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Jueves 14 de Diciembre de 2000

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Juana Molina, chica camaleón en busca de una vida musical

“¿La coreana? La coreana no existe más”

Fue una estrella emergente de la televisión. Y se fue. Ahora vuelve para mostrar su segundo disco y pide que le den la oportunidad de mostrar su música. Versos del Martín Fierro, letras aleatorias, pop en leve ascenso: Juana promete armarse hasta los dientes para defender sus canciones. Espérenla y verán.

TEXTOS: ESTEBAN PINTOS
FOTOS: NORA LEZANO

Los perros forman la primera comisión de bienvenida. Son varios y de todas las razas y colores. Son todos amistosos. Hay un cachorro labrador que parece el niño mimado del rebaño (¿se dice rebaño con los perros también?). Hay una tuerta, pobrecita, que perdió su ojo después de una batalla doméstica. Hace calor. Detrás de la comisión de bienvenida, viene Juana. Es la casaquinta de Pacheco, en donde la mujer que supo ser estrella de televisión y ahora es, simplemente, una cantante-compositora que acaba de sacar su segundo disco –titulado, justamente, Segundo– por una pequeña compañía independiente, vive con su esposo y su hija, cerca de la fábrica de Terrabusi y también de la Ford. Hace mucho calor, debe corregirse. Juana comenta que su árbol favorito (hay muchos a lo largo y ancho del terreno), un ciprés que conoce desde la infancia, se derrumbó con la tormenta del domingo a la noche. Ofrece agua y café, y va por ellos. Se pierde por un rato, mientras su hija Francisca juega en la pileta y pide atención materna para sus exhibiciones acuáticas. Los pajaritos cantan.

Juana Molina, la chica que supo ser estrella de televisión y ahora es solo una cantante-compositora de canciones pop, es amable y graciosa en sus respuestas. Por momentos, aparece su costado histriónico, que lo tiene y en cantidad: imposta la voz, arrastra las palabras, se inclina sobre el sillón y sonríe. Han pasado ocho años desde Juana y sus hermanas, las comparaciones con Niní Marshall y toda aquella bola mediática montada a su alrededor. Sin embargo, dice algo resignada, le siguen preguntando por la coreana. Todo, en un principio, es tiempo pasado. Hace ocho de la coreana y cinco de su debut solista, Rara, un disco superproducido por Gustavo Santaolalla y lanzado con la intención de convertirla en número fuerte de la compañía MCA (hoy Universal): era la primera artista latina que firmaba la compañía, desde la central Estados Unidos, y con proyección internacional. Rara era un compendio de buenas canciones, tal vez demasiado filtradas y estigmatizadas alla Suzanne Vega, con la sencillez, una pícara lucidez y el encubierto pero detectable carisma de su autora. No pasó nada, en verdad, con Rara: no tuvo difusión ni siquiera una mínima repercusión. Juana dice que en ese momento no sabía lo que estaba pasando, que todo aquello fue un error y que ya no quiere volver a repetir la “experiencia”. También desliza que aquel no lo sentía como “su” disco. “Este es más mío”, define sobre Segundo, otro de canciones sencillas y cristalinas, pero dotadas de una evidente baja intensidad sonora. Más casero, también (traducción: menos “superproducido”). “Sin jefe ni opiniones. Todo pasó bajo mi autocontrol, hasta los defectos son cosas que me gustan”. Cuenta, en verdad, que la historia del Segundo arranca con una serie de grabaciones de demos para compañías gringas: Dreamworks, el monstruo tricéfalo del entrenimiento que inventaron Spielberg, Geffen y Katzemberg, la más importante de ellas. Es que Juana se fue a vivir a Los Angeles y dejó atrás el circo de la tele, la Argentina y varias cosas más. Allá se encontró con un pequeño suceso en una radio college, una serie de actuaciones en pequeños lugares frente a eruditas audiencias y un rosario de propuestas para concretar sus deseos musicales. “El disco casi que lo hice con estos demos. Me decían ¿cuánto necesitas para grabar unos demos? Yo pensaba, mmmm... Y me proponían ¿Un par de grandes está bien? Me daban dos lucas por semana para me moviera como me pareciera. Era Hollywood de verdad, me llevaban a restaurantes con 44 mozos y todo eso. Como la hacen allá”. Y se corrige-agrega: “y como la hacen acá, los que pueden”. Vuelve a corregir-agregar: “Como se debe”. La clave de aquella movida era: “Me daban bola con la música, era un lugar en el que les interesaba lo que yo hacía”. Traducción: no me jodían con los personajes de la tele. “Yo les gustaba... ¡Y no era Juana Molina! Era Mongo Aurelio, eso era lo más lindo”.

