otras cosas más que el ajuste de las cuentas públicas que, vale la pena recordar, no ha tocado los nichos de privilegio de la década menemista (el sector financiero y las privatizadas).
De la Rúa y Machinea, además, no deberían caer en un optimismo que ni el más ingenuo puede contagiarse. Reclamar una mejor onda porque, por ejemplo, se registró un crecimiento del 0,9 por ciento del Producto en el primer trimestre resulta un abuso de confianza. Que haya sido el primer trimestre de aumento desde 1998, como se preocupó en difundir uno de los más estrechos colaboradores del ministro, se debe a que Economía corrigió las cifras del cuarto trimestre del ‘99 de un positivo 0,1 a un negativo 0,3. No será cuestión que dentro de unos meses cambie también el signo de ese trimestre tan festejado ahora en el Gobierno.
Más bien los datos que se están conociendo sobre la evolución del nivel de actividad son para preocuparse más que para alegrarse. De acuerdo al análisis realizado por Abel Viglione, especialista de Fiel, la industria sufrió una fuerte desaceleración en los últimos tres meses, mostrando caídas consecutivas del índice desestacionalizado (aísla variables que distorsionan la comparación) respecto del período anterior. Y que el máximo nivel de actividad alcanzado en ese lapso de recuperación (febrero) no logró superar el pico anterior (junio de 1998). ¿Existe el peligro de caer nuevamente en recesión? Por favor, ¡a cambiar el humor!