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Convivir con virus
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Jueves 14 de Diciembre de 2000

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convivir con virus

MARTA DILLON

Navegando en el mar de soledades, prefiero hacer la plancha. Y sí, a veces está bueno dejarse llevar y que la corriente te acune, el pelo suelto como una red para cardúmenes, las manos sueltas, sintiendo entre los dedos lo que atraviesa el agua, algas, caracoles, restos de algo que ya no es; los pies como timones involuntarios, un reaseguro para no llegar tan lejos que después no se pueda volver, los ojos cerrados, los oídos llenos del eco marino. No quiero nadar, no veo a qué horizonte podría apuntar mi brazada, vueltas carnero en el mar de soledades, agua en los ojos abiertos, verde caldo de cultivo, colonia de ostras de vacaciones, hidroavión, paraninfo, liquidario. ¿Hay vida acá abajo? ¿Hay aventura en este mar?

Ya es suficiente este desafío, surcar las grandes aguas sin naves para conquistar. silencio. silencio.

Estoy de acuerdo, no se trata sólo de vivir. Es decir, no se trata de conservar la vida al precio de no correr ningún riesgo. Además es imposible. No hay manera, ninguna manera. Ni siquiera es del todo posible elegir qué riesgos correr. Salir de noche, conocer a alguien, aceptar un trabajo o rechazarlo, tener hijos o no, comer un hamburguesa o un choripán mientras sale la luna llena –esta semana está llena–, todo encierra la larva del peligro ¿Y? Allá vamos. Ultimamente la pregunta que más contesto es sobre el sexo oral. ¿Es verdad que hay sólo una posibilidad en dos millones de contagiarse vih de ese modo? Es verdad, aunque las estadísticas, ya sabemos, son mentirosas. Lo cierto es que puestos en la balanza los beneficios y los costos, a mi juicio, ganan los beneficios. Poco antes del 1º de diciembre, la fecha en que todos hablan de vih sida, le pregunté a la directora del Plan Nacional de ídem, por qué en ningún lado, en ningún congreso, en ningún folleto, se habla de los riesgos que podrían correr las lesbianas en relación con el virus. La respuesta fue cómica, “porque estos grupos no se han movilizado”. No es cierto. Si alguna vez se habló del tema, es porque lo pusieron sobre la mesa las mismas interesadas. El silencio se debe sobre todo a que nadie piensa que el sexo oral implique riesgos a tener en cuenta, mucho menos cuando la que tiene el virus es una mujer. De hecho no se conocen en el mundo contagios por esta vía. En el caso inverso –un hombre que vive con el virus que goce los beneficios de que se la chupen–, hay sólo doce casos registrados en veinte años que lleva la epidemia. “Aunque sea bajísimo hay que informar que es una vía de contagio”, dijo Bianco. Lo que pasa es que cuando se informa no se dice que es bajísimo, sólo meten miedo, como siempre. Puede sonar a proselitismo –yo soy una mujer con el virus que no renuncia al placer–, pero es la verdad. Nadie sugiere que no se tomen aviones aun cuando el riesgo de muerte es mucho más alto que el de chupar una concha –lamento que suene mal, no encuentro mejor poesía–. Cada uno sabe.

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