–Todo esto sucedía mientras aquí nadie tenía idea de lo que hacías ni dónde estabas...
–¡Sí! Siempre me preguntan ¿qué estás haciendo? Y contesto: “Estoy sacando el disco...” No, no, no, pero... En la tele... Insisto: “Estoy sacando un disco, el segundo...” No entra el chip. Mala suerte.
“¡Quiero volver allá!”, exagera y hace como que llora. “Realmente viví en el paraíso, al menos en un paraíso musical”, agrega. En serio: “Si bien es chica, porque tengo un público que no es precisamente una multitud, si es mucho mayor al que tengo acá. ¡Tenía fans! ¡Gringos! En uno de los recitales que di, estaban en primera fila: una negra de dos metros y 158 kilos, un cowboy, un alemán y un chino. Los cuatro, enfervorizados, conocían las canciones, tenían el disco en la mano. Yo me distraía mirándolos a ellos y hasta me olvidaba la letra, pero nadie se daba cuenta. Y ni un puto argentino... Por supuesto, después, hicieron cola para que le firme los discos, me hacían preguntas. Yo no sabía, pero es algo que se estila. Vos tocás y cuando es un lugar chico, te sentás a una mesita y la gente pasa y te hacen un reportaje personal... (risas).”
–¿Sentís que acá nadie toma en serio tu carrera musical?
–Es que tampoco la conocen.
–Aun así ¿nunca más la tele?
–No, ojo que tengo una idea para hacer. Pero en aquel momento de “Juana y sus hermanas” ya no sabía más qué hacer, no me interesaba, estaba en otra. Quedarme embarazada fue la mejor excusa para poder zafar, (imposta la voz, ahora parece una chica “stone”) ¡Me quedé embarazada, loco, me tengo que ir! Ahí me di cuenta de que había dejado la música porque la televisión me había absorbido. En realidad, yo empecé a hacer televisión para tener plata y después hacer música. Lo que quería era lo que me pasó. Quería trabajar en un programa, una vez por semana. Justo me salió “La Noticia Rebelde”, que grababa los lunes para los cinco días de la semana. Entonces, laburaba un día, pero me pagaban por cinco. ¡Perfecto! Después empecé con Gasalla y después vino mi programa y ya no pude, nunca más hice música. Y con Rara, los medios me trataron como que quería aprovechar que era Juana Molina, la de la tele, para grabar un disco. Y no permitieron que el disco pasara para que la gente pudiera tomar una decisión.
–¿Y ahora?
–Me gustaría llegar a que la gente vaya, aunque sean veinte, a escuchar lo que ya conocen. Aunque sea distinto. Eso es lo que me gustaría que pasara.
–¿Cómo debe entenderse, entonces, que edites tu disco por una pequeña compañía independiente?
–Es que ya se cómo es eso de ser “la abanderada del sello”. Yo tenía contrato con MCA Estados Unidos y me llenaron con eso de “la abanderada del sello”. Pero todo eso lo entendí después. Todo. Por eso prefiero el trabajo de hormiga y que cada paso sea seguro.
–Pero vos ya sos famosa...
–Sí, pero soy famosa como actriz. Es así. Por televisión te ven miles de personas al mismo tiempo, la multiplicación es mucho más fácil. Ahora pretendo que sea una progresión geométrica similar, pero en otra proporción. Porque en la tele yo empecé haciendo lo que se me cantaba el culo, y funcionó. Ahora quiero hacer lo mismo: no quiero ponerme un aro en el ombligo y nada para... Me aburre. ¿Para qué? Yo haría televisión, pero no haría Juana y sus hermanas. Eso FUE.
–¿Siguen con eso?
–Y sí... La gente que dice Ah... ¡Los personajes! Me harté de los personajes, no puedo hacer lo mismo y siento que si lo hiciera, sería salir a robar. ¡Ay! La coreana... ¿La coreana? ¿Cuál? La coreana no existe más, fue de mí hace años. Pero, ojo, que la cosmetóloga sigue ahí.