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Convivir con virus
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Jueves 27 de Julio de 2000

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convivir con virus

MARTA DILLON

Soy de las que creen que la bronca es sana. No se puede aceptar mansamente las cosas aberrantes con las que tenemos que convivir y seguir dibujando sonrisas para ver si algo cambia por buena voluntad. Claro que después hay que saber qué cuernos hacer con la bronca, pero por lo menos empecemos por ahí, por la bronca. ¿Cómo puede ser que en Argentina se produzcan más contagios de vih por año que en Brasil, Perú o Paraguay? Incluso más que en los Estados Unidos dice el editorial del gran diario argentino del sábado pasado. Puede ser porque asistimos al mismo silencio de siempre, porque ya vimos lo que pasa –recordar los quilombos frente a la Legislatura cuando se quiso hablar de anticonceptivos– cada vez que se intenta hablar de sexualidad responsable, desde un Estado que sigue sosteniendo un absurdo matrimonio con la Iglesia católica. Me muero de bronca y de impotencia cuando veo esos datos. Me muero de bronca porque todos los días veo cómo la gente silba bajito cuando se habla de usar preservativos, como si todo les pasara a los otros, otros desconocidos que viven en otro lado. Hasta los pocos que hablan de forros por la tele como Antonio Gasalla necesitan actualizar su información: los forros no se usan si te acostás con alguien que no conocés demasiado, como dice él. Los forros se usan siempre. Por supuesto que hay parejas que deciden hacerse el análisis y después dejar de usarlos. Bárbaro, pero eso no tiene un carajo que ver con cuanto se conozcan sino con el resultado de los putos análisis. Ya aprendimos que el silencio mata, ya sabemos a dónde lleva hacerse el boludo frente a lo que le pasa a una parte muy importante de la sociedad. Hacerse los boludos es discriminatorio en lo privado –eso que hace que te miren con desconfianza si exigís el uso del forro– y criminal de parte del Estado. Pero no les importa, cómo les va a importar si la mayor parte de los que se infectan son pobres, presos, jóvenes, hombres y mujeres que no tienen acceso a la educación –la mayor parte de los que hoy estamos infectados no terminaron su ciclo secundario y el 30 por ciento no terminó la primaria– ni al sistema de salud y que por sobre todas las cosas no tienen oportunidades. ¿Entonces para qué se van a cuidar? Si al fin y al cabo más de un tercio de la población está muerto desde que nace, qué importa cuál es la causa, da igual que se mueran de sida, por el gatillo fácil o hacinados en una cárcel. Me da bronca e impotencia pensar que tantos amigos muertos, tantos muertos amigos de alguien más, no han servido para que tomemos conciencia que cuidarse es fácil sólo hay que decir cómo, ponerse un forro no es ninguna tragedia. Al contrario, te asegura que podés hacer lo que quieras con quien quieras y no tener pesadillas al otro día.